Capítulo 2

3479 Words
Primer día de clases, ando un poco atareada y con prisa. Mamá me apresura más de lo normal y me estresa muchísimo. Creo que las discusiones con papá la convierten en eso, en una señora amargada. — ¡Qué ya voy!— respondo a sus tanros llamados de mi nombre. — Luego se anda quejando que no consigue trabajo en un futuro. Uno sin estudio no logra nada ahora.— eleve los ojos cansada. Ya empezó con sus habladas mañaneras. — ¡Mujer! Déjala tranquila, es temprano.— le dice mi papá, y agradezco a Dios que esta señora guardo silencio. — ¿Me vas a dejar?.— me dirigí a papá. — Primero debes desayuna y tomar la pastilla.— colocó un plato de huevos revueltos con jamón y la pastilla junto a un vaso. Me senté a la mesa. — Hoy si pero veo que hiciste una amiga nueva, quizá puedas seguir viajando con ella.— no me miraba, solo hablaba mienttas veía el periódico. Se refería a Julia, supongo que si podría viajar junto a ella después. Empecé a comer, mamá cocina delicioso y eso es algo que siempre voy agradecer. ¿Han visto esas madres que no saben ni cocinar un huevo? Bueno, exactamente esa madre sería yo. No me gusta cocinar, nunca me ha gustado y no creo casarme o tener hijos debido a eso. Terminé mi desayuno y me levanté a lavar el plato. — El viernes habrá una fiesta de inicio de clases, ¿podría asistir?.— olvidaba pedir permiso y ya había comprado un vestido. — Claro que sí, pero ya sabes tu hora de llegada.— chillé de la emoción. — ¡Gracias! ¡Los amo! Así empiezo hacer amigos aquí.— papá y mamá empezaron a reír por mi escena. — ¡Váyanse! Miren la hora. Corran.— mamá nos apresuró. Íbamos caminado por la entradilla de la casa hacia el auto estacionado frente a la casa. — ¡Lexei!— esa voz la reconocería en cualquier lado. Julia estaba dentro de un automóvil rojo, se veía nuevo.— ¡Hola!— le saludé. — ¿Quieres que te lleve?.— miré a papá quien me dio un asentimiento de cabeza y corrí hacia el auto de Julia. Ella abrió la puerta del copiloto y entré. — ¡Me salvaste! Me habías dicho que no podía ir con mi padre porque empezarían hacer burlas.— ella empezó acelerar el auto. — Te salve, más que obvio.— miré por el retrovisor y vi una chica atrás. Era rubia, con muchos pechos y una cintura de envidia.— ¡Oh! Ella es Yaina.— debió ver mi cara de confusión. — ¡Hola Yaina! Ayer me hablaron de ti.— me sonrió de oreja a oreja. — A mi también, eres súper preciosa.— le sonreí. — ¿A qué grado vas?.— y ahí va, Lexei curiosa. — Al mismo que ustedes. Si no me equivoco creo que vas al mismo grupo que nosotras. — ¿Cómo lo sabes? — Es la hija del subdirector.— hice un ademán de afirmación. El resto del camino hablamos sobre Florida, al parecer no han podido salir de Herlic por más que lo intentan. Es algo raro y extraño. Julia parqueo su auto en el estacionamiento, nos bajamos las tres del auto y Julia lo cerró con seguro. Caminamos hasta la entrada. — ¡Bienvenida a Diokles!— exclama Julia a mi lado tomando mi brazo y pasando su mano por el. — ¡Te gustará! Hay muchos chicos guapos.— Yaina paso su mano dentro de mi brazo también. Parecía que me llevaban a una boda. — Ella no quiere chicos, Yaina. Ya empiezas a sacar a relucir tu picazón.— Yaina suspira. — ¡Cállate! Mejor sigue caminando que estoy hablando con ella.— Julia rodea sus ojos y yo empiezo a reír levemente a base de su pequeña discusión tonta. — Ya la vas a querer meter en tu mundo, no niña.— parece una madre regañando a su hija. Yaina no le respondió, creo que sabe como es su amiga. Buscamos el salón y entramos en el. Los campos eran de tres, es algo totalmente nuevo para mí. En Florida cada estudiante tenía su propio escritorio. — Esperemos que ven...