Voy camino a la farmacia como hago cada mes, no es lo que están pensando, no es por una prueba de embarazo ni mucho menos anticonceptivos, lo hago porque mi hija necesita un medicamento que no puede dejar de tomar. De mi vida s****l no tengo mucho por contar estos últimos años, he estado en un muy extenso verano, tanto, que ya hasta se me ha olvidado cómo follar; porque de hacer el amor ni para qué hablar.
Creo que mi motor ha de estar lleno de telarañas y necesita una buena engrasada hasta que se derrame por completo, pero con tanto trabajo; la enfermedad de mi hija; las ocupaciones en la casa y mil cosas más, la verdad no tengo tiempo de nada.
Salgo de mis pensamientos cuando soy interrumpida por el farmaceuta.
—¡Buenas tardes, señorita! —sonríe con picardía. —¿En qué le puedo ayudar?
—Buenas tardes, quería saber si tiene la medicina que siempre vengo a buscar —respondo con amabilidad
—Claro, espere un momento y le confirmo.
El farmaceuta entra a lo que parece ser un pequeño depósito para buscar el medicamento. Hoy en específico noto algo en su mirada, me repara de arriba abajo como si estuviera escaneando cada centímetro de mi cuerpo, pero en fin, lo único que me importa ahora es la medicación de mi hija.
Al cabo de unos pocos minutos regresa con las manos vacías, cosa que me desespera; porque ahora tengo que empezar a buscar como loca por cuanta farmacia encuentre a mi paso.
—Lamento darte malas noticias hermosa, pero no tengo lo que buscas, sin embargo, la puedo conseguir a cambio de algo —dice con tanto morbo que, creo, le saldrá lo viejo verde.
Me quedo pensando un rato pues no solo debo pensar a dónde ir por la medicación, sino que también debo lidiar con un idiota cuando no estoy en el mejor momento de mi semana, aunque siendo honesta, tal vez aceptaría un trueque si no tuviera esa actitud de viejo verde; porque físicamente es bastante agradable en lo que se puede ver, pero hoy no será el día y mi pésimo genio lo sabe.
—Bueno te puedo pagar de tres formas- señalo con mis dedos -Te puedo dar una cachetada, armar un escándalo por ser el grandísimo idiota que eres o puedo darte una patada en las bolas por abusador. ¿Cuál prefieres? —sonrío inocente.
La reacción del hombre fue tan evidente que se quedó perplejo y no pudo emitir una palabra, hasta creo que las bolas se le subieron a la garganta por lo que escuchó.
Decido no darle tiempo a responder y giro sobre mis talones para salir de la farmacia y buscar otra. En el trayecto me detengo en un puesto donde venden jugos naturales, pido de naranja que es uno de mis preferidos y siento cuando va bajando por la garganta tan frío, tan refrescante, tan…
—Te juro que si sigues haciendo esos gestos; no voy a dudar en llevarte al hotel que está a pocas cuadras de este lugar.
Escupo el poco jugo que tenía en la boca por la impresión. De solo escuchar su voz en mi oído se me eriza la piel y hasta puedo asegurar que estoy húmeda, y claro, también tengo el corazón a mil por su repentina aparición. No me atrevo a voltear, siento el rostro arder y no quiero que lo note, así que respiro hondo para controlar mis impulsos y girar para saludarlo.
—Hola Miguel ¿cómo estás? —saludo nerviosa. —Andas muy gracioso hoy ¿acaso te ganaste la lotería y vas a convertirte en mi esclavo? Digo, mi suggar.
—A decir verdad… no tan bien como tú, pero lo estaría si pudiera empotrarte en este momento; y te aseguro que no me molestaría estar a tus pies —muerde su labio inferior, ese rico y grueso labio inferior que siempre le he tenido ganas.
—Miguel ya basta, no quiero problemas —respondo intentando recuperar la compostura, pero él con esa mirada seductora no me la deja fácil. —Aunque…
—Aunque… —da esa sonrisa pícara, relame sus labios y deja esa pecaminosa mordida.
—A… yo… —cierro mis ojos y trago todas las ganas que tengo. —Nada, tengo que irme a la farmacia a buscar la medicación de mi hija —sí, lo sé, soy una estúpida por no dejarme llevar.
