Capítulo 1

4283 Words
No logro interpretar la mentalidad de las personas, su forma de razonar o la perspectiva desde que punto ven las cosas. Por ejemplo, mis padres. Es que quien estuviera en mi lugar se volvería loco, tratando de razonar y hacerlos entender. —Pero los mitos son sólo eso, mitos.— mamá sostenía su cara angustiada. —No son solo mitos, este lugar es terrorífico.— murmuraba papá mientras manejaba alrededor del pueblo, conociendo. Papá tiene su propio negocio, una ferretería que donde vivíamos tenía mucha producción de dinero debido a su posición. Mamá es modista. No tan reconocida pero gente con fortuna ha llevado sus trajes hechos a mano. Se nos hacía muy fácil cambiar de ciudad, anteriormente vivíamos en Florida. Y cuando digo anteriormente me refiero a hace unos días. ¿Por qué? Bueno, a mamá se le ocurrió la brillante idea de vivir en un pueblo lejano de la ciudad. Porque es más barato, la alacena se consigue a un mejor precio y las compras son más abundantes al ser un pueblo con poca distribución. Papá investigó mucho el lugar, le llevó dos meses buscar una casa aquí. Pero la consiguió. No era la gran cosa pero tenía sus ahorros, compró una casa grande de una planta que en su patio tenía una alberca grande y una mini casita de estar. El pueblo en sí, es pequeño, acogedor pero su aire no da buena espina. —¿Pasaremos comprando la cena?— le pregunté a mamá quien tenía su vista en el celular. —No lo sé, ¿qué dices Richard?.— por encima de sus lentes miró a papá quien pocas veces le prestaba atención.— ¡Richard!. —¡Ah mujer! A veces no puedes guardar silencio por un segundo.— se quejó y su cara de inmediato fue de desagrado. Yo decidí interrumpir.— ¿Habrá McDonald?— trataba de entablar conversación. —Puede ser, aunque no lo he visto.— respondió mamá, viendo hacia el frente. Son mayores, no les culpo su mal genio. Me tuvieron a una edad muy avanzada, papá tenía cincuenta años cuando embarazo a mamá de treinta y ocho años. O sea qué, papá tiene sesenta y ocho años y mamá tiene cincuenta y seis. Y como ya saben, a esa edad ya andan de mal humor. —Pasaremos a la ferretería, les dejaré dinero para que busquen algún taxi de vuelta después de hacer sus compras.— mamá asintió y papá estacionó su auto frente aquel lugar. El local que había alquilado era mediano y justo para el negocio de la familia. Me bajé del auto y subí a la acera de cuadros de concreto con cuidado. Esperé a que papá abriera la ferretería y nos adentramos en ella. —Se ve mejor aquí que en Florida, querido.— le comentó mamá a papá. Él sólo le dio una afirmación en murmuro. Me estresa la idea de escucharlos discutir. Salí de la ferretería para indagar más a fondo la cuadra y familiarizarme con el entorno. El día estaba soleado, pues claro. Estábamos en temporada de verano. Vi hacia el frente, había una fila repleta de personas que se dirigían hacia un cine. Para ser un pueblo pequeño, supongo que comprar tiquetes para entrar era todo un desafío de primera. Me gusta el lugar. Un choque en mi hombro borró por completo la visión tan perfecta que tenía sobre el lugar.— ¡Lo siento!— se disculpó, no me percaté que se le cayeron unas hojas. Amablemente me coloqué de cuclillas para ayudarlo. Su cabello era rubio, con algunos mechones que escapaban en su cara. Sus ojos grises chocaron con los míos a la misma altura. Nunca había visto unos ojos grises, ¿podrían ser lentes de contacto? —No te disculpes, andabas con prisa.— ojee por encima los papeles y era un currículum.— ¿Abb?— tartamudeé un poco al pronunciar su nombre. —Abbleigth.— mi mente aún no procesaba la palabra pero levemente me acostumbraba. ——¿Vienes a pedir trabajo?.— le pregunté, como siempre, de preguntona y entrometida. Lo pensó, me miró por un segundo y quitó su mirada de mí.