Camille
Los luminosos rayos solares que se asoman por mi ventana logran que Ellie se despierte y por consiguiente yo también lo hago.
Me paso la mano por la cara mientras bostezo, luego reparo mi alrededor y mi mirada se detiene en la pequeña que tengo a lado, es prácticamente imposible no quedarme hipnotizada por el iris de sus ojos, lo cual me hace sonreírle con amor, dejando un casto beso en su frente.
Permanezco en mi lugar, dudando por una fracción de tiempo, ya que sería más fácil quedarme dormida todo el día y no cumplir con mis responsabilidades, pero termino levantándome de la cama para después empezar a caminar directo al baño dispuesta a tomar una ducha caliente y deshacerme de todos los pensamientos que no quiero que invadan mi mente.
Al menos no hoy.
—Despierta a Sam, cariño —le pido, suavizando el tono de mi voz—, dile que es hora de levantarse —digo desde el umbral de la puerta. Ella asiente con la cabeza, todavía con los ojos adormilados, arrancándome una sonrisa por su tierno aspecto.
Me quedo en la misma posición, esperando a que salga de la habitación para después entrar a la ducha.
Cuando me aseguro que se ha ido, continúo con lo mío, me deshago de mi pijama con facilidad y me adentro a la ducha.
El agua fría hace contacto con mi piel cuando enciendo la regadera, haciéndome suspirar relajada. La tensión abandona mi cuerpo en segundos y aprovecho el momento para despejar mi cabeza de los pensamientos atareados que han estado ocupando mi mente. Respiro y me concentro en el hecho de que hoy es un día importante para mí y no puedo dejar que nadie ni nada lo arruine.
Después de unos largos y tranquilizantes minutos reposando debajo de las gotas de agua, cierro el grifo de la regadera y salgo de la ducha rápidamente.
Envuelvo mi cuerpo en una toalla y me encamino a la habitación, deseando que por primera vez en mi vida todo salga bien. Comienzo a vestirme mientras me preparo mentalmente para lo que me espera en este día, hoy será un buen día. Hoy podré olvidarme de todo y enfocarme sólo en mí.
Estoy emocionada. Feliz.
Y nerviosa...o Dios, si estoy nerviosa.
Termino de arreglarme en menos tiempo de lo habitual, me decido por unos vaqueros azules y una remera de tirantes blanca que resalta mis ojos. Todavía faltan unas horas para la gran noche. Una vez arreglada, salgo de la habitación, dejando la puerta entreabierta. Al momento de bajar las escaleras un apetitoso aroma a huevos recién hechos me golpea las fosas nasales, haciéndome sonreír al saber quien es el verdadero autor de ese increíble olor.
Apresuro mi andar y llego a la cocina para toparme a un alegre Daniel preparando el desayuno, y a Ellie sentada en la mesa viéndolo con gran detenimiento que me parece curioso. Mientras tanto, Sam se encuentra picando fresas y plátanos en cuadraditos pequeños, porque es de la única manera que se los come Ellie.
Daniel se gira al escuchar el eco de mis pisadas y cuando sus ojos se encuentran con los míos, me hace un gesto con la cabeza.
—Miren quien ha decidido honrarnos con su inigualable presencia —ironiza él, ladeando una sonrisa perezosa.
Sam suelta una pequeña risa, dándome una ojeada de pies a cabeza. Le devuelvo el gesto, mirándola con complicidad.
—Buenos días —los saludo alegremente mientras tomo asiento junto a Ellie—, ¿qué es lo que vamos a desayunar hoy? —cuestiono, extrañada de mi buen humor.
Daniel murmura algo que no logro entender para después apagar la flama de fuego y empezar a servir los huevos revueltos en los platos que están sobre la encimera. Sam pone la mesa mientras le ayudo a acomodar los cubiertos de Ellie.
Cuando Sam y Daniel toman sus asientos en la mesa, comenzamos a degustar de lo que ambos prepararon. El ambiente se siente sereno al tenerlos conmigo, comparto unas cuantas palabras de vez en cuando, así como algunas risas cargadas de felicidad con todas las bromas que hacen. En especial Daniel, que se encarga de aliviar esa ligera tensión reposando en la atmósfera.
