— ¿Acaso no te cansas de hacer las cosas mal? ¡Despierta maldita sea! —gritó una voz masculina, impaciente por recibir respuestas.
Solange despertó en una habitación que al principio no reconoció. La cabeza le daba vueltas debido a la borrachera que se metió ella sola en la playa. Le punzaba la cabeza como si fuera una bomba de tiempo a punto de explotar. La luz del sol, detrás de las cortinas traslúcidas, le hacían entrecerrar los ojos, sentía como su vista protestaba en dolor al querer ver con claridad. Pronto recordó que estaba en un estado de resaca debido al vodka barato que había consumido la noche anterior. Vagos recuerdos comenzaron a invadir su mente del día anterior.
— ¿Dónde estoy? —murmuró la chica incorporándose de la cama con dificultad. Se llevó las manos a la cabeza en un intento por parar de tajo el dolor.
— ¡Escúchame bien Solange! ¡Qué ésta sea la primera y última vez que faltas de ésta manera! ¡¿Cómo se te ocurre no ir a la fiesta?! ¡¿Sabes la maldita vergüenza por la que tuvimos que pasar todos?! —Gritó la voz masculina. Las palabras la dejaban más aturdida de lo que estaba.
Una vez que sus ojos se adaptaron pudo ver la figura de su padre que le reclamaba, la insultaba y amenazaba, como era su costumbre. Dejó de escucharlo, su voz en ese estado, era lastimosa para sus oídos. No puso atención hasta que su padre llegó a la parte de las consecuencias.
— …no creas que seguirás teniendo tus cuentas bancarias, tarjetas o todo lo que alguna vez te di, volverás a tocar mi dinero si me muero antes de modificar el testamento. Si tu marido decide darte de comer o no, será problema tuyo.
— ¿Por qué me estás privando de tu dinero y no me amenazas con Cristian? —preguntó Solange cerrando los ojos por el dolor de cabeza. No le preocupaba el dinero, había vivido ya en las peores condiciones cuando se fue con Cristian y llegaron a Miami persiguiendo un sueño. Podía trabajar si era necesario hacerlo, pero le causaba ruido que no hubiera amenazas con truncar la carrera de su ex.
— Porque no soy estúpido. Sé que si le quito la ayuda a Cristian harás lo posible por huir —dijo entre dientes. La miró con desprecio, no toleraba que su hija fuera tan respondona, odiaba que las mujeres fueran como ella lo era— Hay mejores formas en que pagues las consecuencias y viendo cómo Luka te abandonó ayer en el altar, no dudo un sólo segundo que será un infierno que dependas de él. Si se te ocurre divorciarte juro por el cielo que Cristian no podrá ni siquiera pedir limosna en las calles como músico. Y tú tampoco.
Solange tenía en claro lo que tenía que hacer. Su padre se había encargado de cerrarle todas las puertas a ella para que pudiera ser cantante. En cambio Cristian tenía esa posibilidad, era libre. Ella en cambio, tenía controlada su vida por completo. Se sentía como en una burbuja de cristal que en cualquier momento se podía romper, ella era la prisionera y no podía hacer nada para evitarlo. Siempre había sido así.
— Rómulo yo me haré cargo de mi esposa —dijo la voz fría de Luka de pronto. Solange no había escuchado la puerta de la habitación abrirse, tal vez por estar más concentrada en el dolor de cabeza — déjanos a solas por favor. Ésto, ahora es mi problema.
— Tienes razón, ésta mujer ahora es problema tuyo —salió de la habitación sin siquiera dirigirle una última mirada a su hija. Era un alivio no tener que ser él quien lidiara más con Solange.
Luka la vio con desprecio. Tenía el rostro fruncido en cólera. Solange solo bajó la cabeza, quería evitar a toda costa una discusión. Lo único que deseaba en ese momento era tomar dos aspirinas y tomar suero durante todo el día. Y si había un agujero n***o, que la tragara y nunca más volver. Odiaba su vida y su realidad.
— No sabía que tú tampoco habías ido a la fiesta. Eres tarada. —dijo Luka. Su mandíbula estaba tensa tan solo de hablarle— Vístete tenemos que irnos. Debimos irnos anoche pero por tu estúpida desaparición tuvimos que retrasar la salida.
— ¿A dónde vamos? —preguntó la chica con un hilo de voz.
