En el trayecto, la pequeña se queda dormida, después de un par de horas de camino al fin llegan a una ciudad, Gerardo solicita hablar con la máxima autoridad, lo cual esta petición es denegada por los sirviente ls del rey, pero éste, que deambulaba por el palacio, lo recibió mostrando compasión y solidaridad al ver que el hombre cargaba a una pequeña en brazos. El rey pide hablar con él a solas, por lo que sus sirvientes se retiran, Gerardo le explica la situación y éste accede a su petición de protección sin condición alguna.
Cuando Gerardo pretende irse, la niña despierta y éste le explica que debe quedarse allí y ser una buena persona, ella teme, pero el señor que la recibe la trata con ternura y comprensión, y le dice que para protegerla deberá cambiarle el nombre, por lo que le da a elegir alguno.
— Isabella, como mi muñeca que perdí — responde ella con lágrimas en los ojos
— Bien, Isabella, de ahora en adelante yo seré tu protector, puedes contar conmigo para lo que sea que necesites
— ¿Gerardo podrá venir a visitarme?
— Me temo que no, señorita — responde Gerardo — si alguien me viera con usted, sabrían de inmediato que logró sobrevivir y vendrían a matarla, así que... está es una despedida — dijo quebrándosele la voz
— Te voy a extrañar mucho — ella lo abraza y llora
— Le prometo que un día, usted podrá regresar a casa y poner todo en su lugar, mientras tanto, ocúpese de crecer y aprender todo cuanto pueda, para que llegado el día usted pueda recuperar todo lo que por derecho le corresponde, mientras tanto, yo cuidaré de lo suyo y la esperaré en casa, ¿de acuerdo?
— Sí, Gerardo, te prometo que un día regresaré siendo fuerte y grande. — responde Isabella limpiándose las lágrimas — Muchas gracias por todo, mi mamá siempre te estará agradecida desde el cielo
— Y yo con ella desde la tierra — él besa su mano y se retira dejando a la niña desconsolada
— Isabella, ¿te gustaría conocer el lugar?
— Sí, señor
— Pero no me digas tan feo, ¿acaso me veo tan viejo?
— No, pero entonces, ¿cómo debo llamarlo?
— Yo soy Vladimir, y todo ésto está a tu disposición de ahora en adelante — Isabella se asombra al descubrir que se encuentra en un enorme y hermoso palacio
— ¡Wow! ¿Todo ésto es tuyo Vladimir? ¡No lo puedo creer!
Al continuar con el recorrido, Isabella queda estupefacta al ver la pintura de Vladimir entre los retratos de todos los reyes de esa ciudad.
— ¿Acaso eres un rey?
— Así es, Isabella, soy el rey Vladimir I
— ¿Primero? Si hay un primero, debe haber un segundo
— Exacto, mi hijo Vladimir algún día heredará el trono
— ¿Y dónde está? ¿Puedo jugar con él?
— Aunque me encantaría, eso es imposible
— ¿Por qué?
— Porque el vive lejos
— ¿Y a tu esposa no le molestará que yo viva aquí?
— De ninguna manera, mi esposa falleció el año pasado por una enfermedad muy fea
— Lo siento mucho, yo perdí a mi papá por culpa de la guerra, — explicó Isabella — se veía muy guapo con su uniforme de militar, pero un día sólo volvió su cuerpo, parecía que estaba dormido, pero nunca despertó y ahora ya no tengo mamá, me he quedado muy sola — el rey se puso en cuclillas para quedar a la altura de la dulce niña
— Como yo también estoy solo, podemos fingir que tú eres mi hija y que yo soy tu papá, ¿qué te parece?
— Me gusta tu idea
— Me encantaría seguir platicando contigo, pero debes dormir aunque sea un poco
— No tengo sueño
— Entiendo, pero deberías, por lo menos, conocer tu habitación
— ¿En serio puedo tener una?
— La que tú quieras
— Eres muy bueno, si mi mamá se hubiera casado contigo y no con ese hombre, ella seguiría con vida
— Puede ser, pero no podemos cambiar el pasado
— Ésta habitación es muy fría y no tiene ventanas — expresa la niña al entrar en una de las habitaciones
— Entonces veamos otra
Luego de ver varias habitaciones sin éxito, Isabella descubre que la que se encuentra al final del pasillo es la adecuada para ella, con una enorme ventana donde los rayos del sol pueden entrar cada mañana. Ella le pide al rey que se quede con ella hasta quedarse dormida, pues tiene miedo y una enorme tristeza en su corazón, además, le aterra la idea de volver a quedarse sola. Al dormirse la niña, el rey se va a descansar también.
Mientras tanto, Gerardo regresa a casa, el enemigo lo espera para que le de noticias de su esposa y su hijastra, pero al ver a Gerardo deshecho, confirma el resultado de su plan, aunque uno de sus súbditos le recomienda asegurarse con sus propios ojos, el desconfiado viudo, hace que Gerardo lo lleve al lugar de los hechos y éste lo hace. Al llegar, todos los acompañantes logran ver la carreta destruida al fondo del barranco, la muñeca de la pequeña puede verse en una de las piedras, y los restos de la ropa de las víctimas entre los restos de la carreta.
— Debió ser muy duro para tí, Gerardo — Gerardo rompe en llanto
— Fue horrible, señor, llegué muy tarde a rescatarlas, el caballo que quedaba estaba como loco, mi señora estaba siendo arrastrada por este, la niña gritaba suplicando ayuda, cuando logré liberar al caballo, la carrera cayó junto con ellas, ¡perdóneme, señor! — imploraba de rodillas.
— Has sido fiel y bondadoso, sé que hiciste lo que pudiste, nuestra pérdida es infinita, pero te prometo que lograremos la paz
— Sí, señor
— Porque me supongo que seguirás conmigo, ¿verdad?
— Desde luego, señor, cuente conmigo para todo lo que necesite
El viudo arroja una flor roja al barranco como símbolo de que la sangre que se derramó esa noche atraería las consecuencias anheladas por su oscuro corazón.