Al principio, no le apetecía viajar a Londres después de enviudar. Y como le comentara una vez al Vizconde: —Debía estar esperando hasta que tú, amor mío, estuvieras aquí, porque ya estaba escrito que debíamos conocernos y enamorarnos. A él le parecía un tanto injusto que hubiera tenido una vida de casada tan corta. Tenía sólo veinte años cuando su esposo, que conducía su faetón a gran velocidad, colisionara éste con otro vehículo» en un camino muy estrecho. Él murió al instante y sólo por un milagro ella se salvó. —Estuve convaleciente lo que me pareció un tiempo muy largo— le relató—, después no sentía deseos de asistir a fiestas ni de conocer a otros hombres. —Pero ahora me has conocido a mí— indicó el Vizconde. —¿Y qué podría ser más maravilloso y perfecto?— preguntó Doreen. C