A la mañana siguiente Gabrielle estaba metida debajo de las mantas en la casa de su padre, deseando desaparecer, pues no estaba preparada para enfrentarse a su nueva vida como duquesa de un hombre que había demostrado detestarla. Ella no estaba lista para vivir una vida amarga al lado de un hombre cegado por el engaño, solamente para que otros pudieran lograr sus más egoístas y mezquinos objetivos. Gabrielle abrazó un retracto que tenía de su madre deseando que ella estuviese viva. De haber sido así, ella no estaría casada con el duque. Entonces en ese momento fue cuando alguien llamó a la puerta. Antes de que la chica pudiera contestar, una empleada de la casa entró y la vio recogida debajo de la manta como si fuera una niña pequeña. –Señorita… digo, señora, su esposo la está esperand