Capítulo 5

4124 Words
Tímidos rayos de un sol de verano se colaron por las cortinas. Después de amarse toda la noche, los nuevos amantes dormían entrelazando sus cuerpos. El ruido de un persistente tono de celular despertó a James. Era el teléfono de Megumi con la llamada número veintiséis de Hikaru que era enviada al buzón. La insistencia alertó al extranjero, por lo que con tiernos besos despertó a la joven. Aún algo dormida atinó a llamar al guardaespaldas, quien le dio una noticia que aportó a que se despabile: sus padres llegaban a Tokio en dos horas. Salió desnuda de la cama para tomar un rápido duchazo y pidió a su reciente confesado enamorado que le alcance la ropa que ayer entregó para que sea lavada. Era mediodía, y sus padres llegarían pasadas las 2 pm. Hikaru la había cubierto al indicar que su horario estaba ajustado esa mañana, al ser cuestionado por Mika sobre el motivo por el que su hija no respondía sus llamadas. Tenía cinco llamadas perdidas de su madre y veintiséis del preocupado custodio al pensar que sería descubierto encubriendo el amorío clandestino con el extranjero. Aunque Megumi no le había comentado nada, él ya sabía de los sentimientos de su joven ama hacia el inglés, por lo que no había informado al padre sus salidas con James para evitarle problemas a la joven y para que, aunque sea por breve tiempo, llegue a conocer la felicidad al compartir dulces momentos con el ser amado. - ¿Por qué la prisa por irte tan de repente? -cuestionó James sujetándola del brazo, vistiendo solo la bata del pijama. - Ayer no pude confesarme -cerró los ojos brevemente para darse valor-. Soy hija de una de las dos familias más ricas y poderosas de Nagoya -hasta ahí James no se sentía sorprendido, lo supuso al saber que Hikaru era su guardaespaldas-asistente-. Mi prisa es porque mis padres están en camino y supuestamente yo estoy en la universidad -calló y el silencio era incómodo. - Dime lo que aún ocultas y te cuesta confesar -el inglés fruncía el ceño al sospechar que algo grave se aproximaba. - Estoy comprometida en matrimonio… la boda será en diciembre. James no podía ver las lágrimas que salían de los ojos de Megumi hasta que percibió la mancha de humedad que crecía sobre el crop top de la joven. Hace unas horas la japonesa lo había aceptado, le confesó que lo quería, que estaba enamorada, ¡hasta le entregó su virginidad! Sin embargo, lo que acababa de revelarle, lo quebraba. - ¡¿Por qué me has mentido? ¿Por qué aceptaste y respondiste a mi amor si tú no sientes lo mismo?! -cuestionó notoriamente alterado, soltándola de golpe al sentirse traicionado. - James, ¡yo te amo! -gritó la joven sin darse cuenta del peso de sus palabras-, pero estoy comprometida con el hijo de la otra familia poderosa de mi ciudad desde los ocho años. Solo lo he visto tres veces y no sé nada de él. No me voy a casar por amor, sino por un acuerdo entre familias para fortalecer los lazos y los negocios. ¡Perdóname por no decírtelo antes! Es que no te quería perder -se dejó caer al sentir que sus piernas no la podían sostener al temblar por el miedo que sentía al pensar que lo perdía. - ¡Mi niña! -la rescató del suelo y la cargó entre sus brazos. Ella sufría porque lo amaba, pero sabía que no tenían futuro. En eso mil ideas llegaron a la mente del inglés, pero debía analizarlas todas para inclinarse por la mejor opción-. Respira, limpia tu lindo rostro y ve al encuentro con tus padres. Cuando se hayan ido y estés en condiciones de verme, llámame para acordar nuestro encuentro. Te estaré esperando, mi niña. El chofer del inglés la llevó hasta la universidad, en donde Hikaru la esperaba para llevarla al aeropuerto a recoger a sus padres. Durante el camino Megumi abrió su corazón ante el fiel custodio, le agradeció por no acusarla y le pidió que le siga ayudando a