—¿Sigues quebrando los platos? —preguntó Rose. Raven se quitó el cabello que entraba a sus ojos. —No he perdido mi toque —respondió. Rose le sonrió y rodó los ojos. —Te lo descontaré de tu sueldo —le dijo soltando el aire—. Si continúas así, no cobrarás al finalizar la semana. Raven asintió con la cabeza y recogió los pedazos más grandes con las manos antes de ir por una escoba para el resto. —Lo sé —dijo Raven—. Creo que mentir no fue una buena idea. Rose sabía que ella le mintió con relación al trabajo. Era evidente que no estaba preparada para atender mesas, ni para lavar los platos. De hecho, Raven era peligrosa junto a un plato de porcelana o cerámica. Los platos eran su kryptonita. —Será mejor que ayudes a Louise en la caja —animó Rose. Raven estaba en deuda con ella. Ro