Tiene que ser una pesadilla.
Cierro los ojos, vuelvo abrirlos para encontrarme una vez más con los ojos grises de este hombre que me dio una de las noches más placenteras.
¡Joder Edén!
¡Que te va a matar y tu pensando en cómo te follo!
Resoplo.
—Sabes ¿No pensé que fueran tan rastreros para mandarte hasta mí? —comienza en tono plano y bajo.
—No entiendo.
—¿Cuál era tu misión esa noche? —niego.
Se inclina y me quita la cinta.
—Responde.
—No sé de qué hablas—balbuceo—tampoco tengo idea a que te refieres. Además, te recuerdo que fuiste tú, el que se acercó a mi—digo indignada—Edén Williams, no le ruega a un hombre sexo —gruño molesta.
Él se ríe.
Es una risa hueca y sin gracia.
—Esteban y Smith te enviaron a que me sacaras información ¿No es así? Continua Eras un cebo, pero algo les fallo—concluye como si de verdad lo creyera.
Bravo Edén, te acostaste con un conocido de tu ex.
—No te conozco—digo en cambio—no hasta esa noche—respondo lo más calmada —Ahora te exijo que me liberes. Dile a tu jefe que, si me deja ir, no los voy a denunciar.
El hombre a mi lado se ríe con ganas. Y cruzan una mirada divertida.
—El único jefe aquí soy yo—abro los ojos—¿Vas a negar que sabes que Yannick no es más que un criminal y que Esteban, tu novio es su ejecutor?
Niego.
—Es mentira—lo miro incrédula—los conozco y son personas intachables—lo miro con desprecio—Estoy segura que no puedo decir lo mismo de ti.
Puede que Esteban sea un idiota, pero no es un delincuente.
Arslan se inclina tan rápido que no lo veo venir. Su respiración barre mi rostro dejando atónita.
—No te importo mucho cuando estabas gritando mi nombre esa noche—susurra a milímetros de mis labios.
—No sabes que las mujeres somos buenas fingiendo—digo en tono sarcástico, aunque por dentro estoy asustada.
La sonrisa que me da es depredadora, se inclina a un lado antes de aspirar el aroma de mi cuello. Cierro los ojos y contengo la respiración.
—¿Vas a decirme lo que sabes? —pregunta antes de alejarse.
—¡No sé nada! —Grito cabreada—presuntuosos de mierda.
Arslan hace una seña al vikingo. Esta saca la radio.
—Envíen a Mike—habla mirándome fijamente con un brillo divertido.
—Suéltame.
—¿Vas a decir la puta verdad?
—No sé, cual es la puta verdad que quieres escuchar—en tono exasperado, removiéndome en la silla—lo único que paso esa noche, fue que un idiota llego a mi mesa, yo no lo busque. ¿Y sabes que fue lo peor? —digo desbordando odio—Me acosté con ese imbécil.
—¿Qué diría tu novio? —remarca la última palabra.
—Esteban y yo no estamos juntos.
—No te creo.
—¡Pues que te den! —grito exasperada—déjame ir.
La puerta se abre y entra un hombre bajo, de cabello n***o con corte militar. Parece un pequeño tanque.
—Divierte— anuncia antes de darse la vuelta.
—¡Espera! —grito entrando en pánico, pero no se da vuelta y en cambio sale de la habitación.
—Te presento a Mike—habla el hombre rubio que me rapto— Es el mejores sacarle las cosas a los que no colaboran.
—Escucha—digo horrorizada por las cosas que me pasan por la cabeza—Yo no sé de qué hablan. Esteban y Yannick para mi, son solo dos personas que cumplen la ley.
—Ay gorrión. Solo dinos porque te mandaron esa noche.
Niego con rabia.
—¿Quieres la verdad? —asiente— Esteban me cito allí para una cena y después pasaríamos la noche. Tu jefe solo fue algo fortuito. Tienes que creerme— miro de reojo al hombre que está cerca de la puerta y mueve algunas cosas en la mesa.
—Respuesta incorrecta, pero vamos a sacarte la verdad.
