Capítulo 31

1457 Words
Andrea Chris estaba distante, sabía que algo le estaba molestando, pero no quería hablar del tema, así que lo respetaría. Lo invité a caminar por la playa, para ver si eso lograba despejar su mente. No voy a negar la punzada de dolor que me recorría al pensar que estaba haciendo algo mal y por eso su actitud conmigo. El aire salado llenaba mis pulmones mientras caminábamos en silencio, las olas susurrando suavemente al romper contra la orilla. Miré a Chris de reojo, observando la tensión en sus hombros y la preocupación en sus ojos. Quería aliviar su carga, pero no sabía cómo. La arena era cálida bajo mis pies descalzos, y el sonido de nuestras pisadas mezclándose con el murmullo del agua era casi terapéutico. Finalmente, rompí el silencio. —¿Te sientes mejor aquí? —pregunté suavemente, esperando que la calma de la playa pudiera llegar a él. Chris asintió, pero la sonrisa que me ofreció no llegó a sus ojos. —Sí, esto ayuda. Solo... tengo muchas cosas en la cabeza —respondió, mirando hacia el horizonte. Sentí la punzada de inseguridad otra vez. ¿Era algo que había hecho? ¿O tal vez algo que no había hecho? Traté de reprimir esos pensamientos. Había aprendido, a lo largo de los años, que no siempre era cuestión de uno mismo. A veces, las personas lidiaban con sus propias tormentas internas. —Sabes que puedes hablar conmigo cuando estés listo, ¿verdad? —dije, deteniéndome y girándome para enfrentarle. —No quiero presionarte, pero estoy aquí para ti. Chris me miró, y por un momento, vi una mezcla de gratitud y dolor en sus ojos. Luego asintió lentamente. —Lo sé, Andrea. Y te lo agradezco. Solo... dame un poco de tiempo, ¿sí? Asentí, pero no pude evitar sentir ese monstruo interno que era la inseguridad. Esa sensación era como un viejo enemigo que se colaba en mi mente, susurrándome dudas y miedos. No me gustaba esa mujer dentro de mí, la que se cuestionaba constantemente si era suficiente, si estaba haciendo algo mal. Traté de apartar esos pensamientos, recordándome que él necesitaba espacio y comprensión, no mis inseguridades. De repente, Chris sacó su teléfono y, sin previo aviso, tomó una foto de ambos. La sorpresa hizo que mi sonrisa se volviera más genuina, aunque la incertidumbre aún pesaba en mi corazón. —¿Qué estás haciendo? —pregunté, tratando de sonar ligera y divertida. —Quiero recordar este momento —respondió él, mirándome con una expresión que mezclaba afecto y algo más, algo que no pude identificar del todo. —A veces, las fotos capturan más que las palabras. Miré la pantalla del teléfono, viendo nuestras caras juntas, el fondo del mar y el cielo despejado. Era una imagen hermosa, pero me preguntaba si ocultaba más de lo que mostraba. —Es una buena foto —dije, intentando esconder la inquietud que se retorcía dentro de mí. Chris sonrió y guardó el teléfono, luego tomó mi mano y comenzamos a caminar de nuevo. —Hagamos algo especial hoy —dijo de repente, rompiendo el silencio. —Algo que podamos recordar cuando no estemos juntos. Su comentario me hizo fruncir el ceño ligeramente. La realidad de que nuestros días juntos estaban contados golpeó con fuerza. Pero, en lugar de dejarme llevar por esa tristeza, decidí centrarme en el presente. —¿Como qué? —pregunté, curiosa por saber qué tenía en mente. Chris se detuvo y me miró con una chispa en los ojos, como si hubiera pensado en algo brillante. —Vamos a comprar algo en la tienda, cocinamos juntos y, si te parece bien, más tarde podemos volver a la playa para un picnic al atardecer. La idea sonaba perfecta, una forma de aprovechar al máximo el tiempo que nos quedaba. —Me encanta la idea —respondí, apretando su mano con cariño. —Hagámoslo. Hicimos las compras y volvimos a la casa. Mientras yo cocinaba, disfrutando del aroma de los vegetales frescos y el suave crujir de los ingredientes bajo el cuchillo, Chris volvió de hacer una llamada a Josh y me abrazó por detrás. Sentí el calor de su cuerpo y su respiración en mi cuello, un contraste delicioso con el aire fresco de la cocina. —No puedo explicar cómo adoro esta normalidad entre nosotros, —susurró en mi oído, su voz profunda y