Los días pasaron, y sin saber lo que su esposo había hecho, Gabrielle seguía ilusionada con contando los días para empezar su vida de universitaria. Ser abogada era un sueño que le serviría para apoyar a otras personas a luchar por los suyos. Pero en aquel día no había momento para seguir celebrando, había llegado la hora de salir al mundo como la duquesa de Lugo, ostentar un título que le había dado más desgracias que privilegios. Gabrielle se dobló la camiseta que Renata le había dejado para esconder un pequeño agujero que tenía en la manga, era muy viejita pues la sirvienta tampoco tenía dinero para gastarse comprando ropa, pero era lo suficiente para que Gabrielle no tuviese que ir desnuda por el palacio. Asunta la mirada con pena, parecía más una chica recogida de la calle que la