CAPÍTULO V Habían transcurrido casi tres semanas desde mi llegada a casa de Angela cuando le pregunté tímidamente a Henry, porque no quería molestarlo: —¿Puedo ir alguna vez a la Cámara de los Comunes cuando no estés muy ocupado? Me interesaría mucho. Henry se mostró complacido. —¡Por supuesto!— asintió—, te hubiese invitado antes de haber sabido que te divertía. Angela piensa que es un lugar mortalmente aburrido, y cada vez que va a comer allí, asegura que la comida es espantosa. —Pues me gustaría probarla— dijo riendo—, si no estás muy ocupado. —Mañana hay un debate interesante sobre el desempleo. Creo que puedo conseguirte un par de entradas. ¿Crees poder convencer a Angela para que te acompañe? —Estoy segura— le respondí. —No te desilusiones si te parece aburrido— le advirtió H