— Si.— soltó, seco y sin siquiera tener la educación de mirarme. —Es mi padre, quizá puedo ayudarte.— interesado, eso lo hizo mirarme enseguida con una chispa en sus ojos. —¿En serio?.— sus ojos se abrieron de par en par y yo asentí.— Me ayudarías mucho, no tienes idea lo que he tratado de conseguir trabajo aquí en Herlic. Me ha costado mucho porque soy muy joven y a los empleadores siempre requieren mínimo un año de experiencia pero sé aprender, puedo trabajar duro.— empezó hablar, súper rápido.— mi madre crio un hombre fuerte, debo cuidarle ¿sabes? Porque está enferma, papá es un alcohólico y mi hermano menor sólo piensa en follar chicas y fumar. Hablé yo, sino, no iba callarse.— ¡Oh! Si que tienes una historia difícil amigo, ven.— lo tomé de la mano y lo llevé adentro con prisa.— ¡Papá! Él viene a conseguir trabajo aquí.— papá asomó su cabeza por encima de unos tablones y elevó sus ojos. —¿Tienes experiencia?.— él negó.— entonces no. Su vista se fue hacia el suelo. Elevé los ojos y suspiré.— Papá, tiene mi edad. Créeme que si yo consiguiera trabajo tampoco tendría experiencia en nada. Creo que deberías darle la oportunidad.— papá volvió asomar su cabeza. —Te pondré a prueba sólo porque mi hija lo dijo.— él me miró emocionado.— ¿Cómo te llamas?. —Abbleigth.— miré a mi padre y tenía la misma cara de confundido que yo al inicio al escuchar su nombre.— me pueden decir Abb.— mencionó, al ver que todos lo miramos extraño. —Bien Abb, inicias mañana a primera hora. Soy el señor Ray para ti y para todos.— Abb asintió emocionado y lo llevé afuera. —¡Muchas gracias! En serio, no tie…— cerró su boca y miró hacia atrás de mi, me quedé esperando que continuará pero toció.— debo irme, mañana yo vendré.— se dio media vuelta y se fue, me desconcertó su despedida tan inesperada. Así que miré hacia atrás. Un chico estaba justo detrás de mí, con una sudadera con capucha color n***o. Unos vaqueros rasgados totalmente pegados a sus piernas. Su mirada era, aterradora, penetrante… Sus ojos, también eran grises. Tenía un cierto aire a Abb. Su postura me heló pero necesitaba saber quien era.— ¿Por qué Abb salió corriendo apenas te vio?.— oh si, Lexei entrometida siempre. Él no respondió, me dio la espalda y empezó a caminar con sus manos en la sudadera.— ¡Hey! Chico engreído, acabas de espantar al primer amigo que hago en este pueblo de mierda. Y aún así me das la espalda. ¡No! ¡Qué bonito día!.— saqué mi sarcasmo a flote y él se detuvo, dio la vuelta y me miró, de nuevo. —Eres irritante y fastidiosa.— dijo, en un tono frío, perturbador, arrogante y misterioso. Elevé mis ojos, era obvio que él me irritaba a mí desde que espantó al chico.— ¿Me conoces al menos? —Desde afuera huele tu alma.— extrañamente en este pueblo todos son misteriosos y sus frases también. —¿Qué te pasa eh? ¿Te hizo daño mamá? ¿Por eso te la desquitas con la gente fuera de círculo social? Si es que acaso tienes círculo social porque a como luces y eres, no creo que tengas muchos amigos.— ¡bam! Lexei 1 Desconocido 0 —No le hables a Abb, él no es como tú.— respondió y me sonrió, pero no una sonrisa buena. Sino aquella sonrisa aterradora y forzosa que fingía simpatía escondiendo un misterio atrás de ella. —¿Quién eres tú para decirme a mi a quién debo o no hablarle? ¿Obama?. Porque ni Obama podría controlar mi vida.— mis argumentos son más estúpidos que yo misma.— Es más, ni mis padres pueden hacerlo. Él rió.— Soy Anker, Lexei.— se sabía mi nombre.— Y estás en mi territorio, no te acerques demasiado.— soltó y se subió a una motocicleta que estaba al lado de la acera. Sólo me quedé mirándolo donde iba sin responderle. Efectivamente que se supiera mi nombre me congeló. Soy nueva y nadie debería de saber mi nombre. —¡Qué huevos tienes amiga!