mantener la relación que tenía y crecía con James. - Señorita, me pone en aprietos. En seis meses será su boda -comenzó a hablarle el guardaespaldas-. Sé que se casa sin amor, pero igual debe guardar compostura. ¿Hasta cuándo piensa seguir con el noble inglés? - Hikaru, si por mí fuera, lo que tengo con James duraría toda la eternidad -nuevamente lloraba al sentirse tan desdichada por haber encontrado al amor de su vida, pero no lo podía gritar a los cuatro vientos. Sus palabras entristecieron al custodio al recordar a la hermana mayor que su padre obligó a casarse por interés cuando él apenas era un adolescente, y que al poco tiempo se suicidó al no soportar ser tocada por un hombre que no era aquel de quien se había enamorado. - Señorita, la ayudaré en todo lo que pueda, pero es necesario que hable con el noble inglés. Para que todo salga bien, creo que es él quien me tiene que orientar en cómo actuar y asegurarme que mi familia y yo estaremos bajo su amparo si su padre se entera y quiere tomar represalias en mi contra -con la esperanza que el apoyo de Hikaru le otorgaba, limpió sus lágrimas, colocó algo del maquillaje que llevaba en su bolso y ya estaba lista para recibir a sus padres. Yori y Mika estuvieron una semana en Tokio. Durante ese período, Megumi solo pudo ver a James durante las clases de japonés, que eran tres veces a la semana. El brillo en sus ojos por la alegría que sentía al verla y la mirada opaca que aparecía cuando tenía que decirle «hasta pronto» al dejar el aula, hicieron que la joven Nagata estuviera segura del amor del extranjero, y de que el suyo estaba creciendo más y más. Durante la inesperada visita los padres de la joven no sospecharon del amorío que sostenía con James, ya que en todo reporte que Hikaru entregó, omitió información de la relación que la joven sostenía con el inglés. Al alzar vuelo el avión de la Familia Nagata hacia Nagoya, Megumi llamó a James y acordaron encontrarse en el apartamento exclusivo donde vivía el noble inglés. Él dio la orden para que permitan ingresar el auto manejado por Hikaru a la zona de estacionamiento exclusiva para su uso, desde la cual un elevador se alzaba directo hacia el interior del apartamento. Cuando la vio al abrirse las puertas del ascensor, no pudo evitar correr para cargarla en sus brazos. Sentados en el sofá de la sala, la llenó de besos, y ella reía al sentir cosquillas por una insipiente barba que había crecido en el rostro del inglés al sentirse desganado en los últimos días por no tenerla a su lado. Cuando miró su rostro y notó las marcas que la tristeza había dejado en él por no verla, dejó suaves besos en cada uno de sus ojos azul turquesa y acarició por donde el vello facial crecía. - Te ves muy sexy con barbita -le susurró al oído, dejando un beso en el lóbulo, haciendo que gruña al estremecerse. - ¿No crees que me veo fatal? -preguntó con los ojos cerrados para controlarse y no llevarla directo a la alcoba o asaltarla sobre el sofá. - Tú, como estés, siempre te ves muy guapo -y dejó varios cortos besos por todo su rostro. Al sentir el bulto muy duro en la entrepierna de James, aclaró que antes de perderse entre las sábanas con el inglés, debían hablar sobre ellos. Para evitar que la tentación gane, la sentó sobre el sofá, dejando libre sus piernas y permitiéndole girar hacia ella para estar frente a frente. Megumi aseguró que sus padres dejaron la ciudad sin sospechar lo que crecía entre ellos, ya que contaban con la ayuda de Hikaru. Al preguntar el extranjero por qué el custodio no los había delatado, la joven no supo qué decir, desconocía los motivos que lo impulsaban a ayudarlos. Asimismo, le dijo que el guardaespaldas-asistente quería hablar con él, ya que creía que sería mejor si el inglés era quien pauteara sus movimientos. De acuerdo con el punto que recomendó