Capítulo 26

1325 Words
Andrea Entramos a la casa y una ola de tranquilidad nos envolvió de inmediato. Hacía mucho tiempo que no venía aquí, y la familiaridad del lugar me trajo una mezcla de nostalgia y consuelo. Sentía como si cada rincón de la casa susurrara recuerdos pasados, algunos felices y otros más agridulces, pero todos formando parte de mi historia. Le mostré a Chris cada espacio con una sonrisa, sintiendo su curiosidad y aprecio por el lugar. La pequeña sala estaba decorada con muebles cómodos y algunos libros apilados en una estantería. La cocina, aunque modesta, estaba bien equipada, y el comedor, con su mesa de madera, tenía un aire acogedor. —Es un lugar perfecto para desconectar —comentó Chris, tocando los respaldos de las sillas con admiración. —Sí, lo es. Me encanta la paz que se respira aquí —respondí, llevándolo hacia las habitaciones. Le mostré las dos habitaciones. La principal, con una cama grande y ventanas que dejaban entrar la luz del sol, tenía un encanto sereno. La habitación de Tomy era más pequeña, pero igual de acogedora, con una cama individual y algunos cuadros en las paredes. —Esta será nuestra habitación —dije con una sonrisa, señalando la principal, mientras avanzábamos por el pasillo. —Este es mi rincón favorito —confesé, abriendo la puerta que daba al jardín. El patio era un oasis de tranquilidad. La barbacoa de ladrillo estaba a un lado, lista para asados veraniegos, y la piscina climatizada brillaba bajo el sol que se filtraba por el techo transparente, habíamos colocado la estructura sobre la piscina para poder disfrutarla en invierno también. Los detalles de este lugar, desde la vegetación cuidada hasta el mobiliario exterior, eran obra de mi ex marido, que había querido crear un espacio ideal para descansar. Pese a los sentimientos encontrados, me alegraba que me hubiera dejado esta casa tras el divorcio. Había sido su decisión, ya que él había comprado otra casa para su nueva familia. —Es increíble, Andrea. Realmente, un pequeño paraíso —dijo Chris, acercándose a la piscina y tocando el agua con la mano. —Sí, y ahora es nuestro pequeño paraíso por unos días —respondí, sintiendo una ola de gratitud por tenerlo aquí conmigo. —¿Te parece si voy a comprar algunas cosas para el almuerzo? —le pregunté, no quería molestarlo si quería acomodarse. —Voy contigo —respondió Chris sin dudarlo, su sonrisa radiante. Salimos de la casa tomados de la mano, disfrutando del aire fresco y del sonido lejano de las olas. Las calles del pequeño pueblo estaban tranquilas, solo algunos habitantes paseaban o realizaban sus actividades cotidianas. —Este lugar es encantador —comentó Chris mientras caminábamos. —Tiene un aire casi mágico. —Sí, siempre me ha parecido así. Es como si el tiempo se moviera más despacio aquí —respondí, sintiendo la misma sensación. Llegamos al pequeño negocio, una tienda de abarrotes que parecía sacada de otra época. El cartel de madera colgaba sobre la puerta, y una campanilla sonó cuando entramos. El aroma a pan recién horneado y especias nos recibió, envolviéndonos en un ambiente cálido y acogedor. —Hola, Andrea —nos saludó el dueño del lugar, un hombre mayor con una sonrisa amable. —Hace tiempo que no te veía por aquí. —Hola, don Manuel. Sí, hacía tiempo que no venía. Él es Christopher, mi... amigo —dije, presentándolos. —Encantado de conocerte, Christopher —dijo don Manuel, estrechándole la mano. —Cualquier amigo de Andrea es bienvenido aquí. Chris sonrió y agradeció, mientras tomábamos un carrito para empezar a llenar con lo que necesitábamos. Paseamos por los pasillos, eligiendo verduras frescas, pasta, algunas carnes y, por supuesto, una botella de vino para acompañar. Cuando estábamos a punto de pagar, escuché una voz familiar detrás de nosotros. —¿Andrea? Me giré y