Un año había pasado y la vida me había cambiado, tanto para bien como para mal, conocí a un buen hombre, un espectacular ser humano que creí no imaginar, Matthew era militar y se ganó mi corazón con malos chistes y cervezas de lata en una discoteca aburrida. Era increíble cómo encajaba en mi hogar y mi padre lo llegó a considerar el hijo que nunca tuvo, pasando fines de semana de pesca y caza, viendo películas o simplemente tomando unas cervezas, la relación con mi madre mejoró y aunque Matt y yo éramos jóvenes, teníamos grandes planes para nuestro futuro. Me regaló un anillo de compromiso que aún llevaba en mi mano izquierda. Sus misiones eran cortas pero una de ellas se extendió, fue la última de hecho. Aún recuerdo lo que me dijo antes de irse. -Lili, juro que nunca nadie me ha amado