Biarritz, Francia un mes después.
–¡No puedes hacerme esto papá! –exclamó Gabrielle arrodillándose delante de su padre. –¿Cómo quieres qué me case con el hombre que lleva toda la vida siendo el prometido de mi hermana?
–Ella misma es la que ha decidido que sea así Gabrielle. Irina ahora tiene otras ambiciones que no están relacionadas con Iker Torres. –afirmó Adrien de Orleans y su hija lo miró con incomprensión.
–¿De qué estás hablando papá? –preguntó Gabrielle confundida pensando en cómo su hermana podría estar de acuerdo con todo aquello. Cuando todos hablaban de lo enamorada que estaba del Duque, que eran la pareja perfecta.
–Tu hermana ha recibido una propuesta de matrimonio del futuro príncipe de Mónaco. –Contestó Adrien restregándose los ojos, con un dolor de cabeza de los mil demonios porque todo aquel asunto lo estaba volviendo loco.
–¡¿Entonces porque Irina ha decidido cambiar de prometido como quien cambia de ropa, ahora yo tengo que sustituirla y casarme con el Duque?! –habló Gabrielle exasperada. –Esto es absurdo papá. Estamos en pleno siglo XXI, ya no existen los matrimonios concertados. Es algo de la Edad Media.
–Pasa mucho más de lo que crees, Gabrielle. –Aseguró Adrien levantándose del sillón. –Los tiempos son otros, pero la nobleza sigue siendo la misma y muchos de los acuerdos entre familias siguen siendo vigentes. Infelizmente tu abuelo tiene razón en algo que siempre dice. Si la nobleza se adaptase a los tiempos actuales, dejaría de existir.
–Papá por favor, tiene que haber alguna manera de romper ese acuerdo ahora que Irina ya no quiere cumplir con él. –suplicó Gabrielle llorando. –No puedes pedirme que acepte casarme con un hombre que no amo, y que ni siquiera conozco bien.
–No existe forma de romper ese acuerdo sin pagar las consecuencias. La familia que no cumpla con él perderá sus títulos, sus propiedades y privilegios. –aclaró Adrien bajando la cabeza avergonzado.
–¡¡¿Me quieren vender como si fuese una yegua para preservar sus asquerosos privilegios?!! -exclamó con indignación y su padre la miró con tristeza.
Adrien sabía que aquello era absurdo, pero él también estaba de manos atadas.
–No hay otra opción, el contrato está claro. El Duque de Lugo debe contraer matrimonio con una de las hijas de la Casa Orleans, siempre y cuando la chica sea mayor de edad.
–¡¡Esa es Irina, no yo!! –replicó furiosa. –Soy tu hija bastarda, ¿lo recuerdas? ¡¡La que has tenido apartada de todos porque es una vergüenza en tu vida!! –exclamó con indignación.
–Eso no es cierto, has participado varias veces en fiestas y reuniones con nosotros. Te he presentado en sociedad como mi hija. Como la fiesta de cumpleaños del Duque, por ejemplo. De la que saliste huyendo, dejándome en evidencia, ¿te has olvidado de eso?
–¡Abandoné la fiesta porque ya no soportaba las humillaciones de tu esposa, que siempre busca la forma de tratarme como tu bastarda! Porque eso es lo que soy, la hija de la otra. La mancha negra en la reputación de la familia Orleans.
–¡¡No vuelvas a decir eso Gabrielle!! –vociferó Adrien señalándola con el dedo como advertencia. –Sabes muy bien que tú eres lo mejor que tengo en esta vida. El mejor regalo que me ha dado tu madre, que en paz descanse. Eloise era el amor de mi vida, nunca lo olvides.
–¡Y te casaste con otra, obligando a mi madre a aceptar el puesto de amante en tu vida! –reprochó Gabrielle entre lágrimas. –Fue un matrimonio concertado lo que destruyó vuestras vidas y ahora me quieres condenar a vivir lo mismo. Así que no pienso hacerlo, no voy a casarme con el Duque de Lugo.
–¡Lo harás! –afirmó su padre. –Lo vas a hacer y sin oponer resistencia, porque eres mi hija y también debes cumplir con las obligaciones que tienes con esta familia.
–¡¡¿Con el ambicioso de mi abuelo, con la déspota de tu esposa y la víbora de mi hermana?!! –gritó Gabrielle mirándolo directo a los ojos. –¡No pienso hacerlo, yo no firmé ese acuerdo y no me importa que pierdan su asqueroso título nobiliario y sus malditos privilegios!
–Aceptarás ese matrimonio, y lo harás por el bien de todos los empleados de esta finca que te vieron crecer. –aseguró Adrien y Gabrielle lo miró con incomprensión.
–¿Qué quieres decir con eso papá, qué tienen que ver ellos con que me case con el Duque? –preguntó con nerviosismo.
–Está finca en la que vives es una de las propiedades que la familia perderá si no cumples con el acuerdo. Tu querida Bah, la mujer que te ha cuidado toda la vida y su hijo terminarán en la calle. Aunque Raphael pueda conseguir otro trabajo, sabes perfectamente que su madre y él no tendrán las mismas comodidades que tienen aquí, ¿te imaginas dónde podrían terminar?
–No, eso no puede ser. –contestó Gabrielle llevándose las manos a la boca, Bah era como su madre y su hijo Raphael era un hermano para ella.
–Eso sin contar los demás empleados. Todos irán a la calle Gabrielle, y esa pequeña Fundación que has creado en el pueblo, eso también pertenece a la Casa Orleans. Lo corona se quedará con todo y perderás tus proyectos, y a las personas que tanto quieres. –esclareció Adrien sentándose al lado de su hija en el sillón. –Infelizmente hija ese es el precio que debemos pagar por la sangre que hay en nuestras venas. Sacrificarnos por nuestras obligaciones.
–Si me caso con el Duque pasaré el resto de mi vida infeliz papá. –murmuró llorando y Adrien la abrazó.
–Sé que ahora es difícil, pero Iker es un buen hombre. Estoy seguro de que cuidará bien de ti. Confío en ello.