— una voz femenina me llamó la atención, mire hacia atrás y estaba una chica pelirroja, con pequeñas pecas en sus mejillas.— Nadie le había hablado así jamás a Anker, le temen. Era simpática. Como Abb.— ¿Por qué le temen?.— pregunté desconcertada. —Es un chico misterioso, nadie se le acerca. En clases, él se sienta solo y nadie se atreve a tomar lugar a su lado.— en Florida, eso es un chico rudo. —¿Por eso el chico que hablaba conmigo salió corriendo?.— arquee una ceja y ella soltó una pequeña risa triste. —¿Abbleigth?— asentí.— él es su hermano mayor, le teme. No lo deja tener amigos, creo que por eso es tan nervioso cuando alguien comparte palabras con él.— maldito Anker, es su hermano y lo quiere aislar del mundo. —Soy Lexei, acabo de mudarme aquí.—dije evadiendo el tema, ella extendió su mano y yo la estreché. —Soy Julia, y toda mi vida he vivido aquí.— me reí y ella siguió mi risa. Sus mejillas marcaban los hoyuelos bien definidos, su piel pálida le hacía contraste a su cabello. ——¿Dónde vivías antes?— también le gustaba hacer preguntas. Creo que aquí había una amiga única e igual a mi. —Florida, mamá decidió mudarse a este pueblo que no me da buen aire.— resople mirando todo a mi alrededor, ella sonrió. —Herlic no da buen aire y se ve algo misterioso, pero te aseguro que lo único raro aquí es Anker.— sus bromas eran buenas que una carcajada salió por mis labios.— Me la tiro de valiente aquí y frente a él me congelo.— negó repetidas veces aún sonriendo. —¿Vas a la secundaria?— indagué un poco más allá de lo que debía. —Si, ¿ya hiciste la matrícula en el Instituto Diokles?— asentí, mamá me había mencionado ese instituto pero no recordaba su nombre. Hasta extraño se escucha.— Mañana es el inicio de clases, espero verte ahí.— me extendió una sonrisa de oreja a oreja. —¿Vives cerca de aquí?.— ella negó risueña. —Estoy a unas cuadras de aquí, calle Lemper, ¿Aún no conoces allí? Es un barrio muy lindo. —De hecho justo en esa calle está la casa que mis padres compraron.— ella abrió sus ojos emocionada. —¡Qué emoción! Tengo una amiga nueva.— estaba tan emocionada que me abrazó, me quedé quieta e inmóvil ante el tacto. No soy una persona afectiva y las muestras de amor me hacen sentir incómodas. Quizá sea porque mis padres son resguardados. Por esa razón sigo virgen y nunca he tenido novio. —¡Lo siento! Me emocioné.— se disculpó sin perder su sonrisa.— ¿Nos vamos juntas?— me pregunta y yo asiento, no me haría mal caminar y así conozco más el lugar. —Déjame avisarle a mis padres. Me dirigí a avisarles, mamá no estaba convencida pero aceptó al final. Y papá me brindó dinero para que me comprara algo en el camino. Papá ha sido algo libertino desde que cumplí dieciocho, dice que debo aprender a enfrentar la vida por mi propia cuenta y aprender a no depender de ellos porque no estarán toda la vida junto a mi. Eso me desanima porque solo el hecho de imaginarlos en una caja de madera que será cubierta y enterrada por tierra me aterra. Creo que si he creado un vínculo muy grande emocionalmente hablando hacia ellos. Volviendo al presente: Las calles estaban pavimentadas, los locales estaban sobre la acera de ladrillos. Algunos carros estaban parqueados sobre vía. Un vestido en el mostrador de una tienda llamó mi atención, me detuve a describirlo mejor. Era blanco, muy arriba de las rodillas con una abertura al lado izquierdo casi que mostrando las pantis, el escote era abierto con perlas. Estaba enamorada de un vestido y debía adquirirlo. ¿Se imaginan mi cuerpo ahí dentro? Me caso conmigo misma. Creo que esas eran unas de mis ventajas y lo que atraía a los chicos. Porque yo no era tan perfecta pero mi silueta claramente ayudaba mucho a mi imagen. Mencionando también el cutis tan perfecto que adquirí gracias a los cuidados que mamá le daba a mi rostro en la pubertad. ¡Bendita pubertad! —¿Lexei?