Santiago guió a Emma hasta su despacho y una vez entraron él cerró la puerta, él no iba a perder el tiempo con esa mujer, por lo que iría directo al grano. —¿A qué has venido Emma? — la mujer se paseó por el lugar. —Está muy linda la casa, bueno, hasta dónde he podido verla — Santiago la miraba con una intensidad que daba miedo. —Y será lo único que veas, ahora quiero que me digas que quieres o si no quiero ver que te vayas ahora mismo. — Emma se sentó con gran elegancia y sonrió. —Quiero estar en la vida de mi hija — Santiago la miró y luego se rió. —Estás loca Emma, no estoy para estupideces, ¿Qué quieres? ¿Dinero? ¿Te quedaste sin nada? — Emma empezaba a molestarse. —Pues no, no necesito tu dinero, ¿Qué tiene de malo querer estar con mi hija? He venido por las buenas Santiag
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