A ti, que te tuve entre mis piernas, solo quiero decirte que será la última vez, sí, la última. No fuiste malo en la cama, disfruté de tus embestidas y tus mordidas, pero es el final. No me hagas preguntas, no tienes por qué, te recuerdo que era un acuerdo y ya caducó.
¿De nuevo sacas a relucir esa cara de sufrido? —Tengo el corazón roto —dijiste, ¿pero a mí por qué tendría que importarme? Te lo dije desde el comienzo, esto es sexo y ya, no te quiero en mi vida por amor, no te quiero a mi lado cada mañana, amo mi privacidad y mi libertinaje.
—¡Eres una perra sin corazón! —gritaste. Dejé de ver la argolla que tenía entre mis dedos la cual iba a colocar en mi oreja, levanté mi mirada al espejo y vi nuestro reflejo, entonces supiste que cometiste un error muy grave. Acomodé las argollas en esos agujeros de mis lóbulos, repasé mi labial rojo, aquel que detiene el tráfico, aquel que endulza la vista de los morbosos, y te miré, nos miramos.
En tu miserable vida me vuelves a llamar perra, soy puta, una mujer de puta madre, y por eso, no le pertenezco a nadie más que a mí misma. No fui tuya y jamás lo seré, solo te acompañé, te seduje, te follé y todo acabó. No me llames, porque te ignorare, no me busques, porque me perderé, así que desaparece de mi vista y jamás vuelvas a buscarme.
Esas fueron mis últimas palabras para ti y para cualquiera que me insulte así, la ignorancia es bendita para el mundo, pero una perdición para los libertinos. ¿Perra? Que infeliz, cuando más de una vez gemiste bajo mi tacón, cuando eras tú quien ladraba suplicando que te diera más fuerte, perra nunca, no le doy el control de mi vida a nadie.
Cierro la puerta con fuerza, en el pasillo resuena ese eco de mis tacones, las paredes se enamoran con el vaivén de mi cadera, chasqueo los dedos y el ascensor abre sus puertas para mí, tu rostro de arrepentimiento fue lo último que vi al cerrarse el elevador.
Enciendo mi cigarrillo, las primeras dos bocanadas no llegan a mis pulmones, esas son para las ánimas, pero la tercera es para mí. Vida, eso sentí al caminar con ese hilo de muerte en mi mano. Espalda recta, pasos firmes, contoneo de cadera, seduzco al mundo porque es mío, soy una puta total y soy feliz así.
Iré a donde mis tetas quieran, follaré con la persona que mi coño desee, pero al final, no soy de nadie, me pertenezco, me amo y soy libre de no amar a otros. Soy bruja, soy mujer, soy puta, pero no de las que cobra una miserable tarifa, sino de aquellas que cobran con vidas, hoy tomé la tuya y mañana tomaré la de alguien más.
Soy libre y soy puta, una mujer de puta madre.