Para no dejar sus pertenencias allí tiradas, Gabrielle decidió recogerlas ella misma, pero Iker se las quitó de las manos con violencia. -¿Qué cojones piensas qué estás haciendo, bastarda? -inquirió furioso, pero Gabrielle no le demostró miedo. -¡Recogiendo mis cosas y si me haces el favor de darme una de mis maletas para metértela en la cara como se mereces por llamarme “bastarda” te lo agradeceré, duque! -bramó Gabrielle con fiereza y ante la mirada de asombro de los empleados, Iker decidió tirar del brazo de su esposa para hablar con ella sin que lo escuchase nadie. No se iba a permitir aquella falta de respeto encima delante de la servidumbre. -Te advierto que no respondo por mí, vuelve a contestar de esa manera delante de mis empleados o de alguien más. Soy el duque de Lugo y me