—Ya dije lo que se —gruño. El hombre llamado Mike camina hasta mi con una bandeja. La deja a un lado y estoy a punto de vomitar cuando veo instrumental quirúrgico y otras cosas que no lo son.
—Ya te dije la verdad —susurro respirando de manera entrecortada.
—Dime Eros ¿mano derecha o izquierda? —pregunta el hombre de pie frente a mí.
El vikingo se llama Eros.
—A ver —dice con una sonrisa de suficiencia el muy cabrón. Apretó mis manos en puño.
—¡No me toques! —digo con rabia.
—Entonces habla de una puta vez, o le vamos a enviar a tu novio un poco de ti.
—No. Se. Nada —gruño entre dientes y las malditas lagrimas llenan mis ojos, pero me reusó a liberarlas.
De repente el sonido de un móvil se escucha.
—Aguarda —dice alejándose un momento.
—Dime—atiende la llamada. El tal Mike me mira serio mientras su compañero continúa hablando. Me da una mirada sobre su hombro—Bien. Se lo diré. Adiós—cuelga.
—Necesito hablar con Arslan. Ya vuelvo— Anuncia llegando hasta nosotros —Pórtate bien princesa.
Cuando se va y me deja a solas con el recién llagado me siento más vulnerable.
—¿Sabes? a mi no me van los juegos. Así que vamos a terminar con esto.
—Ya dije lo que sabia —digo lo más calmada que puedo—Por favor, déjame ir. No diré nada a nadie, pero libérame.
El tipo niega y toma de la bandeja a mi lado, unos guantes quirúrgicos y se los pone con pericia.
El miedo me atizona por dentro y estoy a punto de vomitar o desmayarme.
¿Qué sería mejor?
Miro con horror como toma una especie de contador de habanos y no hace falta ser un genio para saber su finalidad.
—No lo hagas—pido. Agarra mi mano, pero la aprieto con fuerza—¡No! —grito entrando en pánico.
—¿Cuál era trabajo que tenias que hacer esa noche con mi jefe?
—¡Nada! ¡absolutamente nada! —grito ya con la lagrimas rodando por mi mejilla. En mi momento de debilidad libera mi mano en introduce el objeto en mi dedo anular
—¡Para! —grito lo más fuerte que puedo—¡No sé nada! — chillo.
Empiezo a ver puntos negros.
—Pero ¿¡Que estas habiendo imbécil!? —escucho el grito en medio del mío. Para después, sentir mi mano libre.
—¡Solo tenías que asustarla! —grita la voz que reconozco.
Arslan.
Mi respiración es superficial y las lágrimas ruedan libres.
—Señor. Yo pensé…
—Te di una puta orden—lo corta la otra voz. Eros— solo la íbamos a asustarla, no hacerle daño.
—Sácalo de aquí antes de que le haga, lo que pensaba hacerle a ella.
Tengo mi cabeza gacha tratando de normalizar mi respiración y alejando el terror.
—¿Edén? —siento mis piernas y manos liberarse —No te debía tocar—murmura para sí, pero yo estoy al límite—Edén ¿Me escuchas? —dice en tono bajo. Levanto mi cabeza y me encuentro con los ojos grises de Arslan.
Eso antes de que mi puño vuele y haga contacto con su rostro.
POV ARSLAN.
Es ella.
Miro las fotografías en silencio sentado en mi oficina del club.
Es de unos meses atrás, lleva un elegante y recatado vestido n***o y junto a ella, esta Esteban Collins
Esteban Collins y Edén Willians.
Es el pie de foto de un recorte de periódico, donde detalla la labor altruista de este con la sociedad y su incansable lucha contra el crimen.
—Pura mierda—digo relimándome en mi silla.
—Entones ¿Es la misma mujer? —inquiere Eros, mi hermano y mano derecha.
Asiento.
—Ella es la mujer con la que dormí en el Plaza.
Eros silva dejándose caer en la silla frente a mí.
—Hay algo que no cierra —dice —nuestro informante no aviso que Esteban estaría allí. Pero nunca llego, en cambio mando a su novia—señala las fotos.
—Necesitamos llegar a Yannick —digo refiriéndome a fiscal del distrito.