Hikaru, le dijo que en breve pediría que suba para hablar, pero que primero debía hacerlo con ella. - Todos estos días he estado analizando la situación -empezó mientras la tomaba de las manos y miraba fijamente-. Tengo muy claro mis sentimientos y que eres la única que quiero a mi lado porque solo contigo puedo ser feliz, pero nuestras familias nos ponen trabas que hacen inalcanzable el que podamos hacer una vida juntos -Megumi sentía que su corazón se resquebrajaba al escuchar lo último que dijo porque pensó que iba a proponer terminar con lo que tenían-. No obstante, ¡me importa mierda nuestras familias! -sintió que la vida regresaba a ella-. Si bien es cierto que el título de Duque de Somerset viene con una gran fortuna de muchos ceros a la derecha e inmuebles, por mi cuenta he sabido hacer la mía propia, por lo que puedo mantener a la familia que formaremos sin ningún problema. - ¿Quiere decir que renunciarás a tu título? -preguntó algo triste y tímida, ya que él creció con la idea de ser un día un duque, y ahora todo cambiaría solo porque ella estaba en su vida. - Sí. Lo he meditado muchísimo, y antes que el poder y los derechos que el título me otorgaría, pongo al amor que siento por ti y el que me das, porque ese “yo te amo” que gritaste cuando te reproché que me habías mentido es verdadero, ¿no? -ahora él preguntaba con timidez. - ¡Por supuesto que sí! -apretó sus manos para que sintiera que no estaba dispuesta a soltarlo-. Quizás es prematuro, pero desde el primer día en que te vi me enamoré de tu mirada, aunque me regañaras por la actitud malcriada que tuve -un rubor invadió sus mejillas al recordar que actuó muy mal. - ¡Ja, ja, ja! En ese momento pensé: «¡Qué desperdicio de mujer!, tan guapa, pero es un desastre» -fuertes carcajadas inundaron el apartamento y contagiaron a la joven a reír-. Qué bueno que en la siguiente clase llegaras mostrando toda tu belleza, la de aquí -con sus manos mostró su cuerpo, resaltando su belleza física- y la de aquí -señaló su corazón, refiriéndose a sus hermosos sentimientos. - Entonces tenemos claro que tú me amas, yo te amo y no queremos alejarnos -resumió algo sonrojada por la idea excitante de tener un amor tan fuerte que vaya en contra de todo y todos. - Así es -tocó la punta de su nariz sutilmente, gesto que se haría costumbre entre ellos-. Entiendes que no podemos quedarnos en Tokio ni en ninguna otra ciudad de j***n -ella asintió con un movimiento de cabeza y él continuó-. El siguiente paso que debemos planear es nuestra huida. Cuando tengamos todo listo renuncio al cargo diplomático que ostento, y me permite estar aquí bajo el amparo del Gobierno Británico, y nos vamos para Londres -ella lo miró preocupada-. Y no hay nada que temer, viajaremos en mi jet privado, sin mezclarnos con la gente que usa el servicio aéreo comercial. - Es increíble que me conozcas tanto en tan poco tiempo -dijo al entender que su amado notó su cambio de humor-, pero no me preocupa que al irnos en un vuelo comercial nos puedan detener -hizo silencio y una lágrima se derramó de sus bellos ojos rasgados-. Tengo a alguien muy especial a quien amo muchísimo y quiero ver antes de que nos vayamos. No podría intentar ser feliz si no me despido apropiadamente. - ¿Quién es esa persona tan importante que hace que mis celos despierten? -estaba muy serio al sentir que no le gustaba compartir el amor de Megumi con alguien más. - Mi hermana menor Natsuki. Cuando las familias Sato y Nagata pactaron el compromiso, Mika llevaba en su vientre a su quinto bebé, a su hija Natsuki. Ocho años menor que Megumi, para los padres fue una sorpresa la noticia del embarazo, ya que no lo habían programado. Yori era un obseso del orden y la planificación, por lo que todos sus hijos fueron producto del deseo de hacer crecer la familia y el amor entre