Andrea
Había comenzado el día muy contenta. Hoy sería la primera vez que los estudiantes tendrían una charla con Christopher y la idea me emocionaba.
Sabía que algunos de los chicos lo seguían; de hecho, fue un vídeo que ellos estaban mirando lo que llamó mi atención hacia su voz. Desde entonces, comencé a seguir su trabajo y ahora estaba a punto de presentárselo a mis alumnos.
El sonido del timbre hizo estragos en mi sistema nervioso, estaba ansiosa, y sentía que las manos me sudaban. La sensación de anticipación me llenaba, y mi corazón latía con fuerza en mi pecho.
—Estarás bien —dijo Ana entrando a la sala de profesores, su presencia siempre tan enérgica y segura. —Puedo oler tu ansiedad desde el gimnasio.
Su risa ligera ayudó a calmar un poco mis nervios, aunque no completamente.
—Muy graciosa —le respondí, tratando de sonar casual mientras me secaba las manos sudorosas en mi pantalón.
—Es en serio, Andrea. No tienes nada de qué preocuparte. Christopher parece ser un tipo genial y tus estudiantes amarán la sorpresa. Será un éxito, ya verás. —Ana se acercó y me dio un abrazo rápido, transmitiéndome un poco de su confianza.
—Gracias... —dije, sinceramente agradecida por su apoyo. —Solo... quiero que todo salga perfecto.
—Y lo hará. Solo recuerda respirar y disfrutar del momento. —me guiñó un ojo antes de salir de la sala.
Caminé por el pasillo hacia mi aula, sintiendo cómo la adrenalina corría por mis venas. Abrí la puerta del salón y observé a mis alumnos, algunos aún acomodándose en sus asientos, otros charlando animadamente entre ellos.
Me tomé un momento para absorber la energía del aula, llena de juventud y entusiasmo.
—Buenos días, chicos. —dije con una sonrisa amplia. —Hoy tengo una sorpresa muy especial para ustedes.
Las miradas curiosas y los murmullos comenzaron a llenar el salón. Me aseguré de que todo estuviera preparado para la videollamada, revisando una vez más la conexión y los equipos.
—Señorita Martínez, ¿qué sorpresa? —preguntó uno de los estudiantes, levantando la mano.
—Bueno, —dije, tratando de mantener la emoción en mi voz. —He invitado a alguien muy especial para que hable con nosotros hoy sobre la música en nuestras vidas y cómo puede ayudarnos a aprender de manera más divertida y efectiva.
Más murmullos llenaron el aula, y algunos estudiantes comenzaron a especular entre ellos.
—No puedo decirles más, pero les aseguro que les encantará, —añadí con una sonrisa misteriosa.
Mientras los chicos tomaban asiento y se preparaban, me acerqué a la computadora y abrí la aplicación para la videollamada. Mis manos temblaban ligeramente mientras ingresaba los datos y esperaba a que Christopher se conectara.
Cada segundo parecía eterno, y el zumbido de la computadora llenaba el silencio expectante del aula.
Finalmente, la pantalla se iluminó y apareció el rostro de Christopher, con su sonrisa cálida y sus ojos verdes centelleando con entusiasmo. Mi corazón dio un vuelco de emoción y alivio.
—¡Hola a todos! —saludó Christopher, su voz resonando clara y amistosa en el aula. Los estudiantes respondieron con un coro de saludos, y pude ver sus rostros iluminándose de emoción y sorpresa.
—Hola, Christopher. —dije, tratando de mantener la calma mientras me dirigía a él. —Gracias por tomarte el tiempo de hablar con nosotros hoy.
—Es un placer, Andrea. —respondió, su sonrisa aún más amplia. —Estoy muy emocionado de estar aquí y compartir un poco de mi experiencia con ustedes.
Los estudiantes estaban completamente sorprendidos, y sus expresiones iban desde la incredulidad hasta la pura felicidad.
Algunos se inclinaban hacia adelante en sus asientos, ansiosos por escuchar lo que Christopher tenía que decir.
—¡Oh, Dios mío, es él! —murmuró una estudiante a su amiga, con los ojos muy abiertos.
—Sí, chicos, es Christopher Parker, el músico que muchos de ustedes siguen, —dije con una sonrisa. —Hoy nos hablará sobre su viaje en la música y cómo puede influir en nuestro aprendizaje.