Mientras que, para todos él es un dechado de virtudes. Nosotros sabemos en realidad quien es.
¿Quién diría que el fiscal Yannick no es más que el jefe de una organización criminal? Que tiene empresas ficticias para lavar su dinero.
—¿En que estabas pensando cuando te llevaste a la cama a esa chica? —Eros cuestiona mirándome serio— sabía que habría problemas cuando entro al restaurante
—No sabia que era la mujer de Esteban—gruño—Tenemos que averiguar que sabe y cómo podemos usarlo en su contra.
—Ya la tengo ubicada—comenta pasando una mano despreocupada por su cabello rubio y largo—La mujer es una abogada de familia—anuncia.
—Tráela al club y por amor a Dios, no seas tan obvio.
—Así lo hare —dice en tono serio levantándose.
Sale de mi oficina dejándome solo. Tomo la fotografía donde aparece con una mujer mayor. Por sus rasgos parece su madre, pero mientras la mirada de la mujer es dura y aprensiva la de Edén resplandece.
Dejo la fotografía de mala gana en el escritorio.
Soy Arslan. Dueño y señor de un mundo de apuestas, contrabando y narcotráfico. Me ha costado sangre y sudor conseguir lo que tengo.
Cuando apenas éramos unos niños y vivíamos en Armenia, nuestros padres un buen día se fueron dejándonos solos a Eros y a mí.
Eros apenas tenía siete y yo nueve años. Pasamos a un orfanato. Allí cuide de que mi hermano estuviera bien.
¿Cómo llegamos a Estados Unidos?
A los quince años me escapé del orfanato y comencé mi vida en las calles. Sabía que necesitaba hacer algo para sacar a mi hermano de ese infierno.
Lave coches, limpie ventanas por centavos, robe.
Allí fue donde Hadid me reclutó. Era el recadero, el que hacía las cosas sucias, todo para obtener dinero y así darle una mejor vida a mi hermano.
¿Me arrepiento?
No.
Hice lo que tenía. De nada me sirve arrepentirme.
Hadid era buscado en Armenia y necesitaba salir de allí. Así que solo llevo lo indispensable. Su ejecutor. Me gane la fama de ser el mejor. Por eso, cuando me dijo que hiciera mis maletas no lo dude y tome a Eros. Llegamos a la tierra de las oportunidades como muchos la llaman. Aquí, poco a poco y a fuerza de guerra fuimos tomando terreno. Yo, más posición.
Me volví imprescindible para Hadid porque era lo que quería. No preguntaba, solo actuaba hasta que un día el viejo me hizo su mano derecha y terminé ocupando el puesto cuando murió.
¿Fue fácil?
No.
¿Hubo sangre?
En mi mundo siempre la hay.
Ahora mi piedra en el zapato es Yannick Smith. Sus negocios están afectando los míos y hasta alguien como yo, tiene sus límites. No tráfico personas. Eso es un punto de inflexión.
Y el problema radica en que quiere mi caída. Por eso, su plan es exponerme a todos, haciéndome participe de sus juegos.
Yo no soy el maldito peón de nadie. Soy la cabeza de una organización criminal y ningún pendejo con ínfulas de matón va a ir por mi cabeza. Antes, corto la de él.
Una hora después Fran uno de mis hombres de seguridad llama a mi puerta.
—Señor. El paquete fue entregado.
Asiento poniéndome de pie y salir de mi oficina. Bajo unas escaleras que dan a un pasaje de laberintos subterráneo. Este tiene salida en diferentes puntos de la Ciudad Que mejoranera de moverme.
Las personas me ven si lo quiero.
Cruzo los pasillo y avanzo hasta entrar a la habitación.
Sus ojos me mirar con sorpresa
Nuestra noche juntos es inolvidable. Soy un hombre que le gusta el sexo y ha practicado todo lo que se le antoja. Pero, Edén ha sido un fruto prohibido que deseé desde que la vi entrar al restaurante.
La mujer es sensual y no teme tomar lo que quiere.
Mi problema. Es que no confío en ella. Mejor dicho, no confío en ninguna mujer. Está en su naturaleza mentir, engañar, enredar a los idiotas y puedo ser muchas cosas, pero no soy una presa fácil.