él y su esposa. Sin embargo, aunque la llegada de un nuevo hijo no estaba en sus planes, la recibió con alegría, ya que cada vez que algo se le escapaba de las manos, se repetía lo que su madre siempre le decía para calmar su ira al no poder controlarlo todo: «Nada es por casualidad, todo tiene un propósito». - Natsuki es muy especial para mí y yo para ella. Cuando me la presentaron creí que era una muñeca de porcelana que mis padres me regalaban, pero al ver que abría su pequeña boquita y sus hermosos ojos, supe que era una bebé, que sería una hermana mayor, y eso me hizo muy feliz. Yori y Mika hicieron un trato cuando se enteraron del quinto hijo por venir. La esposa siempre se quejaba de que por consentirla y permitirle que imite a los hermanos mayores, Megumi creció sin encajar en el significado de dama de alta sociedad, por lo que el patriarca Nagata vio a bien en proponerle que, si el quinto hijo era una niña, no la engreiría como lo hizo con la hija mayor ni toleraría que los hijos varones la estropearan consintiéndole lo que sea. Convinieron que no consultarían con el médico el sexo de su quinto bebé, por lo que en el primer chequeo de rutina indicaron al especialista en salud el deseo de mantener en secreto el género de su nuevo –y ahora sí último- retoño. El patriarca Nagata esperaba que sea otro niño, así lo podría malcriar a sus anchas. Él siempre había sido muy bonachón con sus hijos a la par que exigía excelentes calificaciones y que demuestren la educación familiar recibida en todo momento, así como el respeto por las tradiciones y decisiones que se tomen en pro de la familia. Reconocía que con Megumi se le había pasado la mano, ya que a él le encantaba llevarla a cabalgar o a pescar porque su “princesa mayor” siempre fue muy alegre, activa, curiosa, y adoraba ver esas lindas mejillas sucias por la tierra al ir a las caballerizas o enrojecidas por el sol al haber pasado una tranquila tarde conversando de todo y de nada a la vez en el muelle. En cambio, para Mika su sueño era tener una hija a quien pudiera instruir para que sea una perfecta dama de alta sociedad, como su madre lo hizo con ella y sus dos hermanas. Para las madres de familias adineradas se hacía vital que sus hijas sean reconocidas como jóvenes decentes, refinadas, conocedoras de las costumbres y tradiciones, afables y de carácter suave, ya que ese era el primer paso para asegurarles un buen y largo matrimonio. A Mika le preocupaba que con lo rebelde que era Megumi, llegara a ser rechazada por el heredero Sato, quebrando las relaciones sociales y comerciales con esa familia, por lo que soñaba con tener otra hija, de la cual cuidaría y haría la perfección hecha mujer, para que cuando llegara el momento de encontrarle pareja, sea ella una opción que la familia del joven no pueda rechazar. La bebé nació en una noche de luna llena un 14 de julio, por ello eligieron llamarla Natsuki, que significa “luna de verano”, aunque algunos también le asignan la denotación de “esperanza”. A Yori no le quedó otra que cumplir el acuerdo que hizo con su esposa, y con tristeza se empujó a olvidar los planes que había hecho en los últimos meses sobre compartir con su menor vástago los fines de semana de los últimos años de sus cuarentas y la década completa de sus cincuentas entre caballos y pesca. Sin embargo, por lo amoroso que era, se dejó arrastrar por el placer de acompañar a su esposa y “princesa menor” a comprar vestidos y zapatos, ya que se maravillaba viéndola modelarlos, y se quedaba hipnotizado al observar su hermosa carita iluminada al ser feliz por pasar tiempo con papá. Los hermanos varones eran mayores que Natsuki por veinte, dieciséis y catorce años, por lo que no compartieron hobbies como lo hicieron con Megumi, aunque la amaban y protegían. Para la hermana mayor ver a esa