— la miré. —Ya vengo. Entré a la tienda, una campana sonó apenas abrí la puerta. Habían muchos conjuntos, vestidos y zapatos en todas las paredes. Era una tienda de mujeres, no de caballeros. —¿Se te ofrece algo?— arrogante, esa voz la reconocería en todo lugar. —¡Qué bien! ¡Lo que me faltaba!.— sarcásticamente hablé y él no se inmutaba. —¿Se te ofrece algo?— volvió a preguntar, dejando de lado mi comentario. —Ese vestido.— señalé el mostrador y él soltó una risa burlona. Sus hoyuelos definidos bajo esa mandíbula marcada se mostraron. Se veía amable cuando sonreía pero era un estúpido pedante. —¿Para ti?— me señaló y arquee una ceja, mirándolo mientras se reía.— No te va, te verías rara.— abrí mi boca para hablar pero me interrumpió.— No está a la venta.— mi rostro se contorsionó en enojo. Cesó su risa después de segundos, ¿cómo podía cambiar de ánimo tan rápido? Lo detallé mejor, estaba sin su capucha que prácticamente lo cubría todo. Sus ojos eran grises, sus cabellos eran castaños, su piel era pálida, muy pálida. Sus labios eran gruesos, carnosos. Su mandíbula estaba definida y marcada. Su franela sin mangas dejaba al descubierto sus músculos marcados. ¿Iba al gimnasio? O si no iba tenía que hacer algún ejercicio para que su cuerpo se mostrará de esa forma. Es totalmente perfecto. Estaba en forma, con razón Abb dijo que su hermano sólo pensaba en follar chicas. Claro, un típico mujeriego que solo piensa en las mujeres como algo s****l. —¿Te vas a quedar ahí viéndome mientras se te caen las babas?— mis energías no fallan, eran egocéntrico. —No todo gira a tu alrededor.— me limité a contestar. —¿Entonces porqué me diste un recorrido con tus ojos?— preguntó. Estaba serio, tenía ojeras. —¿Anker? ¿Qué haces aquí? ¿No tenías que ir con Beniamín hoy?— una señora de baja estatura salió por una puerta que había dentro de la tienda. Apenas notó mi presencia sonrió de oreja a oreja.— ¿Qué te dijo este muchacho? ¿Te atendió bien?— le sonreí victoriosa a Anker. Era mi turno de darle una paliza por los huevos y hacerlo sufrir. —No, de hecho se burló porque quería comprar ese vestido.— señalé el vestido en el mostrador y mi sonrisa cada vez se extendía más.— debería de ver bien el personal que contrata para laborar aquí.— ella me dio una sonrisa tierna y asintió. Mostré mis dientes en una sonrisa muy forzada. No tenía ánimos de sonreírle amablemente. Dios, este chico de verdad alteraba mis nervios. —Es mi hijo, le pido disculpas por él. A veces no se controla.— ahora él sonrió victorioso, era su madre. Me quedé helada, no sé parecía en nada a él. No tenía ni un rasgo suyo.— pero venga, puede probarse el vestido si así lo desea.— yo asentí y la seguí sin quitar mi mirada de Anker. No llevaba ni una hora de conocerlo y ya existía la rivalidad entre los dos. Pero como siempre, él es un tema irrelevante para mí. La mayoría de las personas creen que tienen alguna importancia en mi vida, pero no es así. En este mundo la única que debe de importarme soy yo, quizá suene un poco egoísta y narcisista pero es mi personalidad y desde que tengo memoria he tenido el mismo pensamiento. Hasta mis padres son irrelevantes la mayoría del tiempo y eso que ellos me han dado la vida. Estoy concentrada más que todo en mí, en lo que vista, en cómo actuó. Muchas personas tienen la perspectiva de que soy un poco egocéntrica, pero no es así, solo ando en mi mundo y en él nadie ha logrado entrar. Sólo él. La única persona que logró descongelar una parte pequeña de mis sentimientos, pero desde que ya no está presente en mi vida