Al llegar Iker se bajó de la camioneta para abrir los portones del lugar que estaba totalmente oxidados, eso fue lo primero que llamó su atención. Desconcertado con lo que estaba viendo, Iker no se molestó en volver a la camioneta para entrar en la propiedad, lo hizo a pie y descubriendo aquel triste lugar que fue el hogar de Gabrielle durante tantos años. Mojado de pies a cabeza, el duque entró en aquella enorme casa blanca y lo que vio en el interior era para romper el corazón. Todos los muebles estaban viejos, en las paredes había grietas que iban del techo hasta el suelo y las goteras daban la sensación de que llovía más dentro que fuera. Lo único que le causó ternura fue ver varios cuadros con dibujos hechos por una niña, obviamente por Gabrielle en su infancia. En ellos, Gabrielle