Christopher
Conduciendo hacia la playa, el paisaje se deslizaba frente a nosotros, una serie de imágenes en movimiento que apenas registraba. Mi mente estaba demasiado ocupada procesando lo que acababa de pasar.
La decisión de Andrea de irnos a la playa en lugar de asistir al encuentro con Miguel y los demás me había tomado por sorpresa.
Estaba dispuesto a pasar tiempo con su ex si eso significaba estar cerca de ella. Pero el hecho de que hubiera priorizado pasar tiempo a solas conmigo... eso era algo nuevo. Nunca antes alguien había pensado primero en mí de esa manera.
El sonido de una de mis canciones resonaba a través del sistema de audio del coche. Era una de las tantas canciones que había compuesto durante mi relación anterior, inspirada en mi ex novia. La sensación era extraña, escuchar esas letras mientras estaba al lado de Andrea, quien no solo aceptaba esas canciones sino que las admiraba.
Era un contraste marcado con Sarah, quien había escrito innumerables mensajes exigiendo que borrara cualquier rastro de la canción que había compuesto para la "chica misteriosa" que aún nadie sabía que era Andrea.
La diferencia era abrumadora. Andrea no solo era madura, sino también segura de sí misma y racional. Recordé cómo Sarah solía perder el control, sus celos desmedidos causando conflictos innecesarios.
Andrea, en cambio, escuchaba las canciones y reconocía su belleza, incluso sabiendo que no habían sido escritas para ella. Sentí una gratitud profunda hacia Andrea, una que iba más allá de las palabras.
—¿En qué piensas? —preguntó Andrea, su voz suave sacándome de mis pensamientos.
—Solo estaba reflexionando sobre lo afortunado que soy —respondí, mirándola con una sonrisa sincera.
Andrea me devolvió la sonrisa, una mezcla de ternura y seguridad reflejándose en sus ojos.
Había algo en ella que me hacía sentir completo, una paz que nunca antes había experimentado.
Ahora podía cantar esas canciones sin miedo a las consecuencias, sin reproches. El puente de la canción salió de mis labios mientras sonaba en el audio.
—"Pero ahora estoy libre, he roto las cadenas,
De tu influencia, de tus arenas."
Andrea continuó con la canción y no pude evitar mirarla.
—"Aprendí la lección de este dolor,
Y ahora soy más fuerte, no soy tu peón."
—Lo siento... —se disculpó con una sonrisa— mi voz es un desastre, estoy arruinando la canción...
—Para nada, me encanta —le respondí, tomando su mano en la mía.
Una extraña sensación se apoderó de mí, una mezcla de libertad y plenitud que no había sentido en mucho tiempo. Quería compartir lo que estaba sintiendo, capturar este momento de alguna manera.
Tomé mi teléfono y saqué una foto de nuestras manos unidas, posteándola en un estado con el mensaje: "El amor lo es todo".
Andrea me miró, sus ojos brillando con una mezcla de sorpresa y ternura.
—¿Estás seguro de que quieres hacer eso? —preguntó, su voz suave pero cargada de significado.
Asentí, apretando su mano con fuerza.
—Más que nunca. No quiero ocultar lo que siento por ti, Andrea.
Ella se inclinó hacia mí, y sus labios rozaron los míos en un beso rápido, suave y dulce. Sentí una ola de calor recorriendo mi cuerpo, cada fibra de mi ser resonando con el amor que compartíamos.
—Chris, quiero que sepas que entiendo si prefieres mantener esto en privado. Sé que tus fans pueden no estar encantadas de saber que estás en una... ¿relación? —dijo con voz suave, pero firme.
Sentí una punzada en el corazón, comprendiendo su preocupación. Era una mujer increíblemente fuerte y comprensiva, y no quería que se sintiera insegura.
—¿Estás diciendo que esto es una relación? —le pregunté con una sonrisa, buscando aclarar cualquier duda que pudiera tener.
Andrea me miró, sus ojos reflejando una vulnerabilidad que rara vez mostraba.
—Eso es lo que quiero saber —respondió, su voz apenas un susurro.
Solté una pequeña risa, sintiendo una oleada de calidez y ternura. Apreté su mano con más fuerza, asegurándome de que entendiera cuán serio era al respecto.
—Sí, Andrea. Esto es una relación real y exclusiva. No quiero a nadie más, solo a ti —dije con firmeza, dejando en claro mis intenciones.
Su rostro se iluminó con una sonrisa que hizo que mi corazón latiera más rápido. Decidí que era el momento de compartir nuestra felicidad con el mundo, de mostrarles lo que realmente importaba.
