Aún siento la fragancia de tu cabellera al estar en mi cama, aspiro el aroma que dejaste y todo mi cuerpo despierta recordando tu recorrido. Creí que serían tus manos mi perdición y tu lengua mi pecado, pero fue tu cabello y tus ojos los que me atraparon ¿Soy débil? Quizás ¿Eres un demonio? No, no lo eres ¿Volverás a mi lado? Definitivamente, porque al abandonar mi cama esa mañana olvidaste tu ropa interior bajo la almohada.
No soy tan loco para oler tu prenda, prefiero deleitar más la vista con el diseño, ese de encaje n***o con dorado, uno tan elegante que me recuerda al vestido dorado que llevabas, era sencillo y aun así sabías portarlo con estilo y elegancia.
Tal vez habría sido una excelente idea pedirte con tiempo tu número y llamarte después, pero estábamos tan distraídos hablando del mundo que nos rodeaba que nos olvidamos de todo, no hubo tiempo, no hubo gente, no hubo nada excepto nosotros en aquella aburrida reunión.
Cierro mis ojos en lo que bajo mi mano con la prenda sintiendo la textura de esta, recuerdo tu sonrisa y un sutil sonrojo que tratabas de ocultar al esquivar mis miradas, me enamoré de ese labial que traías, era suave, no tenía brillo y no lo necesitaba porque tú se lo dabas con tu carisma.
Llegué al borde sedoso y el roce de mis dedos en tus mejillas fue el siguiente recuerdo, quería que me vieras, quería ver cada parte de ti mientras tu sangre daba color a tus pómulos.
—Así que eres un soñador.
Cinco palabras que me hicieron sonreír con sinceridad, cinco palabras que aceleraron mi corazón y lo próximo que deseé fue tenerte un poco más a mi lado, no imaginaba hijos, matrimonio o un noviazgo, no, solo un poco más tiempo para ver tus sonrisas.
Recorrí esa seda como recorrí mis dedos hasta tus labios sin dejar de ver tus ojos, te veías magnífica, pero cambiaste el matiz de tus ojos, ya no me mirabas solo con curiosidad, sino también con deseo casto.
—Tal vez sea un soñador, pero tu realidad es mejor esta noche para mí.
—Solo sexo es lo que quieres, igual que todos.
No dijiste eso con fastidio o ironía, sino como una burla, mi gesto no cambió en ningún momento y nuestros cuerpos no se movieron a pesar de tus palabras.
—Si quiera solo sexo entonces no me tomaría el tiempo para apreciarte, sería más fácil subir tu vestido y penetrarte, pero no quiero eso, o al menos no así, sin tacto ni gusto.
—¿Y qué quieres? —preguntaste con curiosidad y tus ojos se entrecerraban.
—Quiero que dejes de voltear tu rostro cuando te veo fijamente, quiero que me dejes ver tu sonrojo y esa sonrisa nerviosa, quiero que me permitas dejar mi mano y mis dedos donde están ahora recorriéndote centímetro a centímetro.
—No solo eres un soñador, también eres un romántico empedernido.
—¿Soñador?, sí, ¿romántico?, depende de la persona y empedernido, definitivamente no.
—Espero que tus labios y tu lengua sean tan buenos como tus palabras.
Sonreímos más y bajé un poco tu labio, me acerqué a ellos apenas para rozarlos, nuestras respiraciones eran agitadas y más cálidas, al igual que nuestro deseo.
—Dame cinco segundos y si no te gusta podrás irte sin problema, pero si te gusta, entonces tomarás mi mano y nos iremos juntos de aquí.
Cerramos nuestros ojos y crucé el desierto de tu labial, mi mano seguía acariciando tu mejilla y la otra rodeaba tu cintura, no fui atrevido pues no era el momento, pero cinco segundos fue todo lo que necesité para comprobar que quería seguir tocando esos labios. Nos separamos y los ojos de ambos brillaban, entonces te apartaste dos pasos de mí para tomar un poco de aire recobrando la razón.
—Cinco segundos y dijiste que podía irme sin problema.
—Si eso es lo que quieres —dije sin dejar de sonreír.
—Bueno, esta es mi decisión y espero que en verdad no exista problema alguno.
Dio media vuelta dando unos pasos más para alejarse, se detuvo y giró levemente estirando su brazo, dije que tomara mi mano, pero nunca le dije cómo hacerlo y esta era su forma de responderme. Quedé a su lado en el momento preciso en que ella se acercó para darme otro beso de cinco segundos y sonreímos al separarnos.
—Espero que a donde vayamos no tardes cinco segundos.
Los dos reímos como locos y le robé otro beso más atrevido pues dejé una mordida lasciva en esos gruesos labios.
—Será el tiempo que deseemos, pero cada cinco segundos quiero que seamos felices, libres y ansiosos de placer.
Abrí mis ojos sonriendo como idiota al recordar tu rostro y mi celular comenzó a sonar avisando un mensaje, al desbloquearlo, noté que era un número desconocido, lo abrí y mi corazón se agitó con esas palabras.
—Nunca pediste mi número, así que tomé el tuyo mientras dormías para llamarme y decirte que tienes algo que me pertenece.
—Mañana pasearé en el parque central en horas de la mañana, tal vez quieras recuperarlo con un café —respondí.
—Puedo desocuparme cinco minutos por un café, porque cinco segundos no me alcanzan para disfrutarlo.
—Si quieres pueden ser cinco horas y te invito a desayunar, con postre incluido.
—Te veré a las nueve, por cierto, ¿no te falta nada en casa?
Fruncí el ceño y miré alrededor hasta fijarme en una cinta que salía de un cajón específico, me dirigí allá para abrirla y sonreí al ver la pieza faltante.
—Muy astuta, espero que cogieras las llaves o no saldrás fácil de ellas.
—Dame cinco segundos y lo comprobaremos.