Livia
Por suerte para nosotras, vi un destello oscuro moverse frente a mí. Sin dudas, era él, el hombre de mis visiones que avanzaba con determinación por las calles, aparentemente ajeno a los peligros que lo rodeaban.
—Ahí está —susurré a Kira, señalando al hombre en la distancia.
Ella se sorprendió, sus ojos siguiendo mi señal.
—¿Cómo puede ser tan ingenuo y caminar como si nada en este mundo? —murmuré, asombrada por su aparente despreocupación.
Kira esbozó una sonrisa torcida.
—Tal vez no se da cuenta del peligro en el que se encuentra —respondió, sus alas agitándose ligeramente.
Sin perder más tiempo, me moví rápidamente, siguiéndolo entre las sombras. Mantuve la distancia, asegurándome de que no se diera cuenta de mi presencia. Kira se quedó atrás, lista para intervenir si era necesario.
Cuando lo vi entrar en un callejón oscuro, aceleré mi paso. La oportunidad era perfecta. Aproveché la penumbra y el aislamiento del callejón para lanzarme sobre él. Sujeté su brazo detrás de su espalda con una fuerza que solo un demonio podía tener, y enredé mi otra mano en su cabello n***o, tirando hacia atrás.
—¿Qué demonios...? —preguntó, sorprendido por el ataque.
Su aroma me golpeó de inmediato. No era un humano, ni tampoco un demonio ordinario. Lo reconocí al instante.
—Un maldito caído —susurré cerca de su oído, dejando que la repulsión se filtrara en mis palabras.
Él olfateó el aire, notando mi esencia.
—Demonio —gruñó, su voz cargada de desprecio.
—Tú y yo tenemos una charla pendiente —dije, apretando su brazo con más fuerza.
—No sé de qué hablas —replicó con sarcasmo. —¿Siempre atacas a extraños en callejones oscuros?
—Solo a los que huelen a problemas —respondí, sin soltar mi agarre.
Él se quedó en silencio por un momento, evaluando la situación. Podía sentir su mente trabajando, tratando de comprender quién era yo y qué quería de él.
—Mira, si quieres una pelea, tendrás que hacer algo mejor que esto —dijo finalmente, su tono sarcástico apenas ocultando su incomodidad.
—¿Fingiendo valentía, caído? —repliqué. —Sé que estás buscando algo. Un arma. Algo extremadamente peligroso.
Él se tensó al escuchar mis palabras, una reacción que no pasó desapercibida para mí.
—No sabes de lo que hablas —dijo con un tono defensivo, pero su reacción lo delataba.
—¿Ah, no? —repliqué. —Porque tengo la sensación de que sí. He visto cosas. Cosas que me llevan a ti y a esa arma. Ahora, ¿me vas a decir lo que sabes o tendré que sacártelo por las malas?
Él respiró hondo, claramente debatiéndose entre la lucha y la cooperación.
—Si sueltas mi brazo, podemos hablar —propuso finalmente, su voz firme pero sin rastro de miedo.
Lo consideré por un momento antes de aflojar mi agarre, aunque no lo solté del todo. Mantener el control era importante, pero también necesitaba respuestas.
—Habla —ordené, lista para cualquier intento de engaño.
Él giró ligeramente la cabeza, sus ojos encontrando los míos con una intensidad que me sorprendió.
—Si estás buscando el arma, nuestros objetivos podrían no ser tan diferentes. Pero necesito saber más sobre ti antes de confiar en tus palabras —dijo con calma.
—Confianza no es una palabra en mi diccionario —dije, mis labios curvándose en una sonrisa sarcástica. —Ahora, dime qué sabes antes de que pierda la paciencia.
Me miró con un brillo burlón en los ojos, claramente disfrutando de la tensión.
—¿Por qué debería decirte algo? —replicó. —No tengo la costumbre de confiar en demonios, especialmente en aquellos que piensan que pueden intimidarme.
Solté una carcajada, mi mano aún aferrada a su brazo la otra enredada en su cabello.