Y por sólo un momento todo es perfecto, aquí, con ellos, las únicas personas que sé con exactitud nunca me dejarán. Con ellos siento que tengo todo lo que necesito y que nada debe faltarme. Estoy completa.
Casi.
Estoy a punto de darle una mordida a la tostada que tengo en mis manos cuando el timbre de la puerta nos interrumpe, los tres compartimos miradas cómplices antes de reaccionar del todo. Suelto una maldición en voz baja y deposito la tostada en mi plato de nuevo, me levanto un poco desconcertada ya que a excepción de Daniel, nadie más sabe que nos estamos quedando aquí.
—Yo me encargo —aviso antes de encaminarme a la puerta. Daniel se levanta de su asiento, ignorando lo que dije y en parte le agradezco porque no sé quién diablos es y tampoco quiero llevarme una desagradable sorpresa.
Doy unos cuantos pasos avanzando hacia a la puerta y no reparo en abrirla, mi corazón se exalta con la persona que se encuentra viéndome fijamente. Siento como la tensión crece en el lugar. Le dirijo a Daniel una mirada escéptica y, aunque duda unos escasos segundos, entiende todo lo que no digo en voz alta.
—Me quedaré cerca por si me necesitas —me regala una sonrisa alentadora.
—No lo hará —se entromete él.
Dejo escapar un suspiro de rendición y con eso le pido a Daniel que se vaya y nos deje solos, esta vez asiente en respuesta para después perderse en el pasillo que lo lleva a la cocina.
Reúno todas mis agallas > y con los nervios fluyendo por cada extremidad de mi cuerpo salgo de la casa, transcurren unos cuantos segundos mientras camino hasta llegar al pequeño jardín de rosas que adornan los alrededores.
La tensión es palpable en el aire y sin saber qué más hacer, suelto el aire retenido, sintiéndome confusa y llena de dudas que no hacen más que rondar mi cabeza.
—Hola, Aarón —empiezo tranquila, sin ganas de pelear con él en estos momentos. No tengo interés en involucrarme en más discusiones y mucho menos con él—, ¿qué tal has estado?
Pero al parecer, mi novio no tiene el mismo interés que yo en mantener la calma, porque las facciones de su rostro endurecen mientras me mira con incredulidad por la simplicidad de lo que acabo de decir.
Está a la espera de una respuesta de mi parte y en este momento no sé si quiera dársela.
—¿Hola? —inquiere, evidentemente enojado—. ¿Es enserio? ¿Eso es lo único que tienes que decirme? Regresaste a Seattle sin siquiera avisarme. No tuviste la consideración de decirme nada pero a él sí —arremete furioso, haciendo referencia a Daniel.
Su cuerpo agitado me tensa más de lo anticipado y me es inevitable no soltar una maldición en voz baja, cansada de estas escenas que no nos llevan a ningún lado.
—La última vez que nos vimos no acabamos en buenos términos —le recuerdo—, no creí que quisieras verme después de ese encuentro —admito un tanto desganada, jugando con mis manos—. Y para ser sinceros, no entiendo qué estás haciendo aquí después de todo.
Su cuerpo se pone rígido a consecuencia de la frialdad detrás de mis palabras. Evado el contacto visual, queriendo escapar de una incómoda situación, pero no puedo, ya que su ardiente mirada por la furia que emana se posa fijamente en mi, esperando a que diga algo más.
Lo que he dicho no ha sido suficiente. Necesita escuchar más de mí, una justificación para ser exactos.
—¡Tú me corriste! —se defiende y puedo entender su actitud. Yo le pedí que se fuera y no me disculpé por ello—. ¡No me diste ninguna explicación y sólo dejaste que me fuera! —explota y el cargo de conciencia me abofetea cuando recuerdo nuestra pelea.
Parpadeo varias veces intentando controlar mis emociones. Emociones que amenazan con salir y destruir todo a su paso.
> Me repito esas palabras antes de tomar una bocanada de aire y recuperar parte de mi compostura.
—No te merecías ninguna explicación de mi parte, no después de cómo reaccionaste al ver a Ellie —suelto irritada, conteniendo la furia que busca resurgir—, tú sacaste tus propias conclusiones y enloqueciste así que no me voy a disculpar por no avisarte que estábamos en Seattle —aclaro las cosas desde mi punto de vista.
Él suelta una risa cargada de desdén.
