Andrea
Después de disfrutar de nuestra comida, Chris lavó los platos mientras yo terminaba de organizar las compras. Su presencia en la cocina, moviéndose con tanta naturalidad, me hacía sentir que estábamos empezando algo real, algo perfecto. Cuando todo estuvo en su lugar, nos dirigimos al patio.
—¿Sabes? Este es el tipo de momento que siempre quise tener, —dijo, acercándose a mí con una sonrisa. —Una mujer hermosa a mi lado, un lugar tranquilo... Me inspira tanto...
Sentí una cálida oleada de afecto y emoción al escuchar sus palabras. Era como si todo estuviera encajando perfectamente.
—Esto se puede mejorar, —dije con entusiasmo, y de repente una idea cruzó mi mente.
Corrí de vuelta a la casa, recordando que en la habitación de Tomy había algo que podría hacer este momento aún más especial. Volví unos minutos después con una guitarra, un cuaderno y un lápiz en la mano, observando a Chris sentado en una de las sillas en la mesa de la barbacoa.
—De seguro está desafinada, —dije señalando el instrumento, —tampoco es profesional...
Chris tomó la guitarra con una sonrisa.
—No te preocupes, —respondió él, comenzando a ajustar las cuerdas con destreza. —Siéntate, te mostraré mi última creación.
Me acomodé en una silla frente a él, mis ojos fijos en sus manos mientras afinaba la guitarra. Cada movimiento era preciso, seguro. Me di cuenta de lo mucho que admiraba esa parte de él, su habilidad para convertir cualquier momento en algo mágico.
Finalmente, probó unas cuantas notas y, satisfecho con el sonido, comenzó a tocar una melodía suave. Los acordes llenaron el aire, mezclándose con el susurro del viento y el murmullo del mar en la distancia. Cerré los ojos por un momento, dejando que la música me envolviera.
—Esta canción es nueva, —dijo, levantando la vista y mirándome a los ojos. —Y es para ti, Andrea.
Mi corazón dio un vuelco al escuchar eso. Las notas resonaron en el espacio, y sentí cómo cada acorde vibraba dentro de mí, llenándome de una cálida emoción. Chris comenzó a cantar, su voz baja y melódica:
—"Tus manos juegan a explorar mi piel,
Cada toque tuyo, un cuento sin papel.
En el susurro de la noche, solo tú y yo,
Perdiéndonos en el calor, sin control."
Mientras cantaba, nuestras miradas se encontraban y sostenían. Cada estrofa parecía un puente que conectaba nuestras almas. Las palabras y la música nos envolvían en una burbuja de intimidad.
Sonreí, sintiéndome abrumada por la emoción.
Tomé mi móvil y comencé a grabar discretamente, queriendo capturar este momento para siempre. Chris notó el gesto y me dedicó una sonrisa encantadora, sin perder el ritmo ni la intensidad de su interpretación.
—"Vamos a la cama, dejemos que el fuego arda,
Cada movimiento tuyo, mi mente guarda.
Entre las sábanas, somos un solo deseo,
En esta noche, no hay nada más que el juego."
Mi corazón latía al compás de la canción, cada palabra que él cantaba resonaba en mi pecho. Me mordí el labio inferior, tratando de contener una sonrisa que parecía crecer con cada segundo que pasaba.
Chris finalizó la canción con un acorde suave, dejando que las últimas notas se desvanecieran en el aire. Dejó la guitarra a un lado y me miró, sus ojos llenos de una ternura que me hizo sentir como si el mundo entero hubiera desaparecido, dejándonos solos en nuestra pequeña burbuja de felicidad.
—¿Te gustó? —preguntó, su voz cargada de una mezcla de vulnerabilidad y esperanza.
—Es hermosa, Chris, realmente hermosa —respondí, mi voz temblorosa por la emoción contenida.
Nos quedamos así, mirándonos a los ojos, sonriendo como dos adolescentes enamorados.
Su teléfono sonó y Chris miró el identificador de llamadas, su rostro se iluminó al leer el nombre.
—Es mi hermana —dijo, mostrándome la pantalla antes de deslizar el dedo para atender la videollamada.
—¡Hola! —saludó Chris, con una sonrisa que me derritió el corazón. La pantalla se llenó con el rostro de una joven de cabello oscuro y ojos brillantes, claramente emocionada.
—¡Hola, hermanito! —respondió su hermana, su voz llena de entusiasmo. —Vi tus videos... ¡Y wow! Lamento que no me hayas contado antes, pero estoy tan feliz por ti.
