Despertaba levemente sintiéndome calidad, la luz del sol se filtraba por mi ventana, me sentia tranquila que hace tanto tiempo que mi cuerpo no sentía esa emoción que me produjo rareza. Besos eran regalados en mis hombros, unas juguetonas manos acariciaban mis caderas con posesión, un leve jadeo se me escapaba. Una profunda risa despertaba mis sentidos mientras unos dientes se me eran clavado en mi hombro haciéndome sentir un leve escalofrió. —Buenos días princesa—un ronroneo se podia escuchar. —Buenos días amore mío—susurraba levemente sonrojándome. Podia sonar tonto, pero en nuestros momentos íntimos en nuestra adolescencia amore mío era el apodo con el que llamaba a Alejandro, o mejor dicho Sergio. Este al escucharme solo me abrazo con más fuerza pegándome a el, podia sentir su durez