—¿Y entonces qué estamos esperando? Para luego es tarde y tengo ganas de devorarte hasta el alma.
No sé si es por el terrible verano que estoy pasando o es que este hombre al tener todo bien puesto en su lugar hace que mis malditas hormonas se desestabilicen, pero este horno entre mis piernas ya se prendió al máximo. Sonrió picara y asiento con un movimiento de cabeza, intento sacar un billete de mi cartera para pagar, pero él se había adelantado pagando mi cuenta.
Caminamos por la calle como si estuviéramos teniendo una conversación normal, pero en realidad me muero de nervios y mi maldito corazón no deja de palpitar… y no me refiero al que está en mi pecho.
Entramos a un hotel, no es cinco estrellas, pero se ve muy hermoso y tiene un aire colonial que me encanta, mientras camino por uno de los pasillos haciéndome la desentendida; él se encarga de pagar la habitación, me quedo como tonta viendo el área de la piscina y por la hora no hay nadie en los alrededores.
Cuando intento girar tropiezo con su pecho y él aprovecha para tomarme por la cintura depositando un beso en mi frente.
—Vamos hermosa no sigamos perdiendo tiempo y disfrutemos de lo prohibido —entrelaza nuestras manos y seguimos el recorrido.
Camino junto a él con el corazón latiendo a mil, siento que quiero correr. Mi entrepierna me dice que lo disfrute y la razón me dice que no lo haga. ¿Pero quién soy yo para negarle a mi amiga la fortuna de cabalgar a este semental? Como dice alguien que conozco “el que tiene miedo a morir, que no nazca” y yo quiero morir con él entre mis piernas.
Al entrar a la habitación lo primero que hace es pasar el seguro, no pierde tiempo y empieza a besarme con desesperación e invade mi boca con esa deliciosa lengua, y mientras nos besamos, vamos despojándonos de la ropa que nos estorba demasiado.
Estando desnudos uno frente al otro, me lanza una mirada pervertida que recorre todo mi cuerpo y con solo ese gesto entiendo lo que quiere hacer. A un lado de la cama está un sillón tantra, no tengo mucha experiencia en usarlo, pero lo pondré en práctica y dejaré volar mi imaginación.
Hago que se siente posicionando las piernas a cada lado y no me pierde de vista en ningún momento detallando cada movimiento que hago, acaricio mi cuerpo lentamente y llevo mi dedo índice a la boca en lo que desplazo la otra mano a mis pechos.
Puedo notar lo ansioso que está y lo rápido que va creciendo su erección, eso hace que me caliente aún más. No sé en dónde quedó esa mujer que sentía vergüenza por hacer cosas indebidas y darse la oportunidad de disfrutar de lo prohibido, pero tampoco me interesa saber.
Este momento lo había estado evadiendo desde hace mucho tiempo, solo pensaba en que no podía hacerlo pues iba en contra de mi crianza y los principios con los que fui criada, pero todo se va al demonio cuando tienes frente a ti a un hombre dispuesto a darte todo el placer que no has sentido en mucho tiempo.
Sigo con mis movimientos y cuando llego a mi centro de placer no puedo seguir con mi tortura, porque de alguna manera lo estaba torturando al no ir directo al grano, ¿pero a quién no le gusta jugar para avivar el momento?
Toma mi mano atrayéndome hacia él, me sube sobre ese marcado cuerpo y un poco más de mi razón desaparece al sentir lo duro que está, acaricia mi espalda con delicadeza mientras besa mis labios y mis manos se desplazan en su abdomen.
Se toma el tiempo de recorrerlo, sin prisa ni pausa; simplemente disfruta del recorrido que sus manos hacen por toda mi piel, es como si quisiera grabar con ellas cada parte de mi cuerpo y que esta imagen quede plasmada en lo más profundo de sus recuerdos.
Por muy excitantes que eran sus besos mi cuerpo me pedía detener esta tortura, muy descaradamente mis caderas se fueron moviendo sobre su erecto m*****o, se desplazaban con facilidad sobre este gracias a mi humedad y él suelta un gruñido al sentir el vaivén, pero no lo dejé ahí; porque al escucharlo, mordí su labio pecaminoso hasta que me aparté de él y lo solté con maldad.