Chris soltó una risa ligera, la misma que siempre hacía que mi corazón diera un vuelco.
—Lo siento, era algo que quería compartir en el momento adecuado. Pero me alegra que estés feliz por nosotros —dijo, tomando mi mano y mostrándome a su hermana en la pantalla.
—¡Hola! —exclamó ella, su rostro iluminándose aún más. —Es un placer finalmente conocerte, aunque sea a través de una pantalla.
—El placer es mío —respondí, sintiendo un calor agradable en mi pecho.
—Entonces, ¿cómo es que están en ese lugar tan lindo? —preguntó su hermana, su mirada curiosa y llena de interés.
Chris me miró con una sonrisa antes de responder.
—Nos tomamos unos días para nosotros dos, para desconectar y disfrutar de la compañía del otro sin interrupciones —dijo, su voz suave pero segura.
—Chris, ¿mamá ya te llamó? —preguntó ella, su tono algo más serio.
La sonrisa de Chris se borró instantáneamente, y vi un rastro de tensión en su rostro.
—No, no me ha llamado —respondió, tratando de mantener la voz ligera, pero era evidente que el tema le incomodaba.
—Bueno, no te preocupes. Ella necesita su tiempo, ya sabes cómo es... —dijo su hermana, tratando de animarlo. —Pero al final, sé que estará feliz por ti.
Chris asintió, pero su expresión seguía sombría.
—Sí, supongo que tienes razón —dijo, intentando forzar una sonrisa, pero sin mucho éxito.
—No dejes que eso te afecte ahora, hermano. Disfruta de tu tiempo con tu chica —añadió su hermana, su voz llena de cariño y preocupación.
—Lo haré, gracias —dijo Chris, despidiéndose de ella antes de cortar la llamada.
Guardó el teléfono y me miró, su expresión mostrando una mezcla de emociones. Me acerqué a él, colocando una mano en su brazo.
—¿Estás bien? —pregunté suavemente.
Chris suspiró y asintió, aunque no del todo convencido.
—Sí, solo que... mi mamá siempre ha sido un poco complicada con mis relaciones. Nunca ha aprobado a ninguna de mis parejas, y temo que esta vez no será diferente —admitió, su voz cargada de frustración y tristeza.
—Lo entiendo. Pero estoy aquí para ti, pase lo que pase —dije, apretando su brazo.
Chris me miró, y vi la gratitud en sus ojos.
—Gracias. Eso significa mucho para mí —dijo, inclinándose para besarme suavemente en los labios.
Nos quedamos así un momento, disfrutando de la cercanía, antes de que él rompiera el silencio.
—Vamos a centrarnos en lo positivo. Estamos aquí, en este hermoso lugar, y quiero aprovechar cada momento contigo —dijo, su sonrisa volviendo lentamente a su rostro.
—Eso suena perfecto —respondí, sonriendo de vuelta.
—¿Piscina? —preguntó Chris, su voz cargada de una sugerente invitación que hizo que mi corazón se acelerara.
—Sí, me gusta la idea... Voy a cambiarme —le respondí, rozando sus labios en un beso rápido antes de girar y dirigirme hacia la casa.
La calidez de su beso aún hormigueaba en mis labios mientras entraba al dormitorio.
Al abrir el armario, me encontré con mis trajes de baño guardados al fondo. Sabía que no tenía muchos, pero eso no impidió que pasara más de quince minutos eligiendo el mejor.
Mis dedos recorrieron los tejidos, sopesando cada opción. Al final, opté por un bikini azul oscuro que sabía que resaltaba el tono de mi piel. Me miré en el espejo, ajustando los lazos y asegurándome de que todo estuviera en su lugar.
"¡Qué horror! Parezco una chiquilla con su primer novio," pensé, sintiendo una mezcla de nervios y anticipación mientras me giraba para comprobar mi reflejo desde distintos ángulos.
El bikini me quedaba bien, pero había algo en la expectativa del momento que me hacía sentir como una adolescente en su primer romance.
Finalmente, tomando una profunda respiración para calmar mis mariposas, salí de la habitación.
—Te ves increíble —dijo, sus ojos recorriendo mi figura con una admiración que me hizo sonrojar.
—Gracias —respondí, acercándome a él y sintiendo el calor de su cuerpo irradiar hacia mí.
Chris me tomó de la mano y me condujo al borde de la piscina. El agua se veía tan refrescante, y el entorno era tan sereno que casi parecía un sueño.
—¿Lista? —preguntó, su voz baja y cargada de emoción.
—¿Hola? Andrea, ¿estás ahí? —la voz nos detuvo antes de meternos al agua.