Aquella voz, Gabrielle sabía de que quién era aquella voz, era él… el duque. Entonces se giró para verlo y Iker la miró atónito, porque no tardó en reconocer aquellos ojos azules. –Duque… –murmuró Gabrielle y para Iker escuchar su voz fue la confirmación, era ella. –Eres tú, la chica misteriosa. –contestó con la voz tan baja que Gabrielle tuvo que hacer un esfuerzo para escucharlo. –Eres tú, ¿verdad? La chica que cree en la reencarnación. –Duque, yo… –Claro que eres tú, recuerdo tu voz y tus ojos. –respondió interrumpiéndola mientras que él solo podía mirarla impresionado y después le sonrió feliz de haber encontrado otra vez. –Espero que me digas esta vez como te llamas. Gabrielle lo miró nerviosa, su corazón latía cada vez más deprisa y tenía un nudo en la garganta que estaba