vi a Juan, mi ex marido, de pie en la entrada de la tienda. La sorpresa se reflejó en su rostro tanto como en el mío. —Juan, ¿qué estás haciendo aquí? —pregunté, tratando de mantener la calma. —Pensé que estabas fuera del país por una semana —añadí, sintiendo un nudo de inquietud formarse en mi estómago. —Eso era el plan, pero surgieron algunos asuntos que tuve que atender aquí —respondió, con una sonrisa que no alcanzó a sus ojos. Sentí la mano de Chris apretarse ligeramente en la mía, brindándome apoyo. Juan notó nuestra cercanía y su expresión se endureció por un instante. —¿Y tú quién eres? —preguntó, dirigiéndose a Chris. —Soy Christopher, el novio de Andrea —respondió con calma, extendiendo la mano hacia Juan. Juan la estrechó, aunque su gesto fue tenso. —Así que... novio —repitió, mirando nuevamente hacia mí. —No tenía idea. —Ya nos vamos a la casa. Si necesitas algo, puedes llamarme más tarde —dije, tratando de evitar una confrontación en medio de la tienda. —Claro, no quiero interrumpir —respondió Juan, pero su mirada indicaba que no estaba del todo convencido. Finalmente, pagamos nuestras compras y salimos de la tienda. —¿Estás bien? —preguntó Chris mientras caminábamos de regreso a casa. —Sí —respondí, aunque mi mente estaba todavía en el encuentro con Juan. —¿Otro ex novio del que deba preocuparme? —dijo él sonriendo, intentando aligerar el ambiente. Suspiré, sabiendo que la verdad tenía que salir en algún momento. —En realidad, Juan es mi ex marido, es el papá de Tomy. Sentí la incomodidad de Chris a mi lado, la tensión en su postura se hizo evidente. —No hay nada de qué preocuparse, estamos separados desde hace muchos años ya —dije, tratando de calmar sus inquietudes. —Me molesta que me haya mentido. A veces pienso que no quiere estar con Tomy y eso me irrita mucho... —dejé que mi frustración se filtrara en mis palabras. Chris se detuvo, tirando suavemente de mi mano para que lo mirara a los ojos. —Andrea, estoy aquí para ti. No tienes que cargar con esto sola —dijo con sinceridad, su mirada reflejaba preocupación y cariño. Asentí, agradecida por su apoyo. —Gracias, Chris. Es solo que... Juan y yo teníamos un acuerdo. Él se llevaría a Tomy estas vacaciones, después de que él volviera del viaje con mis padres... pero estás eran sus vacaciones con él y nos mintió a los dos... —Lo entiendo. Pero estamos aquí, y quiero que disfrutes de este tiempo sin preocuparte por él. —dijo, apretando mi mano con firmeza. —Lo más importante es que Tomy está disfrutando con sus abuelos ahora. Continuamos caminando hacia la casa, tratando de dejar atrás la sombra de Juan. La playa se extendía ante nosotros, y el sonido de las olas era reconfortante. —¿Sabes? No es fácil encontrar a alguien como tú, alguien que me apoye y comprenda mis miedos —dije, mirándolo de reojo. —Tampoco es fácil encontrar a alguien que me haga sentir tan bien y tan querido como tú lo haces —respondió, sonriendo. Finalmente, llegamos a la casa. El ambiente tranquilo y el sol brillante ayudaron a disipar la incomodidad del encuentro con Juan. Dejamos las bolsas en la cocina y comenzamos a preparar el almuerzo juntos. —¿Qué te parece si preparamos unas milanesas con ensalada? —sugerí, sacando los ingredientes de las bolsas. —Me parece perfecto —dijo Chris, ayudándome a organizar todo. La cocina se llenó de risas y conversaciones ligeras. Chris me hacía bromas mientras picaba las verduras, y yo no podía evitar sonreír cada vez que nuestras manos se rozaban. A pesar de la tensión inicial, estábamos encontrando nuestra armonía. —Aquí tienes los tomates —dijo, entregándomelos con una sonrisa. —Gracias —respondí, cortándolos y agregándolos a la ensalada. —¿Y qué más necesitas? —Solo tu compañía —dije, riendo.
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