—¡Claro que me merecía una explicación de tú parte, Camille! —vuelve a gritar sin poder entender mis razones—. ¿Cómo diablos querías que reaccionara después de que me entero que tienes una hija y no estoy al tanto de eso cuando eres mi novia? —me echa en cara sus sospechas otra vez. Parpadeo, sorprendida por sus constantes falsas acusaciones.
>
Niego con la cabeza, perpleja.
—No has entendido nada —me frustro con él—, tus palabras sólo me siguen demostrando porqué no te mereces una explicación de mi parte —increpo en un tono que deja claro que ya no hablaré más del tema.
Su respiración se hace más lenta y veo como lucha consigo mismo para mantenerse bajo control.
Me quedo callada, no quiero seguir con una discusión que no nos ayudará. Él solo me observa con detenimiento y puedo ver el destello de dolor brillar en sus orbes azules.
Como última opción, se relaja mientras respira hondo, sin dejar de verme.
—¿Por qué todavía no confías en mí cuando he hecho todo a mi alcance para ganarme un lugar en tu corazón? —pregunta, su voz un débil susurro que me aprieta el pecho—. A mi no me hubiese importado que tuvieras una hija, Camille. Te amo por sobre todas las cosas y te hubiera apoyado si me lo hubieras dicho, si tan sólo hubieras sido sincera conmigo —confiesa mirándome fijamente, sus ojos no abandonan los míos y puedo sentir la transparencia de sus palabras golpeando mi corazón de una manera inexplicable.
Contengo las lágrimas y trato de no perder mi juicio frente a él. No puedo dejar que esto sea más fuerte que yo. Aunque tengo que admitir que no esperaba esta reacción de su parte.
Sin que pueda evitarlo una ola de culpa me invade al recordar todo lo que le dije y la idea de confesarle la verdad acerca de Ellie cruza por mi mente. Sin embargo, no lo digo, permanezco callada porque Sam está primero.
No puedo aclarar esto, aún no.
—No es tan fácil, Aarón —digo en un susurro, temiendo lo peor—, yo no quería que nadie se enterara de la existencia de Ellie y por eso lo callé —cuento parte de la verdad; él me escucha con detenimiento. Sus ojos y atención están puestos en mí.
—Pudiste decírmelo desde el principio, no le hubiera dicho a nadie —asegura y por alguna razón le creo—. Tú me conoces, no te haría daño —sé que es verdad pero esa decisión no era mía para tomar. Y no lo sigue siendo.
Todavía puedo aclarar esta situación, al menos no hasta que Sam decida hablar y solucionar eso que tanto la atormenta. Y que ahora nos está perjudicando a ambas porque los secretos siempre saldrán a la luz.
—Lo sé, Aarón —musito con tristeza, alejándome unos pasos de él—, pero en ese momento lo mejor era callar. No quiero que nadie se entere de Ellie, no puedes decirle a nadie —le pido, casi suplicando para que no le diga nada a nadie de esto y así evitar problemas.
Asiente, tomando un profundo respiro.
—Te prometo que no le diré a nadie sobre ella, te doy mi palabra —asevera y le creo. Nos quedamos callados sin saber qué más decir, pero él parece estar perdido en sus pensamientos, dado que inhala profundo unos segundos antes de volver a hablar, dejándome fuera de sí—. Pero no me alejes, Camille, no me apartes de tu lado. Déjame formar parte de la vida de ambas, yo aprenderé a quererla como si fuera mía —todo el intento que hice por retener las lágrimas se va al carajo en ese preciso instante, porque sus palabras me conmueven en lo más profundo y no pienso dos veces en lanzarme a sus brazos y fundirme en ellos en busca de un refugio
En busca de un lugar en donde poder derrumbarme.
—Perdóname —sollozo—. Nunca debí pedirte que te fueras —me retracto y lo siento tensarse junto a mí.
—Y yo no debí irme —repone, besando mi cabello con suma delicadeza.
—Te quiero —le susurro en su oído envolviéndome en él, queriendo encontrar esa tranquilidad que me hace falta desde hace tiempo—. Te quiero demasiado, nunca te vayas —Mi cara queda sobre su pecho, tan cerca que puedo escuchar su acelerada respiración.
Él corresponde a mi abrazo y me sujeta firmemente junto a su cuerpo, no me suelta, no me deja ir. Me retiene a su lado como si fuese lo único que le importara y en ese momento no hay mejor sensación que esa.