pequeña que parecía una muñeca de porcelana fue un regalo. Interpretó que la vida le daba la oportunidad de comportarse como sus hermanos lo hicieron con ella, algo que le fascinó y se tomó muy en serio. - Si mamá logró enseñarme cómo ser una dama fue por Natsuki. Amaba pasar tiempo con mi hermanita y verla imitar mi andar. Guiada por el recuerdo de cómo sus hermanos la inclinaron hacia sus hobbies, en especial Takeo, el menor y más afín a ella, una pequeña Megumi llegaba corriendo de la escuela e iba directamente a la habitación de la bebé a leerle sus mangas favoritos: llenos de acción, ciencia ficción y monstruos. Por el acuerdo entre los padres, Mika intervenía ante la iniciativa de su hija y le pedía a la hermana mayor que leyera para la menor un cuento de hadas y princesas, ya que aún era pequeña, y esas historias sangrientas y con personajes oscuros le causarían pesadillas que no la dejarían dormir bien, haciendo que la bebé esté indispuesta o llegara a enfermar. La hermana mayor no compartía las creencias de la madre, que personajes de ficción pudieran dañar a la hermana menor, así que insistía con sus lecturas preferidas. Una y mil veces la madre repetía que la bebé era pequeña, inocente, delicada y todo lo rudo y tosco la podría dañar. Megumi persistía en compartir sus preferencias con su hermanita, creyendo que no le haría daño jugar descalza en el jardín y embarrarse con algo de lodo, o comer usando las manos para no demorar en ir a jugar, ya que ella también era una niña y estaba sana y fuerte, pero un desafortunado hecho convencería a Megumi de que su madre estaba en lo cierto. Durante el segundo invierno de su vida, Natsuki enfermó de neumonía. Una salida con su madre y hermana al jardín durante la primera nevada ocasionó que la bebé se resfriara y estuviera con fiebres muy altas. Mika cuidaba de su bebé como lo hizo con sus otros hijos, pero Natsuki empeoraba. Cuando empezó a tener dificultades para respirar, Los Nagata vieron necesario hospitalizar a la bebé. La madre se sentía culpable por no haber cuidado a su pequeña, por más que los médicos le explicaron que la recaída en la salud de la menor no era por un descuido, sino por el propio sistema inmunológico de Natsuki, el cual tenía limitaciones al no contar con las suficientes defensas al detectar que el cuerpo de la bebé no producía la cantidad adecuada células sanguíneas -entre ellas los glóbulos blancos- por una anemia aplásica idiopática, condición con la que nació. Para que la princesa menor se recupere y no padezca continuas y peligrosas infecciones, sangrados o alteraciones en el ritmo cardíaco debieron someterla a transfusiones de sangre y un trasplante de células madre que pudieron programar inmediatamente al encontrar en su hermano Hiro -el primogénito de Los Nagata- al donante. La enfermedad de Natsuki hizo que estuviera semanas internada en el hospital, con agujas que perforaban sus bracitos al necesitar suministrarle medicamentos por vía intravenosa. Por la tristeza que embargaba a Megumi al no ver ni entender qué pasaba con su hermana, los padres decidieron llevarla a visitar a la bebé, pero llegó en un momento en que Natsuki lloraba desgarradoramente por habérsele infiltrado uno de los dos catéteres que la ayudaban a recibir los medicamentos. Ver sufrir a la pequeña convenció a Megumi de que su hermana no podía jugar como ella lo hacía porque era más pequeña, débil y enferma. La princesa menor regresó a casa y todos los hermanos estaban felices de tenerla con ellos, en especial Hiro, que había compartido con ella su médula, generándose en él sentimientos de amor y protección paternal, ya que al ser veinte años mayor que la pequeña parecía su padre, y quienes no sabían que Mika había tenido un quinto hijo pensaban que la bebé era una nueva generación de Los Nagata, hija