Llegaron a la casa de Manuel e ingresaron en silencio. Él la liberó de sus brazos para que pudiera caminar hasta su habitación y así le podría llevar un poco de café que le quitaría la borrachera. -Toma preciosa - le dijo entregándole una taza de café bien cargado. Ella sonrió mirándolo con sus ojos irritados de tanto llorar. -Gracias - susurró y comenzó a beber el oscuro brebaje. -Amor, ya todo terminó. Sé que duele y que ahora no habrán palabras de consuelo, pero ya todo acabó. Eres libre de ellas - le hablaba suavemente, como queriendo que ella absorba cada palabra. -Duele como la mierda - confesó con una risa afectada. -Lo imagino - y la apretó entre sus brazos mientras dejaba varios besos en su cabeza y rostro. Mar aceptaba aquel cariño que le calentaba el alma. Se sentía amada c