A medida que la charla avanzaba, pude sentir cómo mis nervios se disipaban. Los estudiantes estaban completamente involucrados, haciendo preguntas y compartiendo sus propias experiencias con la música. Christopher respondía con paciencia y calidez, haciendo que cada uno se sintiera valorado.
Al final de la charla, los aplausos y las expresiones de gratitud de los estudiantes me llenaron de una profunda satisfacción. Sabía que habíamos logrado algo especial hoy, algo que quedaría en la memoria de estos chicos durante mucho tiempo.
—Gracias, Christopher. —dije, sintiendo una mezcla de alivio y orgullo. —Esto significó mucho para nosotros.
—Gracias a ti, Andrea. —respondió él, su mirada sincera y amable. —Es un honor ser parte de esto.
Antes de cortar la llamada, una de las estudiantes levantó la mano tímidamente, su rostro mostraba una mezcla de nerviosismo y curiosidad.
—¿Sí, Laura? ¿Tienes alguna pregunta para Christopher? —pregunté, animando a la joven.
—S-sí, ¿estás soltero, Christopher? —preguntó ella, desviando la mirada hacia el suelo mientras jugaba con un mechón de su cabello.
La pregunta provocó algunas risas y murmullos entre los estudiantes, mientras que Christopher sonrió con amabilidad.
—Sí, estoy soltero —respondió él con calma, manteniendo una actitud profesional.
Antes de que alguien más pudiera decir algo, otro chico, Pedro, levantó la mano con entusiasmo.
—¡Profesora! ¡Usted también está soltera! —gritó, mirándome con una sonrisa traviesa.
Me sentí repentinamente incómoda bajo la mirada de todos los estudiantes. Traté de mantener la compostura mientras respondía.
—Bueno, eso no es relevante para nuestra charla de hoy, Pedro —dije con una sonrisa forzada, tratando de desviar la atención. Pero antes de que pudiera cambiar de tema, Christopher intervino.
—Bueno, en ese caso, parece que somos dos en la misma situación —dijo con un tono ligero, tratando de aliviar la tensión.
Entonces, con una sonrisa juguetona, agregó:
—Aunque debo decir que la profesora Andrea es demasiado bonita para estar soltera.
—Bueno, sino hay más preguntas —anuncié, notando cómo algunas manos aún permanecían en alto, —que tengan que ver con el idioma o la música —esta vez, todas las manos volvieron a descender con una ligera risa de complicidad.
Con un suspiro de alivio, me dirigí hacia Christopher para despedirme, sintiendo el calor de las miradas curiosas de mis alumnos sobre mí.
—Está sonrojada, profe —observó uno de los chicos, sacándome de mis pensamientos y haciendo que mi pulso se acelerara aún más.
Tratando de disimular mi rubor, intenté desviar la atención con una excusa.
—Hace calor aquí, ¿no creen? —dije, sacudiendo una carpeta delante de mi cara mientras mi mente todavía giraba en torno a la reciente interacción con Christopher.
Justo cuando pensaba que la situación no podía ser más embarazosa, mi teléfono vibró en mi bolsillo, interrumpiendo el momento.
Al mirar la pantalla iluminada, una alerta de notificación anunció la llegada de un mensaje. Mis ojos se posaron en las palabras de Christopher, y una oleada de emoción me recorrió mientras leía sus amables palabras.
"Fue un placer hacer la actividad contigo. Te llamo en la noche para coordinar la próxima."
Sus palabras me dejaron sin aliento, y una sonrisa incontrolable se dibujó en mi rostro mientras mi corazón latía con fuerza.
—La profe está enamorada —Las risas y los susurros de los estudiantes llenaron el aula mientras algunos comenzaban a cantar en tono burlón.
Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, sintiendo la mezcla de nerviosismo y emoción mientras intentaba mantener la compostura frente a ellos.
—Comiencen con la página veinte del libro de ejercicios —respondí casi mecánicamente, tratando de disimular mis sentimientos detrás de mi autoridad como profesora.
Mientras tanto, mis dedos se movían con urgencia sobre la pantalla de mi teléfono, respondiendo al mensaje de Christopher.
"Gracias por la oportunidad. Espero ansiosa tu llamada", escribí, dejando escapar un suspiro nervioso mientras enviaba el mensaje y me sumergía de nuevo en mi trabajo.