Capítulo 28

1458 Words
Andrea Me giré hacia la dirección de donde venía la voz, con una mezcla de sorpresa y frustración. La identificación fue instantánea, y no pude evitar soltar una exclamación de disgusto. —¿Quién es? —preguntó Chris, frunciendo el ceño mientras miraba hacia la fuente de la voz. —Mierda... Es Erica... —respondí, buscando rápidamente algo para cubrirme antes de atenderla. Mis ojos se posaron en la camiseta que Chris se había quitado y, sin pensarlo dos veces, me la puse, su aroma envolviéndome como un manto reconfortante. —¿Y ella es...? —preguntó Chris, siguiéndome de cerca mientras nos dirigíamos hacia la puerta. —La mujer de mi ex marido... —le respondí con un suspiro, preparándome mentalmente para el encuentro. Caminamos rápidamente hacia la entrada principal, el ambiente tranquilo y relajado del patio siendo reemplazado por una tensión creciente. Cuando me enteré de que Juan me estaba engañando, la furia y la humillación me habían consumido. Sentía una profunda herida que tardó años en cicatrizar. Sin embargo, con el paso del tiempo, la relación entre nosotros tres había mejorado, por el bien de Tomy. Erica siempre había sido una mujer oportunista y falsa, pero, a pesar de todo, trataba bien a mi hijo, y eso era lo más importante. Abrí la puerta y ahí estaba Erica, con su impecable apariencia y su sonrisa de plástico que nunca llegaba a sus ojos. La noté evaluando cada detalle de la situación, su mirada cargada de insinuaciones al ver a Chris detrás de mí, vestido solo con pantalones cortos. —Hola, Erica —dije, intentando mantener un tono neutral. —Andrea, lamento interrumpir, pero Juan me comentó que te vio con un... ¿novio? Y pensé en invitarlos a cenar. —Su voz tenía un tono artificialmente dulce, y sus ojos no se apartaban de Chris. Chris, debió sentirse incómodo, rápidamente se puso una remera que estaba cerca. Su movimiento no pasó desapercibido para Erica, quien siguió sus acciones con una mirada de interés. —Gracias por la invitación, pero ya tenemos planes —respondí amablemente, tratando de mantener la conversación corta. —Oh, vamos, Andrea, no seas aguafiestas. Será divertido —insistió Erica, sin apartar los ojos de Chris ni un segundo. —De verdad, no podemos. Quizás en otra ocasión —dije con firmeza, tratando de mantener la cortesía. Erica se inclinó ligeramente, como si intentara recordar algo. —¿Sabes, Chris? Me resultas muy familiar. Estoy segura de que te he visto en algún lugar, pero no logro recordar dónde. —No, lo siento... —intentó decir Chris, pero Erica sacó su teléfono de su bolsillo y comenzó a buscar algo frenéticamente. —¡Sí! —chilló, mostrando la pantalla de su móvil con una expresión de triunfo. —Christopher Parker... Mi corazón se detuvo por un segundo. Erica se giró hacia mí, sus ojos brillando con una mezcla de sorpresa y malicia. En su mirada se podían leer mil palabras no dichas, llenas de insinuaciones y juicios. —¿Cómo le hiciste? —preguntó, bajando la voz a un susurro cargado de veneno. —¡Tan mosquita muerta que te veías! Sentí una oleada de ira recorrerme. No podía creer la falta de respeto y el descaro de Erica. Chris me miró con preocupación, su expresión reflejando una mezcla de incomodidad y solidaridad. —¿Disculpa? —dije, mi voz firme pero temblando ligeramente por la rabia contenida. —Vamos, Andrea, no te hagas la inocente. ¿Cómo lograste atraparlo? —insistió, sus ojos volvieron a Chris con una mezcla de admiración y celos mal disimulados. Chris dio un paso adelante, colocándose entre Erica y yo, su postura protectora. —Mira, no es necesario hablar así. Andrea y yo estamos juntos porque queremos estar juntos. No hay ningún truco ni trampa. La expresión de Erica se endureció por un instante antes de suavizarse en una sonrisa falsa. —Oh, claro, claro. No quise insinuar nada... solo que me sorprende, eso es todo. —Bueno, nos disculpas, pero estábamos a punto de meternos a la piscina —dije, tratando de cortar la conversación. Erica se quedó en silencio por un momento, su mirada evaluándonos antes de soltar una risita. —Está bien, los dejo disfrutar. Solo quería saludar. —Y con eso, se giró y se alejó, su actitud altiva desapareciendo detrás de la esquina. Cuando