Su rostro de fascinación, mirada oscura y sonrisa perversa fue la respuesta que necesitaba. Dejé que mi propia humedad me hiciera perderme en él y lo torturé con un baile erótico sobre su cuerpo.
—Creí que no te gustaba bailar —dijo con voz un poco ronca.
—No me gusta bailar, pero eso no quiere decir que no me guste hacer otras cosas.
Tiré mi cuerpo hacia atrás sosteniéndome con una mano de su hombro y la otra la pasé por mi cabello, mi rostro y bajé al cuello, siempre de forma erótica y con movimientos sensuales en mi vientre, luego lo miré ansiosa y hablé entre inocente y perversa.
—Si quieres me detengo y puedes continuar solo.
—De aquí no saldrás y menos después de sentir esto.
Esta vez su voz fue del todo ronca haciendo que mi centro palpitara y una contracción se hizo presente entre mis pliegues, la cual no pasó desapercibida para él.
—No creo soportar más esto.
—¿Y me hablas a mí de soportar Miguel? Lo curioso es que dijiste que me empotrarías, pero creo que tendré que ocuparme sola de todo esto que siento.
Intento levantarme; pero él toma con fuerza mi cintura evitando que lo haga y sin previo aviso entierra todo su falo en mi centro, ambos soltamos un fuerte gemido y contraigo mis paredes aprisionándolo más dentro de mí.
—Maldición; eso se siente jodidamente bien, hazlo otra vez.
La verdad es que no podía controlar eso, es algo que siempre sale involuntariamente en mi cuerpo, aunque esta vez parece que este reacciona a la orden de su ronca voz. Las contracciones se hacen más seguidas y voy moviendo mis caderas en círculos en lo que él me hace subir y bajar a su ritmo descontrolado.
Coloco mis manos en su cabeza para atraerlo a mis pechos y él los va chupando con desesperación, su penetración incrementa a la par de mis gemidos y toda razón ha desaparecido por completo de los dos, esto es tan delicioso que no quiero que termine.
Durante una hora nos entregamos al deseo y la pasión desenfrenada que nuestros cuerpos tanto anhelaban desde hace tiempo y disfrutamos de cada instante sin importarnos el resto del mundo, solo nosotros dos fundiendo nuestros cuerpos en uno solo y disfrutando de lo delicioso que es pecar, pero pecar con la persona indicada, esa que sea capaz de elevarte al cielo y demostrarte que puedes llegar a la galaxia si así se lo pides, a la vez, que te baja al mismísimo infierno para disfrutar de todos los deseos pecaminosos que esto implica.
No sé cuánto tiempo llevamos aquí saciando nuestros más bajos deseos, pero si algo puedo asegurar es que recorrimos cada rincón de la habitación y experimentando gran variedad de posiciones, esas que nunca antes me había podido atrever a hacer. Tal vez porque no había llegado el hombre indicado a desatar la fiera que se encontraba atrapada en lo más profundo de mi ser.
Nos quedamos recostados sobre la alfombra uno al lado del otro; esperando a que nuestras respiraciones se normalicen, no sé por qué razón siento unas estúpidas ganas de llorar y sin darme cuenta se escapa una lágrima por mi mejilla. Miguel se da cuenta y la seca con un tierno beso, es suave y delicado.
En un acto impulsivo lo beso en los labios y él corresponde con la misma efusividad, nos separamos por la falta de aire, nuestras miradas se encuentran y juro que quisiera perderme en esos hermosos ojos café cada vez que tenga la oportunidad.
Se preguntarán si tengo remordimiento, pues la repuesta es un rotundo NO, me sentí satisfecha en todos los sentidos y viva de nuevo después de tanto tiempo.
Nos levantamos y vamos al baño para darnos una ducha rápida, pero eso de rápida quedó solo en palabras porque nuevamente matamos las ganas en el baño bajo el agua tibia que recorría nuestros cuerpos.
Nos cambiamos porque ya es hora de que cada uno tome su camino, cómo quisiera que este momento no hubiera pasado tan rápido. Antes de salir, me abraza por la cintura y me da uno de esos besos que el día de hoy me robaron el aliento, suave, tierno, delicado.