— la puerta se abrió.— ¡ya llegó!— un señor con lentes cursó el salón hasta llegar a un escritorio. — ¡Profesor! Ella es la nueva, Lexei Ray.— el profesor me miró descaradamente de pies a cabeza y me molestó. Quería soltarle un bofetazo por pervertido. — Hola Lexei, toma asiento en la última mesa. Es la única libre.— busqué la mesa con la mirada y la ubiqué. Estaba vacía. Yaina y Julia me dieron una mirada de lástima. ¿Por qué?. Me ubiqué en mi lugar y coloqué mis libros encima de la mesa. Yaina compartía miradas junto a mí pero no entendía qué quería decirme. — Bien, en el libro de la antología diez hay un ejercicio que necesito que terminen. Este tema lo vimos el año pasado, recuerden que...— la puerta se abrió de golpe. Oh si, lo que faltaba. Anker. — Señor Blate, ¿cuándo acostumbrará a tocar la puerta?.— le dio mala cara y empezó a caminar por el pasillo entre las mesas. Que descaro tiene para mirar de esa forma al profesor. Esperen, esperen. No se detuvo en ninguna mesa. Venía. Hacia mí. — ¿Qué haces en mi espacio?.— gruñó, se veía molesto. — Ahora es mi espacio también.— lo enfrenté. — Bien.— dijo seco, se quitó el gorro y tomó asiento a mi lado. Julia tenía razón, la mayoría de las personas le temían por su aspecto, pero estoy segura que es una fachada para disfrazar su buen corazón. De todas formas la mayoría de las personas no quieren mostrar su verdadero rostro para que no los utilicen. El profesor empezó a dar la clase... *** Hora de salida. Ahorita mismo me encuentro caminando hacia mi casa, está a unas cuantas cuadras, algo largo. Julia se ofreció a llevarme pero me negué, necesito relajarme y conocer más el pueblo y esta era una buena oportunidad. Por otro lado Yaina se fue con un chico que recién conocía, esa chica tiene una vida social grande por no decirlo de una manera cruel. Coloqué mis audifonos y empezó a sonar mi canción favorita. Estaba admirando cada detalle del camino y conociendo aún más, como por ejemplo la iglesia de Herlic. Era pequeña pero grande a su vez, afuera tenía un gran cartel que decía. “Dios se apiade de este pecado” Que raro. Las paredes eran de madera con muros de piedras apiladas. Se veía muy lujosa. Mi familia no era tan religiosa y no me inculcaron el evangelio. Me detuve en la esquina a esperar que el semáforo pintara rojo para poder cruzar la calle. Y a mi lado se detuvo otra persona, no quería verlo pero mi curiosidad es tan grande que no puedo evitarlo. Era una chica, su cabello era blanco con las puntas rosadas, su tez era súper pálida y su contextura era delgada. Su nariz estaba perfilada y sus ojos.... De nuevo esos ojos... Grises. Tenía un cierto aire a Anker y Abbleigth. Su mirada cayó en mí y me congelé por completo. Se mantuvo así unos segundos para después extenderme una sonrisa de oreja a oreja. — ¡Hola!.— me habló, su voz era fuerte, ni comparado a como lucia. — Hoo...la— me trabé al responder, ella rió. — La mayoría de las personas se asombran al verme, es normal.— no hay que juzgar un libro por su portada. Era muy simpática. — ¿Tu cabello es real?.— Lexei la entrometida. — ¡Ah! Si, ¿no lo parece verdad?.— negué asombrada.— herencia familiar.— el semáforo pinto rojo, los carros se detuvieron y ambas avanzamos.— un gusto Lexei, hasta pronto.— se fue en dirección contraria a mí pero me quedé ahí mirándola. ¿Cómo sabe mi nombre? Mientras caminaba su cabello se movía al mismo movimiento, algo totalmente sobrenatural. Este pueblo si que es raro. Después de unos minutos ahí en pie me moví. Busqué la ferretería con mi mirada y me encaminé allí. Al entrar lo primero que vi fue a papá acomodando una pila de llantas. — ¡Hola papá!.— se giró hacia mi. — ¡Hola pequeña! ¿Cómo te fue?.