—Yo te amo, Camille —responde a mi confesión. Me quedo estática, incapaz de decir algo. Aún no me siento lista para decir esa palabra nuevamente. Aunque los latidos de mi corazón quizá digan lo contrario.
Después de unos segundos me separo de él, tratando de no lloriquear más, le doy un casto beso en su mejilla y retrocedo por completo.
—Gracias por venir —murmuro, limpiándome las lágrimas con el dorso de la mano—. No entiendo como te enteraste que estábamos aquí —agrego un poco confundida.
Se tensa ante mi confesión e intenta ocultar su nerviosismo. Pero no me pasa desapercibido.
—No hablemos de eso ahora, no tiene relevancia. Hoy es un día importante para ti, mi amor —cambia de tema y lo noto, pero no digo nada porque no quiero seguir discutiendo con él.
Correspondiendo a su entusiasmo, me inclino hacia él y me acerco a sus labios, rozándolos lentamente porque quiero sentirlo.
—¿Vendrás esta noche? —inquiero un tanto insegura. Él sonríe cálidamente.
—Claro que sí. Ni siquiera tienes que preguntarlo. No me lo perdería por nada del mundo —asegura y no puedo evitar que el calor suba a mis mejillas.
—Bien —doy el tema por cerrado—. Nos vemos esta noche, Aarón —le susurro y atrapa mis caderas, acortando nuestra distancia.
—Nos vemos esta noche, preciosa —mi corazón se detiene y el color abandona mi rostro cuando mi mente procesa lo que ha dicho.
>
Los innumerables recuerdos que conlleva esa palabra me golpean y me quedo helada cuando un escalofrío recorre mi columna vertebral y mi cuerpo se estremece ante la mención de esa palabra. Él se da cuenta de mi repentino cambio y no puedo hacer nada para disimular lo mucho que me ha afectado.
Eleva las cejas desconcertado por mi repentino cambio.
—¿Estás bien? —pregunta genuinamente preocupado.
No, no lo estoy.
Pero debo estarlo así que parpadeo tratando de alejar esos pensamientos y asiento rápidamente.
—Si —respondo después de un largo silencio, mintiendo porque estoy hecha un lío por dentro.
Mi respuesta no lo convence en absoluto, con su mano alza mi mentón de manera delicada, uniendo nuestras miradas.
—¿Estamos bien? —elabora mejor la pregunta y no puedo evitar sentir una punzada en mi corazón.
Porque mi corazón dice una cosa pero las palabras que salen de mi boca son completamente distintas.
—Estamos bien —admito sin ver sus ojos directamente.
—Estamos bien, mi amor —repite, esbozando una sonrisa.
*******
Mis ojos reparan el lugar de arriba abajo mientras una sonrisa de satisfacción se plasma en mis labios al darme cuenta de que he logrado lo que tanto he soñado desde hace años. No le doy cabida a los nervios y me encamino por el edificio, asegurándome de que todo marche bien.
Recibo a la mayoría de los invitados con amabilidad, los saludo y les explico brevemente acerca de las fotografías expuestas en los diferentes espacios. Los desconocidos me felicitan y me engrandecen con sus comentarios positivos acerca de mi trabajo. Pero no todo es felicidad, no puedo ignorar las críticas de algunos de los invitados porque eso es lo que llama mi atención principalmente.
Las luces del lugar son escasas, poco iluminadas, pero lo suficiente para realzar las fotografías ya que necesitan hacer un contraste con el nombre de la exposición, "Luz & Oscuridad". Me tiemblan los labios con la ola de recuerdos que me invaden, amenazando con destruir mi paz. E inevitablemente, la melancolía me embarga al recordar cada momento, cada detalle que viví, cada obstáculo que me trajo hasta donde estoy.
La sensación de vacío me abraza nuevamente y no puedo evitar derramar una lágrima mientras me pierdo en los paisajes capturados por mi cámara, todo es perfecto. Todo es casi perfecto. A las personas les gusta mi trabajo, les fascina pero la única que persona que desearía que pudiera ver cuán lejos llegué no está aquí para verlo.
Ella no está.
—Camille, te necesitamos para que presentes la exposición —me avisa Claudia—. Di unas pocas palabras, sé directa pero intenta no sonar fría y robótica. Habla con el corazón.