—Mi diosa esto no fue sólo un revolcón —besa mis labios. —Es algo que va mucho más allá de un simple deseo.
—Lo sé, pero no puede volver a pasar de nuevo —respondo tajante. —No podemos involucrar sentimientos.
—¿Y si lo disfrutamos hasta que se pueda?
Sonreí plena y me lancé a sus brazos en un profundo beso como respuesta, dejé una mordida en ese exquisito labio grueso antes de soltarlo y no hubo una palabra más. Salimos del hotel tomando caminos opuestos, ahora debía volver a mi búsqueda, pero temía que por la hora no habría de encontrar otra farmacia cerca que tuviese la medicación.
Así, tomé aire profundamente y me desplacé de nuevo con el cretino, al menos él me había dado una garantía de poder conseguir la medicación. Cuando llego al local lo busco con la mirada; pero no lo veo en ninguna parte, de pronto escucho un estruendo en el depósito donde él había estado y un quejido proveniente del mismo sitio se hace presente.
Sin permiso alguno ingresé pensando que pudo tener un accidente. Está bien que sea un cretino, pero tampoco hay que negar una ayuda y menos si la situación pudiera ser grave. El lugar está un poco oscuro, intento buscar el interruptor de la luz, pero no doy con él.
—Perdón que entre así, escuché un ruido y quise confirmar que estuviera bien.
—Tenga cuidado hay varias cosas en el suelo y puede caer —respondió.
Me desplacé con cuidado para evitar otro accidente, entonces vi otro pasillo un poco más iluminado y vi más cosas en el suelo, al parecer esta bodega es más grande de lo que aparenta. En cuanto llego al lugar lo veo sentado en el suelo apoyado contra la pared, voy rápidamente donde él para auxiliarlo, me inclino y noto un poco de sangre en sus brazos y pecho, incluso su camisa llegó a rasgarse un poco.
—Espere aquí, traeré algo para las heridas.
Al girarme para ponerme de pie, él me toma del brazo haciéndome caer hacia atrás y choco con su pecho en mi espalda, un sutil gemido sale de mí en cuanto sentí su cuerpo que me hizo recordar a ese momento minutos atrás con Miguel. Mi falda había alcanzado a correrse un poco dejando ver mis muslos y una de sus manos se desplazó por mi pierna, en cuanto abrí mi boca para decirle que se detuviera, él colocó su mano en esta y subió más la otra apretando en la zona interna de mi pierna.
Mi espalda se arqueó ante esa presión tan exquisita, seguía tan sensible que no me había percatado hasta ese momento. Ascendió un poco más dejando otra presión y otro gemido se hizo presente. De pronto sus dedos rozaron la tela de mi interior, debí sostenerme de sus piernas, mi cuello se abrió paso ante él quien no desaprovechó la oportunidad y arremetió con sus labios en esa zona, era exquisito, incluso su lengua era mejor que la de Miguel. Malditas hormonas, maldita sequía.
Sus dedos escudriñaron entre la tela y la piel y ambos nos percatamos de cuan húmeda estaba, repartió mis fluidos hasta el clítoris donde se movió en círculos y perdí de nuevo el control de todo. La mano que cubría mi boca bajó por mi cuello y se metió en mi escote para tomar mis senos con fuerza y pasión.
—No tienes ni idea de cuántas veces soñé con tenerte de esta forma.
Esa voz nunca la escuché antes de él, era exquisita, hipnotizante, gruesa, ronca, dominante, pero no era lo único que se manifestaba junto a mi cuerpo, pues el bulto bajo su pantalón comenzó a crecer chocando con mi trasero y mis manos me traicionaron. Las llevé hacia mi espalda y comencé a abrir la cremallera, corrí la tela con ayuda de él y su enorme pene palpitaba en mi mano con su glande húmedo y caliente.
—Es todo tuyo hermosa.
Caí en la voz de la tentación y lo tomé masturbándolo con firmeza, seguimos el mismo ritmo con nuestras manos hasta que el orgasmo estaba a punto de llegar en mí, creí que él aceleraría, pero no, en vez de eso me inclinó rápidamente hacia el frente quedando en cuatro, levantó la falda, corrió el interior e ingresó de un golpe en mi centro penetrando descontroladamente.