— me abrazó con fuerza. — Bien, muy bien. ¿Y tu día como ha sido?.— le pregunté. — ¡Oh! ¡Súper bien! Tu amigo Abb me hs ayudado muchísimo, tenías razón. Hay que dar oportunidades para que las personas muestren su potencial.— miré hacia adentro y Abbleigth estaba detrás del mostrador, me miró y sonrió. — ¡Te lo dije, testarudo!.— papá rió y entré.— ¡Hola Abbleigth! ¿Me lo aprendí, viste?.— él me sonrió. — Eso es bueno, al fin.— me respondió. Sus ojos grises aún llamaban mi atención, ya eran tres personas con esos ojos. — ¿Abbleigth?.— le llamé y levantó su mirada hacia mi.— ¿Conoces a una chica de cabello blanco y rosa? Tiene los ojos exactamente igual a los tuyos y los de Anker.— logré notar como inmediatamente se tensó, me miró nervioso, miraba hacia un lado y hacia otro.— ¿Abbleigth?.— buscaba su mirada. — ¿Viste a Fretheis?.— arquee una ceja.— pero es imposible...— la puerta de la ferretería sonó y entró Anker. Quien nos miraba desde la entrada. Abbleigth inmediatamente siguió haciendo lo que estaba haciendo. — ¡Oh vamos! No vas a empezar a ignorarme sólo porque Anker esté aquí.— me quejé y Anker se posicionó a mi lado. — Ella acaba de ver a Fretheis.— le dice de golpe Abbleigth a Anker. Él sólo arquea una ceja. — Es una chica rara, no deberías de tomarle importancia.— dice seco, como si yo fuera a quedarme quieta sólo con esa respuesta. ¿Por qué Abbleigth se preocupó de yo haberla visto? — Vengo a decirte que papá tiene una junta hoy. Necesita que ambos cuidemos a mamá.— seguido de eso sale de la ferretería. Miro a Abbleigth.— Aquí no muere esta conversación.— amenazó divertida con el dedo y salgo corriendo tras Anker.— ¡Hey! Anker.— le llamo, él se detiene y avanzo hacia él. Me detengo frente a él, miro hacia arriba. Sus ojos grises tienen una figura roja muy diminuta, trato de verlo pero él quita su mirada. — ¿Qué?.— dice, al ver que yo no le decía nada. — ¿Por qué los ojos grises?.— pregunté, él sólo rió. — ¿Cómo qué por qué? Herencia supongo.— y dale con eso, la misma respuesta de esa chica rara. — Ni creas que voy a tragarme ese cuento. He visto muchas cosas raras y sé que tienes las respuestas.— advierto pero él solo arquea una ceja. — ¿Tengo cara de enciclopedia?.— asentí burlona y él sólo rió. — Esos ojos grises Anker. ¿De dónde vienen?. — Mi territorio, no te acerques demasiado.— iba hablar pero una figura se hizo presente. — ¡Anker! Al fin te encuentro.— era un chico, alto y con cabello oscuro. Sus ojos, de nuevo... Grises... Se quedó hablando con el chico y yo sólo estaba prestando atención a la situación.— ¡Disculpa! Anker es un tonto cuando presenta a alguien. Mi nombre es Klaus. Preciosa.— toma mi mano y la besa. Sus ojos inmediatamente chocan con los míos y me comparte una sensación de placer inmediata. Mi cuerpo se tensa y mi zona empieza a humedecerse. ¿Qué demonios? Él aporta su mirada de mí y Anker le da un golpe en el hombro al chico, yo sólo veo la escena con placer en mi cuerpo. Anker me mira asustado.— ¿Te pasa algo?.— negué y me retiré del lugar a paso rápido. Necesito llegar a casa e investigar todo esto. Necesito saber de donde vienen esos ojos grises. No tardo mucho en llegar por la prisa que llevaba. Apenas y saludé a mamá. Me duché y me puse mi pijama. Bajé a la cocina por comida y algunas golosinas. Unas cuantas bebidas y le mencioné a mamá que estaría viendo películas y no me interrumpiera. Es hora de investigar esto. **** Cuatro horas llevo y lo único que he descubierto es que no hay ningún pueblo en Washington que se llame Herlic, ni en las afueras ni en ningún lugar. Según el mapa de google maps exactamente donde estoy es un bosque. Y no es un bosque, es