Livia
La música retumbaba en mis oídos mientras las luces estroboscópicas pintaban destellos de colores en la abarrotada pista de baile.
La discoteca del Inframundo, conocida como "El Abismo", era un refugio para demonios y humanos por igual. Aquí, las barreras se desvanecían, y todos se entregaban a sus más oscuros deseos. Desde mi posición en la zona VIP, observaba a la multitud con una mezcla de aburrimiento y desdén.
Sentada en un lujoso sillón de cuero rojo, jugueteaba con una copa de vino en la mano, su contenido reflejando las luces parpadeantes. A mi alrededor, otros demonios reían y bebían, disfrutando de la decadencia que solo El Abismo podía ofrecer.
Era un espectáculo constante de hedonismo y exceso, pero para mí, era solo una distracción temporal.
Miré a los humanos en la pista de baile, algunos tentados por la promesa de poder y placer, otros simplemente perdidos en el momento, esos no podían imaginar la verdadera naturaleza de aquellos con quienes compartían este espacio. Para ellos, solo éramos figuras atractivas y misteriosas en una noche de fiesta interminable.
De repente, una ola de energía me golpeó, sacudiéndome hasta lo más profundo de mi ser. Solté la copa, que cayó al suelo y se rompió en mil pedazos. La visión se apoderó de mí, forzándome a cerrar los ojos mientras imágenes vívidas se desplegaban ante mí.
La visión me mostró fragmentos de una batalla antigua, ángeles y demonios enfrentándose con furia desatada. Un ángel moribundo, desesperado, ocultaba un objeto de inmenso poder, sellándolo con un hechizo. La imagen del arma destellaba en mi mente, un objeto que podría cambiar el curso de nuestra existencia.
Vi destellos de n***o azabache y celeste del cielo, colores que parecían luchar entre sí por el dominio. Sentí el poder del arma peligrosa, oculta en algún lugar, esperando ser descubierta.
Abrí los ojos de golpe, jadeando. La intensidad de la visión me dejó aturdida, pero también me llenó de una determinación renovada. Sabía que lo que había visto era real, una advertencia y una guía.
Antes de que pudiera moverme, un demonio de alto rango se acercó a mí. Su presencia era imponente, con un aire de autoridad que pocos podían igualar. Se inclinó hacia mí, sus labios rozando mi oído mientras susurraba:
—Livia, hace mucho que no te veía por aquí. ¿Qué tal una noche juntos?
Justo cuando iba a responder, sentí sus labios en mi cuello, suaves y exigentes a la vez. Su mano se deslizó por mi espalda, haciéndome estremecer por el poder que emanaba de sus dedos.
La tentación de quedarme con él, de dejarme llevar por un momento de placer y distracción, era fuerte. Después de todo, en el Inframundo, el placer y la tentación eran moneda corriente.
—¿Es así como tratas a todas las chicas que encuentras? —pregunté con una sonrisa juguetona, dejándome llevar momentáneamente.
Él rió, su mano firme en mi cintura.
—Solo a las más hermosas —respondió, sus labios buscando los míos.
Le permití un momento más, disfrutando del juego, antes de empujarlo suavemente, manteniendo la distancia.
—Lo siento, querido, pero tengo asuntos más importantes que atender esta noche.
Él frunció el ceño, claramente molesto por mi rechazo, pero también intrigado.
—¿Más importantes que yo? —preguntó, con una mezcla de incredulidad y arrogancia.
—Mucho más importantes —respondí, dándole un beso rápido en la mejilla antes de apartarme. —Quizás en otra ocasión.
Me alejé de él, sintiendo su mirada clavada en mi espalda. Sabía que volveríamos a cruzarnos, pero por ahora, tenía prioridades más urgentes.
Recorrí el club buscando a mi amiga, una demonio de bajo rango con la apariencia de un hada oscura. La encontré en una esquina, riendo con un grupo de demonios menores, su pequeña figura irradiando una energía traviesa y encantadora.
—Kira, necesito hablar contigo —dije, interrumpiendo su conversación.