Llevé una de mis manos hacia atrás como si quisiera sostenerme de algo y la tomó doblándola en la espalda e hizo fuerza para que no pudiera zafarme. Golpeaba duro, firme, ese resonar entre su vientre y mi trasero se escuchaba delicioso, me dejé invadir por completo sin pensar en las consecuencias.
Después de saciarnos en esa posición, salió de mi dándome la vuelta y dejándome en el suelo acostada, se apoderó nuevamente de mi cuello, su lengua apuntaba más al sur y abrió los botones para hacer que esta se apoderara de mis pezones con locura, los chupaba tan delicioso que no pude evitar compararlo con Miguel, los dos en ese sentido tenían una maestría bien ganada.
Con sus manos siguió masajeando mis senos y su boca se apoderó de mis pliegues sin perder un solo segundo, arqueé mi espalda nuevamente, chupó rápido mis pezones y me observó una fracción de segundos con una mirada sumamente perversa que hizo palpitar mi vientre. Arremetió de nuevo entre mis piernas y tomé su cabeza extasiada por todo lo que él me hacía, esa lengua sin duda es digna de un premio.
De nuevo estuve a punto de llegar al orgasmo en cuanto sentí que su lengua entraba y salía de mi v****a, mis gemidos no tenían botón de pausa y menos de apagado, pero más nos encantaba. Otra contracción se hizo presente cuando ingresó y él se separó rápidamente.
—Rayos, no me la dejas fácil hermosa.
Abrió mis piernas tanto como pudo y esa enorme serpiente entre sus piernas volvió a apoderarse de mí, mis manos fueron a su abdomen desabotonando la camisa y cuando vi esa piel otra contracción se manifestó, el cretino estaba mejor de lo que se dejaba ver.
Mis uñas marcaron ese cuerpo bronceado y un gruñido salió de él, esto era una locura, pero una que me encantaba, estos deseos acumulados me pasaron una factura de la cual no tendría quejas en adelante y menos con esos dos insaciables hombres que se apoderaban de cada parte de mí.
Lo vi mover una de mis piernas dejándome de lado y siguió penetrando fuerte, esto se sentía delicioso, no lo había hecho antes así. Se inclinó un poco sobre mí, me levanté ligeramente y tomé su cabeza para robar sus labios, eran finos, pero besaba como los dioses y esa lengua… eso no era de Dios, era del diablo.
—Más rápido, no aguanto más —pedí entre jadeos.
—Yo tampoco aguanto más, quiero venirme en tus senos —por mí que me bañe en el Amazonas si quiere.
—Hazlo —ordené con voz firme.
Aceleró su vaivén, nuestros cuerpos se estremecieron y varias contracciones internas aparecieron haciendo que su pene se sintiera más rico y grueso.
—Sigue hermosa, vente —chupó mis senos sin detenerse y sentí ese orgasmo expandirse hasta mis extremidades.
—¡Ahh!... Haz…lo…
No sé cómo es posible, pero sacó por segundos una fuerza descomunal que creí me partiría en dos, ágil, salió de mí apuntando su glande en mis senos y todo ese líquido blanco bañó mi pecho provocando un último gemido en ambos. Nuestras respiraciones eran demasiado agitadas, sudábamos horrores y el placer en ambos era indescriptible, jamás me imaginé que sería tan bueno.
Cayó a un lado de mí dejando besos en mi cuello y otro más suave en mi boca, su mano tocaba el esperma sobre mi pecho y sentí cómo lo esparcía en movimientos lentos, hacía círculos en las aureolas y los pezones sintiéndose tan bien que me sacaron una sonrisa junto a él.
—Esto no hace que dejes de ser un cretino —digo, él ríe un poco y acaricia mi mejilla.
—Lo sé, pero espero que conseguirte dos cajas de la medicación sirva como disculpa —maldito cretino, se ganó el cielo esta vez.
—Disculpa aceptada, solo espero que no vuelva a pasar.
—Lo de ser un cretino no, pero lo otro…
Bajamos la mirada viendo su pene todavía un poco firme y sonreímos. Parece que las tardes serán doblemente prometedoras a partir de hoy.