un pueblo. Esto es Herlic y más bien parece. Un pueblo fantasma fuera del alcance de los mapas. ¿Dónde carajos se vino a meter mamá? ¿Dónde carajos me trajeron? Estoy asustada y temblando. Había una página que me llevaba a una columna de un periódico pero decía: error. Miré la fecha, es de hace cinco años atrás. Pero existía una dirección, Calle Prack, casa 777. ¡Ya me acordé! Busqué el folleto que me había entregado mamá sobre Herlic. Allí había un mapa, lo busqué. Calle Prack. Estaba a cinco calles de mi casa, esa dirección era aquí en Herlic. Debía ir a esa dirección, debía encontrar las respuestas que necesitaba. ¿Por qué carajos no salía Herlic en el mapa? Cayó la noche, mi reloj pintaba las nueve en punto. Mis padres estaban dormidos y era mi hora de salir. Me metí de intrusa en la habitación de mis padres y le tomé las llaves del auto. Salí con prisa evitando hacer ruido y corrí a encender el auto. Herlic estaba desierto, no habían personas caminando por las aceras ni siquiera habían autos, sólo el mío. Avance hacia esa calle, un letrero me informaba que esa era la calle Prack. Cada casa tenía su número, pero hubo una que llamó mi atención. No era una casa, más bien era como un cobertizo grande. Y tenía el 777 pintado. Estacioné el auto unas casas después y me bajé. Caminé hasta quedar frente a frente de ese lugar. Llamé a la puerta, pero nadie salió. Miré por las ventanas y todo estaba tirado y con telas de araña. Parecía una casa abandonada. Giré el llavin de la puerta y esta se abrió. Estaba abierta y eso era extraño. Pisé el piso de madera, crujio un poco. Temblé ante aquel aspecto del lugar. Habían muebles tirados y empolvados. Efectivamente era una casa que no tenía uso. Me adentré más en ella, encendí la linterna de mi celular y busqué algo en donde encontrar respuestas. Había un televisor viejo sobre un mueble con algunas gavetas. ¡Bingo! Aquí debe de haber algo. Abrí la primera, habían muchas cosas. Desde vasos hasta cucharas. La segunda tenía cuchillos herrumbrados y cucarachas. En el tercero habían papeles. Saqué algunos, eran artículos de periódicos. Los títulos fue lo que más llamó mi atención. “El pueblo misterioso” “Herlic ha desaparecido del mapa” “Se desconoce que sucedió” Me congelé de inmediato. ¿Estaba en un pueblo fantasma? Los papeles estaban con polvo y muy sucios. Pero se leía exactamente bien. Después de muchas investigaciones abiertas sobre el origen del pueblo, se desconoce lo que pudo haber ocasionado la desaparición de este pueblo. Agentes han ido a investigar y recolectar evidencia pero al entrar al bosque automáticamente no los volvemos a ver. Este es un misterio que no tendrá solución. ¿No se puede salir del bosque? O mejor dicho, de Herlic. Los que intentan entrar en Herlic no salen. Herlic está como en una capa invisible. O eso es lo que creo. Un ruido de abajo me hizo sobresaltar, dejé los papeles en su lugar y en lugar de correr he ido a investigar. Una luz venía de un sótano, unas pequeñas manchas de sangre pintaban la entrada. Era sangre, ¡reciente! ¿Qué demonios? Coloqué mi oreja en la puerta tratando de oír algo pero sólo se escuchaban susurros bajos. Abrí con cuidado la puerta y en las escaleras hacia abajo habían pisadas de zapato ensangrentadas. Bajé cada escalón con sumo cuidado y la escena ante mis ojos me dejó la piel china, mi corazón empezó a latir mil por mil y mis piernas empezaron a flaquear. ¡Habían cuerpos! ¡Vivos! O eso creo. En una mesa estaba una chica desnuda, con muchas heridas en su piel y su cabeza hacia un lado. Presté atención a su estómago y este se movía de arriba hacia abajo. Ella estaba con vida aún. Y en la otra mesa, yacía