cerré la puerta, me volví hacia Chris, sintiendo cómo la tensión comenzaba a disiparse. —Lo siento. No sabía que ella iba a actuar así. —No es tu culpa —dijo Chris, su mano acariciando suavemente mi brazo. —Vamos, olvidémonos de ella y disfrutemos de nuestra piscina. Él se sacó la remera y se metió primero, su torso desnudo brillando bajo el sol. Sus músculos se tensaban y relajaban con cada movimiento, y no pude evitar sentir un cosquilleo de admiración y deseo. —Ven, el agua está perfecta —dijo, extendiendo una mano hacia mí. Tomé su mano y me sumergí lentamente en el agua. La sensación calentita al contacto con mi piel fue un alivio inmediato. Nos quedamos allí, flotando juntos en silencio por un momento, disfrutando de la calma que nos rodeaba. —Esto es lo que necesitaba —dije, dejando que el agua me envolviera. —Estoy completamente de acuerdo —respondió Chris, acercándose más a mí. Nos movimos lentamente hacia el borde de la piscina, donde me apoyé, y él se colocó frente a mí, sus brazos a cada lado, creando una especie de burbuja privada solo para nosotros. Podía sentir su respiración, lenta y constante, sincronizándose con la mía. —¿Sabes? —dije, jugando con el agua entre mis dedos. —Nunca pensé que encontraría algo así. Esta paz, esta conexión... contigo. Christopher sonrió y acarició suavemente mi mejilla. —Tampoco yo. Pero aquí estamos, y no quiero perder ni un segundo de esto —respondió, su voz baja y cargada de emoción, mordiéndose el labio inferior. Sentí una ola de calor que no tenía nada que ver con el agua de la piscina. —Es tan fácil contigo, Chris —admití, mis ojos buscando los suyos. —Todo parece encajar, como si estuviera destinado a ser. Él inclinó la cabeza, sus labios rozando los míos en un beso suave, apenas un susurro de contacto que envió un escalofrío por mi espalda. Cerré los ojos, perdiéndome en la sensación de su proximidad, el sabor salado del agua en sus labios. —Andrea, tú eres mi inspiración —dijo contra mis labios. —Cada canción, cada melodía... todo tiene un nuevo significado contigo en mi vida. Sonreí contra su boca, mis manos encontrando su cintura bajo el agua. Sentí sus músculos tensarse y relajarse al contacto, y me maravillé de cómo cada pequeño gesto entre nosotros parecía tan natural. Él sonrió suavemente, inclinándose para besarme de nuevo, esta vez con más pasión. Sus labios eran cálidos y suaves, moviéndose sobre los míos con una delicadeza que me hizo estremecer. Mis manos encontraron su pecho, sintiendo los latidos de su corazón bajo mis dedos. Nos separamos apenas un momento, nuestras frentes tocándose. Podía sentir su aliento mezclándose con el mío, creando una atmósfera cargada de electricidad. El mundo exterior, la realidad de que los días y las horas nos jugaban en contra... Nuestra cuenta regresiva para separarnos comenzó en el momento en que nos vimos por primera vez, y hasta ahora no había querido pensar en eso. Una semana, no, ya no, cinco días para estar así, y luego él volvería a su realidad. Tal vez me olvidara, tal vez solo era una fantasía o un capricho del destino para él. Pero ya estábamos grandes para dejar de aprovechar las oportunidades que nos daba la vida. Flotábamos juntos en la piscina, el agua tibia envolviéndonos como un abrazo. Cada segundo que pasaba, cada latido de mi corazón, me recordaba que este momento era efímero. No quería pensar en el final, en el inevitable adiós que nos esperaba, pero sabía que no podía evitarlo para siempre. —Andrea, ¿en qué piensas? —preguntó, su voz suave y preocupada. Lo miré, tratando de ocultar la tristeza que amenazaba con asomarse. —En nosotros, en el tiempo que tenemos. Quiero aprovechar cada segundo, Chris. No quiero desperdiciar nada de esto. Él asintió, acercándose más para envolverme en sus brazos. —Estoy aquí contigo, y prometo que cada momento contará. No voy a dejar que esto sea solo un sueño pasajero. Sus palabras me consolaron, aunque la realidad seguía pesando en mi mente. Decidí apartar esos pensamientos por ahora y centrarme en él, en nosotros. Sentí el calor de su cuerpo, la firmeza de sus brazos, y me permití perderme en su presencia.
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