—¿Intimidarte? —dije, apretando mi agarre en su brazo. —Si quisiera intimidarte, estarías rogando por tu vida en este momento. Pero, en vez de eso, aquí estamos, hablando como si fuéramos viejos amigos.
—Qué lástima que no sea así —respondió, su tono cargado de veneno. —No me interesa ser amigo de alguien cuya existencia se basa en la corrupción y el engaño.
—Bueno, al menos soy honesta sobre lo que soy —respondí, acercándome lo máximo posible a su oreja, teniendo en cuenta que era más alto que yo. —No como tú, que prefieres esconderte detrás de una fachada de nobleza caída.
Él giró su cabeza lo que pudo mientras lo tenía atrapado contra la pared, mirándome con una mezcla de desprecio y desafío.
—Prefiero ser un ángel caído que un demonio mentiroso —dijo. —Al menos, nosotros teníamos un propósito antes de ser traicionados.
—¿Propósito? —espeté. —Sí, claro, obedecer ciegamente a un padre que ni siquiera está presente para ver en lo que te has convertido. Patético.
Su expresión se endureció, y vi un destello de ira en sus ojos.
—Hablas mucho para alguien con el único propósito es sembrar el caos y la destrucción —dijo con sarcasmo. —Al menos, nosotros teníamos un ideal.
—¿Y qué te queda ahora? —respondí con burla. —Un ideal roto y una misión que nunca podrás completar. A diferencia de ti, yo sé quién soy y acepto mi naturaleza.
—Tu naturaleza es patética —dijo con frialdad. —No eres más que una sombra de lo que podrías haber sido si no te hubieras rendido a la oscuridad.
—¿Y qué hay de ti? —continué, acercándome más. —Eres un ángel caído, desterrado y rechazado. No eres mejor que yo. Solo eres un peón en un juego más grande que tú.
—Al menos, no me arrodillo ante la oscuridad por un poco de poder —respondió con desprecio.
La ira burbujeaba dentro de mí, pero la mantuve bajo control. Este intercambio de palabras hostiles no nos llevaría a ninguna parte, pero no podía evitar sentir la necesidad de ponerlo en su lugar.
—Puede que seamos diferentes en nuestra naturaleza, pero en este momento tenemos un objetivo común —dije, respirando hondo para calmarme. —Encontrar esa arma. Y créeme, no pienso dejar que alguien como tú se interponga en mi camino.
Él me miró fijamente, sus ojos llenos de desdén.
—Tampoco yo permitiré que una demonio se apodere de algo tan peligroso —dijo. —Pero por ahora, parece que estamos en un pequeño lío por aquí. Solo ten en cuenta que en cualquier momento podría cambiar de opinión y no ayudarte.
—Lo mismo va para ti, caído —respondí. —No pienses que puedes confiar en mí. Pero por ahora, necesitamos la información que ambos tenemos. Así que, empecemos de nuevo. ¿Qué sabes sobre el arma?
Se quedó en silencio por un momento, sopesando sus opciones. Finalmente, habló, aunque con evidente renuencia.
—Sé que está oculta en un lugar protegido por un hechizo antiguo —dijo. —Un lugar que solo puede ser encontrado por aquellos que conocen la verdadera naturaleza del arma.
Lo observé detenidamente, buscando signos de engaño. Sin embargo, algo en su mirada me hizo dudar. Quizás, después de todo, podríamos tener un propósito común.
—Livia, suéltalo —dijo Kira, apareciendo en la entrada del callejón. —Si nos mentimos, no llegaremos a ninguna parte.
A regañadientes, lo solté y retrocedí un paso, manteniendo mi guardia alta.
—Muy bien, caído —dije, cruzando los brazos sobre mi pecho.
Él se frotó el brazo, mirándome con una mezcla de desprecio y desafío. Luego, me examinó de arriba a abajo, una sonrisa ladeada cruzando su rostro.
Antes de que pudiera reaccionar, dio un paso atrás y, con un destello de energía, desapareció en la oscuridad del callejón, dejándome a mí y a Kira solas.
—¡Maldito caído! —maldije, pateando una piedra con frustración.