un cuerpo masculino en la misma posición y en el mismo estado. Con la única diferencia de que este no se movía. Al parecer ese si estaba muerto. Me intente acercar a la chica pero un ruido arriba me hizo entrar en pánico. Busqué dónde esconderme y visualice un armario de pared, me quité mis zapatos y corrí hacia allí haciendo el menor ruido posible y me encerré en él. Unos pasos empiezan a escucharse en los escalones. Una respiración pesada se escucha al pisar el último escalón. Algo se riega, el sonido parece como agua. Mis pies descalzos empiezan a sentir la humedad de aquel líquido desconocido que se esparce en el suelo. El armario era de pared, lo que facilitaba que eso se esparciera dentro del mismo. El olor es repugnante pero me aferro a mi mano derecha que cubre con mucha presión mi nariz, inclusive mi boca para no emitir sonido que me haga ser detectada. No veo nada, ni siquiera una pisca de luz, solo escucho cada golpe que dan contra algo suave, siento cada salpicadura en mis pies. Están dándole golpes a los cuerpos porque los constantes quejidos del cuerpo femenino son notables. Pero algo en su boca ahora el grito. ¿Cómo no me han notado? O yo soy lo suficientemente inteligente o ellos son lo suficientemente estúpidos. Soy una metiche chismosa que mete su nariz donde no la llaman y por curosiar estoy entre la vida y la muerte. Qué tonta, ¿no? En los periódicos saldrán reportes que digan: Joven de diecinueve años de edad es encontrada sin vida en un basurero debido a ser una entrometida. Soy lo suficientemente dramática para recrear escenas que posiblemente no sucedan. Bueno, hablando en esta situación si es una posibilidad. Al rato y me arranquen la cabeza y la pongan de advertencia para todos aquellos curiosos como yo que tratan de buscar respuestas y entran al lugar donde posiblemente perderán la vida. Los golpes cesaron y dejé de pensar en mis tonterías. Me centré precisamente en las voces fuera de donde me ocultaba. Escuché pasos de un lado hacia otro, luego escuché más cerca los sonidos, respiraciones pesadas e incontrolables.— ¡Necesito más! ¿No lo entiendes?.— una voz muy conocida se hizo presente en ese lugar. — Debes parar, no puedes hacer lo que se te da la gana sólo porque ya eres Hemaira.— una voz aún más exigente, fuerte y audaz le dió respuesta al chico. Un golpe fuerte contra alguna madera resonó. — Necesito esa bebida que prepara Beniamín, es la única que me hace controlar la sed. ¡Traeme una! ¡Ahora!— exigía como si tuviera poder alguno sobre la otra persona. ¿Hemaira? ¿Bebida? ¿Beniamín? Aquellas palabras en definitiva eran confusas para mí. Escuché como una puerta se cerró y un suspiro pesado se liberó. Sentía algo en mi brazo, de seguro era una de las prendas que rozaban con mi piel. Toqué exactamente ahí y... ¡Algo peludo! Grité, un grito de espanto salió de mi ser y abrí las puertas del armario con todas mis fuerzas, con los ojos bien apretados y dando vueltas por todo lado tratando de quitarme aquella cosa. Abrí mis ojos lentamente buscando la cosa en el suelo y... ¡Una araña! Grité aún más cuando de repente, un pie destripó aquella araña con fuerza. Levanté un segundo mi vista. Soy. Una. Estúpida. Salí del armario. ¡Por una araña! Y ahora, estaba frente al ases... Yo misma silencié mis pensamientos al verlo. — ¿Anker?.— pregunté, atónita con aquel ante mi vista. Su ropa estaba manchada constantemente de sangre, su rostro tenía algunas salpicaduras y su cabello igual. — No tienes idea en el infierno en el que has entrado, Ray.— negó varias veces con una sonrisa burlona en su rostro.— ¡He esperado tanto por esto!. [...]
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