del primogénito. Por otro lado, Megumi estaba feliz de tener a su “muñequita de porcelana”, a quien de ahora en adelante cuidaría y no involucraría en sus “riesgosos” juegos. Para compartir tiempo entre hermanas, Megumi decidió involucrarse en las actividades de Natsuki y no arrastrar a la menor a trepar árboles, jugar en el lodo, ir a cabalgar y a pescar con papá o ayudar a Takeo a tunear el auto que sus padres le regalaron al cumplir veinte años, edad que en j***n dejas de ser un menor dependiente de tus padres y pasas a ser un adulto independiente. Mika aprovechó ese cambio que notó en la mayor para invitarla a que modele vestidos junto a Natsuki; aprenda a bailar ballet, vals y las danzas tradicionales japonesas; aprenda a tejer, bordar, cocinar; conocer la ceremonia del té, y todo lo que ser una dama incluía. Los hermanos mayores y el padre protestaban al ver que cada día Megumi tenía menos tiempo para estar con ellos y culpaban a la madre de acapararla, pero la hija mayor salía en defensa de su progenitora indicando que ahora quería disfrutar de la compañía de Natsuki porque luego ingresaría a la universidad y se alejaría de su hermanita menor. El simple hecho de mencionar que lo hacía por Natsuki provocaba que los varones de la familia no objetaran y apoyaran la iniciativa. - Pero ahora su salud es estable y todo bien con ella, ¿no? -limpiaba James las lágrimas que el recuerdo de la hermana menor enferma hizo que derramara su amada. - Sí. Pronto cumplirá doce años. Ella es un poco más baja que yo, pero aún debe crecer algo más. Es muy bella, dulce, sabe hacer de todo en el hogar, además es muy buena alumna y sueña con estudiar arquitectura. - Entonces, ¿regresas a Nagoya este verano, te despides de ella y al volver a Tokio, nos vamos? -propuso el inglés mientras acomodaba los cabellos que cayeron cubriendo su rostro. - No -la negativa lo sorprendió porque si no era ahora, ¿cuándo huirían de la familia de Megumi y del estúpido compromiso? -. Todos los años celebramos el éxito de la cirugía de mi hermanita y quiero estar a su lado esta última vez -agachó la cabeza para que su lacio cabello cubriera su rostro y no la vea nuevamente llorar. - Está bien -la atrajo a su pecho y la abrazó-. Entiendo que tengo tiempo de más para organizar todo y que nuestro plan no falle -al escuchar que aceptaba retrasar el escape hasta diciembre la hizo feliz. Sabía que era arriesgado porque regresaría al hogar paterno, y desde Nagoya partiría para no más volver, pero Natsuki era más que su hermana, era su amiga, su ángel. Teniendo claro el plan entre ellos, pidió a Hikaru que subiera para hablar. Sin que Megumi escuchara el relato del custodio, James se enteró del triste pasado de su hermana mayor y cómo su s******o lo marcó, algo que no desea que otra mujer cercana a él sufra. James agradeció el apoyo con un apretón de manos y acordaron que ahora debía mantenerlo enterado de las órdenes y movimientos de la familia Nagata en Tokio para que no sean descubiertos. Al darse cuenta que había algo más que el guardaespaldas quería tratar, el extranjero lo invitó a que continuara, por lo que Hikaru expresó su preocupación de que Yori Nagata tome represalias contra él y su familia al saberse sobre la relación entre el inglés y la japonesa, ya que sería obvio que, al ser el encargado de la protección de la joven, sabía sobre lo que creció entre ellos, y omitió la información en sus reportes. Sin dudarlo, y pensando que a su amada le haría bien no desligarse por completo de su pasado, el inglés le invitó a sumarse a la huida y llevar con él a su familia. «Desde que despeguemos de suelo japonés trabajarás para mí; a tu familia no le faltará nada», ofreció el futuro duque, lo que aceptó estrechando nuevamente las manos.
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