Mientras Manuel jugaba a ser un hermano demasiado sobreprotector Mar debió ir a un gimnasio cercano a tomar unas cuantas fotografías para la nueva página de Internet del lugar. Ni bien entró la energía que se sentía era contagiosa, parecía que todos se llevaban bien y que formaban un enorme grupo de amigos. Una rubia, con calzas y top deportivo, la recibió con una enorme sonrisa. Luego de que ella explicó el por qué de su visita, la mujer la llevó frente al encargado que conversaba animadamente con una castaña.
— Mierda — murmuró al reconocer a la mujer.
—¿Todo bien? — le preguntó la rubia sin dejar de sonreír.
— Perfecto — mintió.
— Carlos — La rubia llamó al enorme sujeto que se cortaba el pelo al ras de su cabeza. Era un tipo musculoso que apenas vió a la morocha amplió su enorme so
