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El secreto detrás de un playboy

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Blurb

Tessa Erickson es una hermosa soltera de veintiséis años que trabaja para una importante empresa de Nueva York.

Todo iba bien en su vida hasta que se emparejó con un playboy alto, bien vestido, extremadamente guapo, arrogante y coqueto llamado Nickolas Pierce.

Que además resulta ser el hijo del dueño de la empresa para la que trabaja Tessa.

Mientras lidian con sus propios problemas personales dentro y fuera de la oficina, empezarán a verse cara a cara. Lo que hace que la tensión crezca cada vez más, así como también el odio entre ambos.

¿Cambiará alguna vez lo que sienten el uno por el otro y acabará Tessa enamorándose del hijo del multimillonario?

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PAREJA EXPLOSIVA
NICKOLAS Me desperté y miré a mi izquierda para ver a una mujer de pelo rubio desnuda a mi lado, cubierta sobre su cuerpo. Apreté los dientes y me incorporé lentamente. Me pasé las manos por la cara y gemí ligeramente, ya que la cabeza empezaba a matarme debido a los muchos tragos de tequila que me había tomado la noche anterior. Me levanté despacio y me dirigí al baño en busca de un vaso y un poco de Advil para el dolor de cabeza. No recordaba haber vuelto a casa con ella. Demasiados tragos. Después de tragarme el Advil, apoyé las manos en la encimera del baño y agaché la cabeza, cerrando los ojos. Oí una voz a mi lado. Abrí los ojos y levanté la cabeza para ver a la mujer que estaba detrás de mí. Sujetaba las mantas que envolvían su cuerpo. Me giré para mirarla y no dije ni una palabra. —Tuve una gran noche anoche—. Dijo mientras se mordía el labio inferior intentando parecer seductora. Le dediqué una sonrisa falsa y pasé junto a ella. —Siento mucho hacerte esto, pero tengo que estar en una reunión en unos treinta minutos. Pero gracias por una buena noche. Dije mintiendo, mientras recogía su ropa del suelo y se la entregaba. Ella me miró, agitada mientras se volvía a poner la ropa y salía de mi habitación. Oí un fuerte portazo en el piso de abajo. Sin duda era ella cerrando la puerta de un portazo. —¿Le traigo algo de comer, señor?—, me preguntó una voz familiar desde la puerta. Un hombre larguirucho de pelo gris y traje n***o estaba allí quieto. Maxwell, mi mayordomo. Sonreí levemente. —Eso sería genial, Max, claro—. Dije caminando hacia mi armario para buscar una camisa que ponerme. —¿La de siempre?— preguntó, yo asentí. —Genial, se lo haré saber a Fredrick— dijo mientras se alejaba y bajaba los escalones. Fredrick era mi chef personal. Uno de los mejores de la ciudad. Miré el reloj; eran las ocho menos cuarto de la mañana. Parecía mucho más temprano debido a mi resaca. Miré por el rabillo del ojo para ver a mi Pastor alemán llamado Charlie entrar en mi habitación y tumbarse en su cama en un rincón. —Hola colega— le dije frotándole la barriga y rascándole detrás de la oreja. Fue entonces cuando oí sonar mi teléfono. Me estremecí al oír el tono. —¿Hola? —Dije entrecerrando los ojos. —¡Nickolas! ¿Vienes para acá?— Era mi padre. —¿Cómo dices? ¿De camino a qué?— Dije rascándome la cabeza y bostezando. —¿De camino a la oficina de la empresa? ¿Acabas de despertarte?— Preguntó sonando frustrado. —Sí y no. Espera, creía que era mañana—. Dije confundido —¡No Nickolas! Ayer te dije específicamente que hoy te unirías al equipo de planificación de eventos de Pierce and Jansen Inc. para ayudar con los planes del festival.—Dijo levantando la voz. Me quedé sentado un segundo y pensé en los acontecimientos del día anterior, sin recordar ni una sola vez lo que me había dicho. —Date prisa y ve a la oficina. Les dije que estarías allí a las 8:30. —¿Tienes que estar bromeando?— Dije levantándome frustrado. —¡Mueve tu culo a la oficina ahora Nickolas!— Dijo mientras colgaba. Gruñí y lancé el teléfono al otro lado de la habitación y de vuelta a la cama. Entré en el baño y me metí en la ducha, el agua estaba fría, pero me sentí bien, luego me lavé los dientes y me peiné. Cuando terminé de arreglarme, me puse una camisa blanca de manga larga y unos pantalones negros de traje. Me rocié colonia y bajé rápidamente las escaleras de mi ático hacia la cocina, mientras tomaba asiento y me comía las tostadas y los huevos que Fredrick me había preparado. —Gracias Fred, te lo agradezco—. Le dije asintiendo con la cabeza al igual que Maxwell. —Que tenga un buen día señor— dijo Max. —Igualmente— dije mientras me apresuraba a bajar las escaleras para encontrarme con mi chofer. Subí a mi BMW n***o y tomé asiento en la parte trasera. —¿Cómo está hoy Sr. Pierce?