volví a ser la misma chica poco afectiva y sin creencias en el amor. En esas cosas tan cursis que la mayoría de las personas pintan como algo de colores. Cuando en realidad es un mundo tan sucio donde sólo eres feliz por momentos. ¿Para qué ser feliz por momentos dependiendo emocionalmente de una persona? Cuando en realidad yo puedo ser feliz conmigo misma y no sólo por momentos. Puedo ser feliz caminando, leyendo, escribiendo, comiendo… y lo mejor de todo eso es, que voy a estar sola sin terceras molestias que me intenten dar afecto engañoso. En otras palabras, soy feliz por mi misma, estoy completa conmigo misma, ya los demás son extras en mi vida. —Eres nueva aquí, ¿cierto?— la voz de la señora me sacó de mis pensamientos, enseguida la miré. —Si, recién me mude junto a mis padres.— la mirada de Anker estaba centrada en mi, como si leyera mis pensamientos, su rostro no inmutaba alguna emoción. Él sólo arqueo una ceja y salió de la tienda sin decir nada. —Es un poco raro, siempre ha sido distante con todas las personas. No te asustes.— empezó a contar la señora mientras bajaba el vestido.— las personas piensan que los va asaltar o que cometerá algún crimen.— se rio y yo le seguí el juego.— pero no es así, sólo es un chico que no le gusta relacionarse con casi nadie. Se veía una chispa de tristeza en su mirada, un poco de amor y decepción hacia su hijo. Claro, hasta yo siendo su madre sentiría lo mismo.— ¡Pruébatelo!— lo tomé y fui al vestidor. Desabroche mi pantalón y lo deslice por mis pies, me quité la camisa por los encima de mis hombros quedando en ropa interior. Tomé el vestido y me lo empecé a colocar. Lo acomodé y miré al espejo. ¡Oh Dios mío! ¡Me queda fantástico! Mis piernas quedan ajustadas a la perfección, la abertura en la pierna llega hasta mis pantis sin dejarlos a la vista. Y mis pechos rellenan justo el escote. Como mencioné, mi figura era perfecta dentro del vestido, estaba maravillada con este vestido. Me lo quité y volví a colocarme mi ropa. Salí del vestidor. En un mostrador la señora estaba tomando unos apuntes, levantó su mirada apenas escuchó la puerta cerrarse. —¿Qué tal?— le sonreí alegremente. —¡Me lo llevó!— chillé emocionada y ella aplaudió.— ¿cuánto le debo?— ella buscó la etiqueta en el vestido. —Cincuenta dólares con veinticinco centavos.— busqué el dinero que papá me entregó y lo pagué. Ella lo empacó, y me lo entregó.— ¡Muchas gracias por tu compra!— me agradeció y yo asentí. Salí de la tienda y Julia estaba justo allí esperándome. —¡Al fin! Me convertía en piedra.— hizo gesto dramático y me reí.— ¿Te enfrentaste a Anker de nuevo? Lo vi salir de la tienda.— comenzamos a caminar. —Así es, olvidaste mencionarme que su madre era la dueña de la tienda.— era un detalle importante que pasó por alto. —Te emocionaste tanto al ver el vestido que no me diste tiempo de decirte que la señora Blate era la dueña.— negó riendo. —¿Blate? ¿Anker y Abbleigth Blate?— ella asintió.— hasta su apellido es extraño. —Espera a escuchar el de su padre.— la miré. —¿Cómo se llama?.— pregunté. —Harkor, y su madre Abby. —Al menos el de su madre es más común.— asintió. Empecé analizar sus nombres, su padre se llama Harkor y su hijo menor Anker. Su madre se llama Abby y su hijo menor Abbleigth. Si nos ponemos a ver bien los nombres, el de su padre es similar al de Anker y el de Abbleigth es similar al de su madre. ¡Qué cool! Necesitaba padres así, pero no quisieron darme ni una hermana. Me decían que conmigo tenían suficiente porque yo era muy berrinchosa aunque no les creo. Es poco probable porque actualmente soy una chica bien portada. Y no es una broma, soy muy aislada de las personas y mi mundo social es reducido. Aunque actualmente aquí en Herlic no tengo amigos. —¿Compraste el vestido, cierto?