Al estar muy afectados tanto Yori como los hijos Nagata, James, con ayuda de los padres Sato, se hizo cargo de coordinar el soshiki –funerales- de Mika. Sus cenizas serían puestas en el mausoleo que la Familia Nagata tenía en uno de los cementerios de Nagoya al resguardo de monjes budistas. Antes de llevar sus restos a su última morada, familiares y amigos se acercaron al salón donde se realizó el tsuya –velatorio-. Después de haber recitado los kyo, que son sutras –rezos- que se dicen por el alma del fallecido, se preparó el cuerpo para ser colocado en el ataúd de madera en donde se mantendría a la vista de los que acompañaban a la familia hasta que llegara la hora de la incineración. La tradición hace que el cuerpo del difunto sea reducido a cenizas, las cuales son colocadas en una urna
