46. Color en el palacio

1086 Words
Cuando Josué llegó, Isabella sirvió el té y luego los dejó a solas para que trataran sus asuntos en privado. — Josué, por favor, lee ésto Josué leyó la carta del rey Alberto con detenimiento y evidentemente, él estaba ejerciendo presión para la boda con la Duquesa Oscura, esa joven que arruinaría por completo la armonía en el palacio. — Vladimir, no sé qué decirte — Y justo ahora que... — ¿Justo ahora que al fin decidiste luchar por el amor de Isabella? — ¿Qué? Pero... — ¿Cómo lo sé? No olvides que soy el viejo amigo de tu padre y que te conozco desde que eras un bebé — Bueno, yo... — Ni te esfuerces en ocultarlo, Vladimir, fue evidente desde el primer momento — ¿Tan obvio soy? — Pues, es difícil tratar de ocultar un sentimiento tan grande y maravilloso — Entonces, no ne dejas más opción que aceptarlo, amo a Isabella como nunca pensé que se pudie amar a una mujer El rey y su consejero continuando hablando por horas sobre Isabella y sobre la posible boda con Alondra, pronto Josué se despidió sin haber llegado a una solución, sólo le repitió lo que Isabella ya le había dicho, que debía darle tiempo al tiempo para encontrar la solución perfecta. La hora de oa cena pronto llegó y Vladimir no quiso cenar sólo, así que se mudo junto con su plato a la cocina donde todos los empleados cenaban juntos, gran sorpresa para todos, pues nunca se imaginaron algo así. — ¡Su majestad! Creímos que ya había terminado — expresó Alaisa mientras el rey se acomodaba entre ellos — Para serles sinceros, ¡odio comer sólo! Así que no tengo más remedio que cenar aquí — dijo gruñón — ¿Desea que le caliente la cena de nuevo, señor? — preguntó atenta Isabella — Estoy bien, gracias, por favor, cenemos, tengo mucha hambre Todos miraban al rey comer temerosos por su presencia en la cocina, sentían les estaba espiando. — ¿Qué? ¿Tanto les incomoda mi presencia como para dejar de comer? — Todos están un poco sorprendidos con su actitud, su majestad — ¿Y qué tiene de raro mi actitud? — Pues... es bastante inusual que usted coma con la servidumbre — ¿,Y porqué a tí no te sorprende que esté aquí? — Para serle sincera, ya se había tardafo mucho en hacer algo así, no entiendo cómo pudo comer sólo por tanto tiempo Isabella comía con naturalidad acompañando al rey, Alaisa, celosa, intentaba hacer lo mismo. — Su majestad, estamos muy agradecidos por honrarnos con su presencia — mencionó Alaisa — Yo estoy muy agradecido por su gran trabajo y por todas las atenciones que tienen hacia mí — Es nuestra obligación, usted es nuestro rey — Pero no importa quién sea yo, son ustedes quienes le dan vida a este enorme palacio, por lo que de ahora en adelante, todo volverá a ser como antes, quiero que las cortinas sean aún más coloridas y alegres, adornar con flores y todo lo más lindo que existe como a mi padre le gustaba. — Sí, su majestad, hoy mismo quedará todo como usted lo desea — continuaba Alaisa — ¿verdad, Esperanza? — Me gusta mucho este cambio tuyo, su majestad, — expresa Miguelina — pero me preocupa lo que pensará tu futura esposa cuando llegue al palacio y vea que todo es normal y nada oscuro como a ella le gusta — De eso ya me encargaré, no te preocupes, que nadie se preocupe por ella, y por favor, si Alondra intentara algo contra cualquier persona de este reino, deben hacérmelo saber de inmediato — Así será, su majestad — respondieron todos menos Isabella — Isabella, no escuché tu respuesta — Sí, su majestad — respondió dudosa Con la nueva actitud del rey, el palacio volvía a tener color y luz en su interior, pues además, las cortinas debían abrirse para dar paso a la luz del sol, todo el palacio se llenaba de alegría nuevamente, excepto la habitación de Isabella, quien no se sentía preparada para dar este paso aún. El rey observaba día con día la actitud de Isabella y quería armarse de valor para confesarle sus sentimientos, notaba que su mayor miedo aún no se había ido y cierto mañana, la mandó llamar en su habitación para tratar de llegar un acuerdo y así poder compartir con ella otra noche de amor, ya que estaba deseoso de su amor y después de aquella vez, no se había atrevido a tocar a ninguna otra mujer para no borrar la esencia de Isabella de su piel y de su memoria, pues deseaba preservar ese recuerdo como lo más preciado de su vida. — Isabella, creí que tus miedos se habían esfumado, pero veo que mi trabajo aún no está terminado — sugirió él — Perdone que lo corrija, mi señor, pero ya no tengo ningún miedo Vladimir fingió que se lastimaba un dedo por accidente cuando dejó caer un objeto sobre él — ¡Su majestad! — Espera, en realidad no me lastimé, sólo quería ver tu reacción — ¿Pero porqué usted haría algo así? — Le tienes miedo al dolor — Como todos, nadie quiere ser lastimado, ¿no lo cree? — Sí, pero creo que tú temes demasiado Isabella no supo que responder a eso, pero antes de que el rey pudiera continuar hablando, Miguelina interrumpió. — Su majestad, disculpe la interrupción — ¿Qué sucede, Miguelina? — Creo que estamos en problemas — ¿Porqué lo dices? — cuestiona Isabella angustiada — Porque me han avisado de la presencia del rey Alberto en el reino y se dirige hacia acá — ¿El rey Alberto? ¿Pero qué hace aquí? — Será mejor que nos preparemos para recibirlo — sugirió Isabella — ¡Que mi consejero venga de inmediato! Y, por favor, Isabella, encárgate de organizar a la servidumbre y luego subes a tu habitación, por nada del mundo quiero que te expongas a la presencia de ese hombre — Sí, su majestad, — respondió Isabella sin entender el porqué Vladimir se apresuró a vestirse apropiadamente, mientras Isabella daba las órdenes para recibir a la visita, no es que supiera de los alcances del rey, pero algo en él le daba miedo, mucho miedo y suponía que no era una buena persona. — Buenos días, — saludó el poderoso rey — quiero a ver al rey Vladimir II...
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