— preguntó mi conductor Gerard. —Estoy bien gracias. —Me alegro de oírlo, ¿dónde le llevaré hoy, señor?— preguntó —A la oficina de la compañía—. Dije mirando por la ventana. —Muy bien—, dijo mientras se ponía en marcha calle abajo. Yo jugueteaba con mi teléfono mientras me desplazaba por twitter. Fue entonces cuando me di cuenta de que el nombre de mi hermano era trending topic. Eché la cabeza hacia atrás y cerré los ojos mientras pensaba qué podría haber hecho esta vez para llamar tanto la atención. Empecé a hojear los tuits, la mayoría de ellos de columnistas de cotilleos y otros periodistas. Un tuit me llamó especialmente la atención. El hijo menor del multimillonario Roberto Pierce, Elias Pierce, fue visto peleándose con un amigo de su supuesta novia y supermodelo Larissa Moss a la salida de un club de Manhattan. Fruncí los labios ante el tuit. A una gran parte de mí no le sorprendió. Hice clic en el artículo para leer más. Elias Pierce, de 22 años, fue visto por última vez en una pelea a la salida de un club de Manhattan el jueves por la noche. Se dice que la pelea fue por la rumoreada novia supermodelo de Pierce, Larissa Moss. Los dos fueron vistos saliendo del club cuando un amigo de Moss se acercó a Pierce y comenzó a gritar. Se dice que hubo empujones y puñetazos antes de que la seguridad del club los separara y Pierce se marchara sin su supuesta acompañante. Me pasé la mano por la cara, molesto. —Estamos aquí, señor—, dijo una voz. Miré por la ventana y vi el alto edificio de oficinas de nueve plantas, de cristal plateado y brillante, a mi lado. —Oh, por supuesto. Gracias Gerard— dije mientras le daba un billete de veinte y salía del coche. Me alisé la camisa y empecé a entrar. —Hola, señor Pierce—, dijo la voz de una recepcionista pelirroja de veintitantos años en la entrada de la oficina. Asentí con la cabeza mientras caminaba hacia el ascensor y entraba. —¡Espere! ¡Espere! ¡Detenga el ascensor!— gritó una voz mientras la puerta empezaba a cerrarse. Rápidamente, metí el pie en la r*****a de la puerta mientras se volvía a abrir. Una guapa chica morena estaba delante de mí. —¡Gracias!—, dijo suspirando mientras se apresuraba a entrar e iba a pulsar el botón, antes de darse cuenta de que estaba de camino a la misma planta. Llevaba una blusa blanca con una americana rosa y una falda lápiz negra ajustada que dejaba ver sus ligeras curvas. Sonreí, ella se apartó un mechón de su ondulado pelo castaño de los ojos y se ajustó el bolso al hombro, así como la pila de carpetas que llevaba en los brazos. Mantuvo la cabeza gacha durante todo el trayecto, incluso cuando llegamos a la séptima planta. Caminé detrás de ella mientras entraba en la misma sala en la que yo iba a estar. —¡Ah, Sr. Pierce! Muchas gracias por acompañarnos—, dijo el hombre que había conocido el otro día. —¿Daniel? ¿Derek? Dev...— Dije adivinando su nombre antes de que me interrumpiera. —David, señor—, me corrigió. —Ah, sí, claro, lo siento. David, de nada—. Dije mientras me pasaba una mano por el pelo. —Por favor, sígueme. Te enseñaré la empresa y te presentaré a todo el mundo—, dijo ajustándose las gafas. Pasamos junto a un grupo de cubículos y oficinas de cristal con persianas. Entramos en un despacho de cristal más grande, que parecía una sala de reuniones. —A todos me gustaría presentarles al Sr. Nickolas Pierce, es el hijo de Roberto Pierce como la mayoría de ustedes probablemente saben— dijo. * TESSA Al dejar mis carpetas y levantar la vista, me di cuenta de que el chico que había conocido brevemente en el bar la noche anterior era Nickolas Pierce. —Por supuesto— dije en voz baja. —¿Qué pasa?— Naomi preguntó —Nada.