Como si no fuera suficiente tener que aguantar al príncipe, el rey de España también decidió hacer su aporte para desquiciar al duque en aquella maldita boda. —Estamos en público Iker, recuerda mantener la compostura. Aunque soy consciente de que es un día difícil para ti, hijo.—habló el rey con un tono condescendiente que Iker no soportaba. —No me digas “hijo”. —respondió Iker molesto. —Se me revuelve el estómago cuando lo haces. Mi padre jamás hubiera conspirado para destruir mi vida como lo has hecho tú por tus propias ambiciones. —Todo lo que hago es por tu bien y por el bien de nuestra familia. —argumentó el rey echando un vistazo a Gabrielle que hablaba con su esposa. —No tienes porque soportar esto para el resto de tu vida, Iker. Recuerda que accidentes ocurren todo el tiempo. E