El corazón de Gabrielle latía a mil por ahora, pero no era el único. El barón sabía que aquella mujer no estaba tirando un farol. Ella iba a disparar sin dudarlo, cualquiera que conociera el carácter de la agente de policía Zoe Herráez sabía que jugar con su paciencia sería un verdadero suicidio. -¿Se lo tengo que repetir, barón? -apremió Zoe con impaciencia. -Si no me hace caso tendré que proteger a ese animal de usted, y dudo que me metan en la cárcel por ello. Así que el arma la quiero ver en el suelo. Con las manos temblorosas el barón soltó el arma que cayó sobre el césped. Gabrielle con una profunda sensación de alivio corrió para calmar a Gitana. Iker estaba impresionado con la actuación tan rápida de Zoe, y antes de saludarla con aquel abrazo que ambos necesitaban, el duque prim