— Dije cruzándome de brazos. Noami me miró, frunciendo el ceño y tomando asiento. —Por favor, llámame, Nick—, dijo. Puse los ojos en blanco. —Nick se unirá a nosotros en este proyecto para el festival y me gustaría que todos lo escucharan además de presentarle sus respetos—. Dijo David poniendo las manos en las caderas. El resto de mis compañeros asintieron y estuvieron de acuerdo mientras yo me quedaba atrás, no estaba muy impresionado. —¡Genial! Ahora manos a la obra. —Erickson, Newton vengan aquí— dijo David. Se me revolvió el estómago. La última vez que David llamó a un empleado para hablar con él, fue cuando lo despidió. Miré a Harold que parecía aterrorizado, su ya pálida piel se volvió de un blanco pastoso. —Me gustaría que ustedes dos se asociaran con Nick para este proyecto—. Los ojos de Harold se abrieron de par en par mientras echaba los brazos a un lado y los envolvía alrededor de David. Me reí. —¡Suéltame!— ordenó David. —Lo siento. Yo solo… ¡gracias por no despedirme!— Dijo suspirando —¿Despedirte? Por qué iba a... no importa. Solo ve y habla con él, muéstrale los planes para el festival y lo que él decida... hazlo. ¿Entendido? Asentí con la cabeza, aunque no me entusiasmaba el plan. David se marchó mientras Harold y yo nos acercábamos a Nick. —Hola Sr. Pierce, mi nombre es Harold Newton y ella es Tessa Erickson, trabajaremos con usted en este proyecto— dijo. —Genial, estupendo. Pero primero, ¿podrías hacer algo por mí?— preguntó Harold asintió rápidamente. —¡Sí! Por supuesto. —¡Genial! ¿Podrías ir corriendo a Starbucks y traerme un espresso helado con caramelo, y asegúrate de decirles que pongan dos dosis de salsa de caramelo en lugar de una? Gracias—, le da a Harold un billete de veinte y le da una palmada en el hombro. Harold se quedó desconcertado y asintió con la cabeza antes de marcharse rápidamente. No llevábamos ni cinco minutos trabajando con él y Harold ya estaba haciendo recados para él. —¡Genial! Vamos al grano. ¿Vamos?— Dijo dando una palmada y mirándome, lanzándome una mirada ardiente. Quería quitársela de la cara. Lo empujé y me acerqué a la mesa del despacho mientras revolvía las carpetas. —No lo haremos—. Dije frustrada. —¿Cómo dice?— Dijo, podía sentir su mirada sobre mí. —Me has oído bien. Mira, estoy segura de que no estás acostumbrado a hacer ningún tipo de trabajo, así que voy a hacer esto simple para ti. Todo lo que tienes que hacer es firmar con tu nombre y eso será todo para ti—. Dije deslizando una carpeta hacia él. En ella había documentos que al final de este proyecto tendría que firmar para que todo estuviera en marcha. —Oh vamos... ¿Quieres algo de Starbucks también? Porque si es así no es demasiado tarde para añadir tu ord...— Levanté la mano para que se callara. —Solo firma los papeles y luego puedes seguir tu camino—. Dije bajando la cabeza, agitada. —¿Perdón? —¿He tartamudeado? —¿Cuál es tu problema? —Mi problema son la gente como tú. —Oh, sí, ¿qué pasa con la gente “como yo”? —La gente como tú, el tipo de gente a la que se le da todo en la vida. El tipo de gente que no está acostumbrada a trabajar ni un día de su vida.— Dije fulminándolo con la mirada. —¿Qué te hace pensar que puedes hablarme así? —Oh, no lo sé. ¿Qué te hace pensar que puedes dar órdenes a la gente para que haga cosas por ti? Cosas que eres perfectamente capaz de hacer tú mismo.—Dije apoyando las manos en la mesa e inclinándome hacia delante. Él ladeó la cabeza, una mirada agresiva se formó en sus ojos mientras se acercaba a mí. —Escucha, cariño, puedo hacer que te despidan tan pronto como salgas por esa puerta. Así que, si yo fuera tú, tendría cuidado con el puente que vas a cruzar—, me dijo en voz baja y ronca. Di un paso atrás y le miré con odio. —Entonces supongo que tendré que arriesgarme. ¿No? Me miró sorprendido, apretando los dientes. Los músculos de su mandíbula se movían mientras apretaba la boca. Fue entonces cuando llamaron a la puerta, ambos miramos al umbral para ver a David. —¿Cómo va todo?— Preguntó sonando esperanzado. Vi como Nick se enderezaba la camisa y se aclaraba la garganta. —Va muy bien. Creo que todo esto va a salir... muy bien—. Dijo mirándome, con una leve mirada en sus ojos mientras le mostraba a David una sonrisa falsa. —¡Genial! En realidad tengo que darte información sobre el banquete que se va a celebrar, así que si puedes reúnete conmigo en mi despacho.— dijo David mientras se marchaba. —Por supuesto. Nick me miró por última vez antes de salir y seguir a David. Respiré hondo y me senté en una de las sillas del despacho. Apoyé el codo en la mesa y apoyé la cabeza en la mano. ¿Cómo iba a funcionar esto?

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