Saqué mi teléfono y empecé a grabar un vídeo de la ruta frente a nosotros. El camino parecía infinito, una metáfora perfecta para nuestro viaje juntos. Luego, bajé la cámara para mostrar nuestras manos unidas, un gesto simple pero lleno de significado. Finalmente, giré la cámara hacia mí, capturando mi sonrisa y un poco del perfil de Andrea.
—La vida es un viaje increíble, y estoy agradecido de compartir esto con alguien tan especial —dije, mi voz resonando con sinceridad y emoción.
Subí el vídeo a mis redes y en cuestión de minutos, los mensajes comenzaron a llegar. Había de todo: desde muestras de celos hasta apoyo incondicional.
"¿Quién es esa chica?"
—> "Es alguien que lo hace feliz, y eso es lo único que debería importar. #FelicidadParaChris"
"No puedo creer que estés en una relación."
—> "¿Por qué no? Chris merece ser feliz como cualquiera de nosotros. #DejaVivir"
"¡Felicidades, Chris! Te mereces ser feliz."
—> "Totalmente de acuerdo. ¡Por fin alguien lo dijo! #ApoyoIncondicional"
Miré a Andrea, que estaba observando los mensajes con una expresión de curiosidad y un poco de ansiedad.
—No te preocupes por lo que dicen —le aseguré, girándome hacia ella. —Lo único que importa es lo que sentimos el uno por el otro.
Ella asintió, su mano apretando la mía con más fuerza.
"Estoy tan celosa, pero me alegro por ti."
—> "Es normal sentir celos, pero el amor de verdad es querer ver feliz a la persona que admiras. #MadurezEmocional"
"¿Por qué no me elegiste a mí?"
—> "Porque él eligió a alguien que lo complementa. No todo es sobre nosotras, chicas. #RespetemosSuElección"
"¡Qué decepción! Pensé que eras diferente."
—> "¿Diferente cómo? ¿No merece tener una vida propia? Vamos, seamos felices por él. #AmorYRespeto"
Las notificaciones seguían llegando, pero decidí ignorarlas y centrarme en Andrea, que manejaba con una sonrisa en el rostro.
—¿Falta mucho para llegar? —pregunté con la voz impaciente de un niño pequeño.
Andrea se rio suavemente, sus ojos brillando con diversión mientras miraba la carretera.
—Solo unos minutos más —respondió. —Llegaremos justo a tiempo para almorzar.
Su tranquilidad y confianza eran contagiosas. Con ella, todo parecía más simple, más fácil y, sobre todo, más real. Cada momento con Andrea me hacía sentir como si estuviera tocando tierra firme después de años a la deriva en el mar.
—Me alegra que hayas decidido hacer este viaje —dije, tomando su mano libre y apretándola suavemente.
—A mí también —respondió, su sonrisa se amplió. —Este lugar es especial para mí, y estoy feliz de compartirlo contigo.
Llegamos a un pequeño pueblo pintoresco, donde el encanto de lo antiguo se mezclaba con la serenidad del presente. Las casas pequeñas y acogedoras se alineaban a ambos lados de la carretera, sus jardines cuidados y flores coloridas aportando una sensación de vida y comunidad.
A medida que avanzábamos, el sonido del agua chocando contra la arena se hizo más prominente, su constante murmullo aportando una sensación de calma.
Andrea dobló a la izquierda, siguiendo un camino de tierra que serpenteaba hacia la costa. El aire olía a sal y a naturaleza, un aroma revitalizante que despejaba la mente y llenaba los pulmones de frescura.
Poco después, frenó y apagó el motor del auto frente a una casa encantadora. La estructura de un solo piso estaba pintada de un tono gris suave con detalles en blanco, y tenía un gran patio en la parte trasera que prometía vistas espectaculares del mar. No había muchas personas en el pueblo, lo que aumentaba la sensación de tranquilidad y privacidad.
—Bienvenido a mi pequeño paraíso —dijo Andrea, extendiendo los brazos para mostrarme la casa con una sonrisa radiante.
Me tomé un momento para observar todo. La casa, con su diseño acogedor y detalles cuidados, irradiaba una calidez que se sentía en el corazón. El entorno era sereno, un refugio perfecto lejos del bullicio del mundo exterior. Me acerqué a Andrea y la abracé desde atrás, sintiendo su cuerpo relajarse contra el mío.
—Es perfecto, —le dije, apoyando mi barbilla en su hombro y cerrando los ojos para saborear el momento.