Claramente Ella me asegura que no sabe nada.
La pobre cree que tiene un novio perfecto.
Ella fue enviada como carnada y sí. Admitiré que caí. La mañana después a nuestra noche, me desperté queriendo tener un poco más de ella, solo me desperté para encontrar la cama fría.
Cuando logré averiguar a nombre de quien estaba la habitación, sentí irá.
Por primera vez caí en el juego de Esteban y Yannick, pero esto no se quedaría así.
—¿Vas a decir la puta verdad? Inquiero viendo como sus ojos cafés me fulminan con la mirada.
—No sé, cual es la puta verdad que quieres escuchar. Lo único que paso esa noche, fue que un idiota llego a mi mesa, yo no lo busque. ¿Y sabes que fue lo peor? Me acosté con ese imbécil.
Sus palabras me molestan, pero decido pincharla un poco.
—¿Qué diría tu novio? —Mi voz desborda ironía y al ver su expresión de odio me doy una palmada en el hombro.
—Esteban y yo no estamos juntos.
Lo dice con falsa calma. Sus ojos me dicen lo que siente y estoy seguro de que, si tuviera oportunidad de pegarme un tiro, lo haría.
—No te creo.
—¡Pues que te den! —grita—déjame ir.
La puerta se abre y Mike entra a la habitación. Le doy una sutil mirada a Eros y este asiente.
—Divierte— digo dándome la vuelta ignorando su llamado.
La orden de Mike es sencilla. Asustar la mierda fuera de Edén y así poder sacarle lo que sabe de su novio y sus negocios sucios.
Me detengo a unos metros cuando mi móvil suena.
Pongo los ojos en blanco cuando veo quien es.
—Arslan —dice la voz chillona de Camille.
—Te dije que no me llamaras más.
—¡Pues no lo acepto! han sido dos malditos años juntos. Me echas a la basura como si no fuera nada.
Ese es el punto. No eres nada para mi
Resoplo.
—Te dije que, si no te bastaba con lo que te daba, eras libre de buscar tu maldito cuento de hadas con otro. Yo siempre fui claro.
—¡Me trataste como a una de tus putas! —grita. Alejo el móvil de mi oído y hago una mueca.
—No Camille. Simplemente sé que lo nuestro no iba a ningún lado.
—¡Arslan! —volteo al escuchar la voz de Eros.
—Adiós Camille—cuelgo— ¿Dijo algo? —niega.
—Yannick está por enviar un cargamento— Anuncia de manera apresurada —El informante solo puedo descubrir eso. Toda la información la tiene London.
Maldigo.
London es parte central de la organización de Yannick.
—También me ha dicho que esta noche hay una velada íntima y la organización tendrá una reunión allí.
—Necesitamos saber que dirán en esa reunión—asiente de acuerdo.
—Solo hay una persona que puede ayudarnos—hago una mueca.
Edén
Camino de regreso a la habitación, cuando escucho un grito de horror que me pone los vellos de la nuca en punta. Entro para encontrar a Edén luchando contra el agarre de Mike.
Este tiene un cortador en su mano.
¿¡Qué coño!?
—Pero ¿¡Que estas habiendo imbécil!? —grito cuando Edén vuelve a pedir que pare—¡Solo tenías que asustarla!
Lo aparto de un empujón. Cabreado.
—Señor. Yo pensé…
—Te di una puta orden. Solo la íbamos a asustarla, no hacerle daño.
Eros habla también muy enojado. Miro a Edén que respira con la cabeza baja.
—Sácalo de aquí, sácalo antes de que le haga lo que pensaba hacerle a ella.
—¿Edén? —la llamo desatando las correas que la aprisionan—No te debía tocar—digo a punto de perder la paciencia y arremeter contra Mike—Edén ¿Me escuchas? —digo en tono bajo tratando de calmarla.
Ella levanta sus ojos y me mira. Sus mejillas están mojadas por las lágrimas.
No soy consciente cuando su puño golpea mi nariz.
¡Joder!
Esta mujer no es ninguna damisela en apuros.