— asentí levantando la bolsa.— lo puedes usar en la fiesta de inicio de clases.— arquee una ceja y la miré mientras nos deteníamos en la esquina a esperar que el semáforo peatonal nos diera el verde. —¿En el instituto hacen fiestas?.— ella soltó una carcajada y me miró. —No, ¿cómo crees?.— empezó a reír más. Algo bueno de Julia era que nunca me cansaría de reír junto a ella. Es muy simpática.— la fiesta la hace el más popular del instituto, Harry Just. Su padre actualmente es el que tiene más dinero en Herlic y su casa es una mansión. Es allí donde organiza las fiestas y asisten todos los del insti sin importar su rango social.— viéndole en lado bueno a esto, no eran personas crueles. Aceptaban a todos sin importar cuanto dinero tenían. —¿Cuándo será?.— le pregunté. —El viernes, a las siete.— le di una afirmación.— Podemos ir juntas si quieres, puedes venirte conmigo después del instituto hacia mi casa. Llegará mi amiga, te la presentaré. Le caerás bien.— me sonaba mucho la idea. Debía lucir ese vestido. —Iré, lo prometo.— ella me dio un asentimiento de cabeza y el resto del camino conversamos diversos temas. Me dio recomendaciones para sobrevivir en el instituto, puesto que era un poco difícil los primeros días cuando uno es nuevo porque los de rango popular humillaban el resto. Pero, chocaron con pared conmigo. Porque no me les voy a dejar. Me despedí de Julia luego de cruzar la calle que daba a mi casa. Las luces estaban encendidas y el auto de papá estaba estacionado. Llegaron primero que yo, el día empezaba acabarse y el sol empezaba a ocultarse. Entré a casa, se escuchaban voces en la cocina así que me aproxime.— Es extraño, nunca había escuchado hablar tan detalladamente de Florida.— una señora de tez morena estaba hablando con mamá quien estaba picando unas verduras. Supongo que hacía la cena. —¡Hola mamá!— las sorprendí. —Hola hija, ella es Helena, es nuestra vecina.— le sonreí. Me devolvió la sonrisa más falsa que pude haber visto. Desde afuera se veía que su aura era dañino. —Estaré en mi habitación, madre.— no obtuve respuesta de parte suya así que decidí encerrarme en la habitación. Algunas cosas seguían en las cajas apiladas. Pero mi cama estaba libre, así que me tumbe en ella de espalda con los brazos extendidos. Mire al techo. Aquellos pensamientos regresaron a mi mente como una ráfaga que ya no me destrozada. Solo era algo imposible de olvidar. Flashback. —¿Por qué no me das un beso?.— negué repetidas veces entre risas. —Eso es malo, muy malo.— le respondí, una sonrisa pícara empezó a dibujarse en sus labios. —Te deseo Lex, y te amo con todas las fuerzas del mundo.— apretaba aún más su mano en mi cintura. —No lo hagas, te harás daño.— mis palabras le dolían, yo lo sabía. Su mirada lo delataba. —Cuando se trata de ti, podría recibir todo el daño posible. ¿Por qué te cuesta tanto amarme también?.— se separó de mí, una necesidad inmensa de que me tuviera en sus brazos me envolvió, no sé qué me sucedía. Se colocó ambas manos en su cabeza buscando pensamientos que respondieran la pregunta que yo no podía responder. —Porque el amor no existe.— fría, seca, sin aliento. Eso era yo. —Existe, ¿cómo explicas lo que siento por ti?. Yo te amo Lex, te amo con cada parte de mi cuerpo. Cada latido de mi corazón me confirma que esto es real. Esto es amor.— una lágrima curveaba su mejilla. —Lo siento. Fin Flashback Me duele el hecho de no haber querido corresponder en ese momento, y cuando tuve la oportunidad de hacerlo…se fue. Eso nunca me lo perdonaré, por eso ante su tumba prometí nunca volver a dañar a nadie con afecto, porque eso duele y mata en reiteradas ocasiones.
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