Ella levantó la vista, sus ojos brillando con curiosidad. Con un movimiento elegante, se despidió de sus compañeros y se acercó a mí.
—Livia, siempre tan misteriosa —dijo con una sonrisa. —¿Qué pasa?
Le tomé del brazo y la llevé a un rincón más tranquilo, lejos del ruido y las miradas indiscretas.
—He tenido otra visión —le dije en voz baja.
Mientras Kira y yo nos alejábamos del bullicio del club, mi mente seguía dándole vueltas a la visión que acababa de experimentar. No era la primera vez que tenía visiones, pero esta era diferente. Esta vez había una pista clara que seguir, algo tangible en lo que concentrar mi búsqueda.
Desde aquella noche con Lucifer, las visiones habían comenzado a atormentarme.
Había buscado respuestas, preguntado discretamente a otras que también habían compartido momentos con él, pero ninguna parecía sufrir las mismas visiones. Me preguntaba a menudo por qué yo era la única, cuál era el propósito de estas revelaciones.
—Livia, ¿estás bien? —preguntó Kira, su voz suave rompiendo mis pensamientos.
—Sí, solo estaba pensando en cómo todo esto comenzó —respondí, apretando ligeramente su brazo para asegurarle que estaba bien. —Las visiones, la conexión con Lucifer… todo parece tan confuso a veces.
Kira asintió, sus alas oscuras rozando mi hombro mientras caminábamos por las calles iluminadas por los últimos rayos de sol. Sabía lo mucho que había significado para mí esa noche, lo que había cambiado en mi vida desde entonces.
—Recuerdo cuando me contaste sobre la primera visión —dijo Kira, sus ojos brillando con preocupación y curiosidad. —Desde entonces, hemos seguido cada una, tratando de entender por qué te sucede esto. Pero esta vez parece... diferente.
Asentí, recordando la desesperación y la esperanza que había sentido al mismo tiempo cuando comenzaron las visiones. Eran tanto una maldición como una guía, mostrándome fragmentos de un futuro incierto, dándome pistas que a menudo resultaban ser peligrosas.
—Esta vez hay una pista clara —le dije.
Kira frunció el ceño, pensando en nuestras siguientes acciones.
—¿Sabes dónde podemos empezar a buscar? —preguntó.
—La biblioteca escondida en el Cielo. Vi al hombre allí en mi visión. Es un lugar conocido por ser un refugio de conocimiento prohibido. Si él está buscando respuestas, es probable que vuelva allí.
Kira asintió, su resolución reflejando la mía. Había sido mi compañera constante en esta búsqueda, ayudándome a descifrar las pistas y a seguir adelante cuando todo parecía perdido.
—¿Qué crees que significa esta visión en particular? —preguntó Kira, sacándome de mis pensamientos.
—No estoy segura —admití, —pero tengo la sensación de que ese hombre, es clave. Su búsqueda del arma podría ser la pieza que necesitamos para entender por qué tengo estas visiones. Además, si el arma es tan poderosa como parece, no podemos permitir que caiga en las manos equivocadas.
Llegamos a una pequeña plaza oscura, un remanso de tranquilidad en medio del caos del Inframundo. Me detuve un momento, observando la fuente en el centro, su agua negra reflejando las luces parpadeantes de los edificios cercanos.
—Vamos a necesitar toda la ayuda que podamos conseguir —dijo Kira, su voz firme. —No será fácil infiltrarse en la biblioteca del Cielo, y menos aún encontrar al hombre sin levantar sospechas.
Sonreí, agradecida por su apoyo incondicional.
—Lo sé, pero confío en que juntas podremos hacerlo. Siempre hemos sido un buen equipo, Kira. Esta vez no será diferente.
Ella asintió, su confianza inquebrantable dándome fuerzas.
—Vamos entonces. Tenemos un hombre que encontrar y un arma que asegurar.
—Tal vez tengamos suerte y me lo pueda comer después —se burló ella, haciéndome sentir arcadas por su dieta.