— A nuestra luna de miel, querida —la voz sarcástica de Luka, hirió un poco a Solange, que solo se limitó a levantarse de la cama y arreglarse en menos de diez minutos.
— ¿Es necesario ir después de lo que vivimos ayer? —preguntó Solange con sarcasmo.
— Dije que te vistas y nos larguemos. Nadie pidió tu opinión —Dijo Luka entre dientes, exasperado porque la mujer lo haya cuestionado. No la soportaba.
***
Llegaron a Francia alrededor de las ocho de la noche. Era irónico que su primera parada fuera la ciudad del amor cuando en su matrimonio no lo había. Llegaron al hotel en limusina. Al parecer Luka tenía el personal necesario para viajar alrededor del mundo con todas las comodidades. Algo que ella daría con mucho gusto a cambio de largarse lejos de esa vida de infierno a la que su padre la había sometido.
Bajaron del vehículo. Luka se adelantó dejándola por detrás, perdiéndose en el camino sin decir nada más. Los guardaespaldas dirigieron a la muchacha a la suite más lujosa de todo el hotel. Se suponía que eran una pareja de recién casados muy feliz, pero tal parecía que tanto a su ahora esposo como a ella no les importaba guardar las apariencias. Mejor para ella.
Llegó a la fría suite presidencial que se encontraba en el último piso del lujoso hotel.
— Señora Lacrox, si necesita algo siempre habrá alguien aquí vigilando la puerta para usted, solo basta con que nos llame —dijo uno de los hombres de n***o que la escoltaron hasta el lugar, poniéndose a su servicio.
— Gracias, así lo haré —dijo Solange con cordialidad. Le abrieron la puerta y ella pasó a la habitación.
Lo primero que hizo fue buscar sus maletas, los botones ya las habían llevado a la habitación, y buscar una pijama para ponerse cómoda. Era claro que no dormiría en la misma cama que él, por lo que preparó el sillón que estaba cerca de la entrada a la terraza donde pretendía pasar sus noches.
Se metió a la tina poniendo un poco de esencia de lavanda al agua tibia. Sintió un alivio en sus pies. Sintió como esa sensación se fue extendiendo por todas sus piernas hasta invadir su cuerpo. Cerró los ojos centrándose en la relajación, el agua caliente le terminó por relajar los hombros.
No supo cuánto tiempo pasó en el agua. Se había quedado dormida después de todo el agotamiento emocional y físico que había tenido los días anteriores, no pudo resistir el encanto de la tina. Se apresuró a salir del agua tomando una toalla para secarse el pelo y atándose la bata de baño para cubrir su cuerpo.
Se cepilló el cabello frente al espejo. Veía a una mujer abatida por la tristeza, pero no había mal que durara cien años. Ya tendría la oportunidad de ver su salida. Cuando terminó estaba dispuesta a salir del baño, cuando unos ruidos extraños la detuvieron justo antes de girar el pomo de la puerta.
Había alguien en la habitación, suponía que era Luka, después de todo estaría compartiendo habitación con él, como el supuesto matrimonio que eran.
Abrió la puerta y su cuerpo quedó helado al mismo tiempo que el aire abandonó sus pulmones. No podía explicar como alguien que apenas conocía le podía causar dolor en su ego. Ver a su ahora esposo en la cama cogiendo con otra mujer como si el mundo se fuera acabar, hizo que Solange regresara sobre sus pasos con la humillación en su pecho asfixiándola. Era la mujer más desgraciada en su propia luna de miel. No lo amaba, eso estaba claro, pero al menos pudo haber elegido otro lugar para tirarse a la tipa que no fuera en su propia habitación.
Luka estaba sobre la cama con la chica, desnudo y haciendo lo que se suponía que tenía que hacer con su esposa. Tener s*x* desenfrenado en su primer noche de bodas. Él no estaba dispuesto a cambiar su vida de soltero solo por estar casado con una mujer a la que no amaba. La odiaba y quería ponerla al límite. Quebrarla.
Solange no pudo evitar desear en cuartos separados y haberse evitado la incomodidad de haber visto a Luka teniendo s*x* con alguien más.
— Grita bebé —le susurraba Luka a la mujer— grita para mí —le decía excitado a medida que se entregaban al acto.
La mujer desconocida comenzó a gemir cada vez más fuerte a medida que Luka se lo pedía.