suave enviando un escalofrío por mi columna. Me reí suavemente, tratando de mantener la concentración en la tabla de cortar. —¿Cómo es que te ves tan sensual cocinando? —preguntó mordiendo el lóbulo de mi oreja, haciéndome jadear. Sentí el calor subiendo a mis mejillas, y mi corazón latía más rápido. Su cercanía, el tono de su voz, la forma en que sus manos se deslizaron sobre mi cintura, todo se combinaba para crear una sensación de intimidad que me envolvía. —Chris... —murmuré, pero mis palabras fueron interrumpidas cuando me giró en el lugar y sus labios encontraron los míos. El beso fue suave al principio, lleno de ternura. Sentí su mano acariciando mi espalda, sus dedos dibujando círculos perezosos sobre mi piel a través de la tela de mi camiseta. Mis propias manos se deslizaron por sus brazos, sintiendo la firmeza de sus músculos, la calidez de su piel. Me aparté ligeramente, mirando sus ojos con una mezcla de diversión y deseo. —¿Sabes que tenemos que terminar de cocinar, verdad? —le dije, aunque mi voz sonaba un poco más ronca de lo habitual. Él sonrió, esa sonrisa traviesa que siempre lograba desarmarme. —Lo sé, pero no podía esperar —respondió, sus labios rozando los míos de nuevo en un beso ligero antes de alejarse un poco, sus manos aún descansando en mi cintura. —Eres irresistible, Andrea. Me sonrojé, algo que solía suceder más a menudo de lo que me gustaría admitir cuando él estaba cerca. —Eres imposible —dije riendo, girándome de nuevo hacia la tabla de cortar, aunque mis manos temblaban ligeramente por la intensidad del momento. —Pero me adoras así —contestó él, su tono juguetón. Dejé de cortar y me di la vuelta para enfrentarlo. Me acerqué a él con pasos medidos, mirándolo con todo lo que sentía en ese momento. —Adorar es poco para lo que siento por ti —dije, colocando una mano en su pecho. Lentamente subí la mirada hasta encontrarme con sus ojos. La intensidad en su mirada me envolvió, y en ese instante, todo lo demás desapareció. Era como si estuviéramos en nuestra propia burbuja, un lugar donde solo existíamos él y yo. Mis dedos trazaron pequeños círculos en su pecho, sintiendo el latido constante de su corazón bajo mi mano. —Andrea... —susurró, su voz cargada de deseo. Nos quedamos así, mirándonos en silencio, comunicándonos sin necesidad de palabras. Podía sentir la conexión entre nosotros, esa chispa que hacía que cada momento fuera especial. Lentamente, sus brazos me rodearon, y me sentí segura y protegida en su abrazo. Finalmente, rompí el silencio con una sonrisa. —¿Sabes? No me canso de que me mires así... —dije, mi voz suave. —¿Así cómo? —preguntó, intrigado. —Así, como si fuera lo más precioso del mundo. —Porque lo eres para mí. Mi corazón dio un vuelco, y una calidez se extendió por todo mi cuerpo. Era increíble cómo una simple frase podía tener tanto poder, cómo podía hacerme sentir tan valorada y amada. —Chris... —comencé, pero no encontré las palabras adecuadas para expresar lo que sentía. En su lugar, me incliné hacia adelante y lo besé. Dejando la comida olvidada por un momento, nos dejamos llevar por los besos, explorando nuestros cuerpos con necesidad. Él me levantó por las caderas, sentándome en la mesada, mis manos tirando todo a su alrededor en un torbellino de pasión desenfrenada. Sus labios se movían con urgencia sobre los míos, mientras una de sus manos recorría mi espalda por debajo de la camiseta, creando una corriente eléctrica que hacía que todo mi cuerpo vibrara. Sentí la firmeza de su otra mano en mis caderas, sosteniéndome con una mezcla de fuerza y ternura que me hacía perderme en el momento. Mis dedos se enredaron en su cabello, tirando suavemente mientras sus besos bajaban por mi cuello, cada roce de sus labios incendiando mi piel. Podía escuchar nuestras respiraciones entrecortadas, el latido acelerado de mi corazón resonando en la cocina. Sentí cómo me levantaba un poco más, acercándome aún más a él, y el frío de la mesada bajo mí contrastaba con el calor de su cuerpo. —Te amo Sa... —dijo suavemente, cortando todo el movimiento por parte de los dos.

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