Le doy un leve asentimiento de cabeza y me encamino a la tarima que yace en el área principal de la exposición, de manera que quedó enfrente del público con dos fotografías colgadas a cada lado. Recibo el micrófono mientras veo a las personas amontonarse enfrente, viéndome fijamente esperando a que dé inicio la exposición de arte. Sin poder evitarlo mi mano libre aprieta la bastilla de mi vestido rojo, acción que ayuda a rebajar la tensión estancada en mi cuerpo.
Sonrío un poco nerviosa y acerco el micrófono a mis labios, dejándolo a una distancia prudente mientras me preparo mentalmente para decir algo y no lucir estúpida. Enfoco mi mirada al público y al encontrarme con los ojos de Sam, Ellie, Daniel y Aarón dándome el impulso para no fallar sé que todo estará bien.
—Hola, buenas noches a todos... En primer lugar, me gustaría dar las gracias a todos por estar aquí y compartir este momento tan especial conmigo. Nada de esto sería posible sin la ayuda de personas importantes que estuvieron a mi lado en los momentos más difíciles y que me dieron la fuerza para seguir adelante y gracias a ellos estamos hoy aquí >. —Sonrío tristemente, sin dejar de ver a Ellie quien se encuentra emocionada en los brazos de su madre—. Este sueño comenzó hace unos cinco años y aunque parecía imposible lo logré, me convertí en la mejor versión de mí. Hoy les presento mi esfuerzo, mi exposición de arte y espero que las fotografías les fascinen tanto como a mí. Porque el color es esencial en nuestras vidas, son ellos los que pintan nuestro mundo pero mis fotografías están inspiradas en los colores blanco y n***o porque creo que a veces es necesario llenarnos profundamente de oscuridad para porder brillar. Sin más que decir, les doy la bienvenida a mi primera exposición: "Luz & Oscuridad".
Los animados aplausos y la bulla no tardan en hacerse escuchar haciendo que mi corazón salte de emoción mientras siento como los nervios abandonan mi cuerpo al ver los rostros complacidos que me dicen que hice un buen trabajo.
Bajo de la tarima, lentamente mientras diviso a las personas que me esperan. Ellie corre a mis brazos emocionada y se envuelve en mí. La recibo gustosa, deleitándome con su aroma.
—¿Te gustó, cariño? —pido su opinión. Le gusta que la hagan sentirse importante.
—¡Me encantó, mami! —mi corazón se regocija en su amor, haciendo que deje besos en sus cachetes.
—¡Felicidades, pequeñuela! —me felicita Daniel, Sam me sonríe por debajo de él. Ambos me abrazan pero Ellie no me suelta así que la cargo para que no se vaya de mí.
—Gracias a todos, significa mucho que estén conmigo en este momento. —me sincero haciendo que me regalen sonrisas cálidas.
—No quisiéramos estar en otro lugar —Aarón se incluye en la conversación haciendo que la atención se enfoque en él, Sam se tensa por su llegada y rápidamente se enfoca en Ellie, como si quisiera ocultarla.
Daniel me da una mirada que no se como descifrar así que la ignoro. No quiero saber qué es lo que me intenta decir.
—No sabía que vendrías —comenta Sam en un tono sarcástico, refiriéndose a mi novio.
Aarón pone los ojos en blanco.
—No sabía que tenía que avisarte —le responde cortante.
Ellie se tensa entre mis brazos y le dedico una mirada fulminante a Aarón dándole a entender que no empiece una discusión, menos enfrente de la pequeña.
Aarón me mira fijamente por la que parece mucho tiempo, la tensión comienza a crecer cuando me doy cuenta que no es a mí a quién está mirando sino a la pequeña de ojos azules que se acurruca en mis brazos. La vulnerabilidad atraviesa sus ojos y me veo encantada por ese gesto que hace galopar mi corazón con fuerza.
Se acerca a mí con lentitud, incluso algo que parece ser miedo. Noto como Sam se tensa y sus ojos se llenan de lágrimas, cosa que no entiendo y en cierta forma llena mi cabeza de dudas al no saber qué está pasando por su mente.
—Hola, pequeña —la saluda con nerviosismo, su voz adquiere una nota paternal que me eriza la piel—, ¿puedo abrazar a tú mami? —Aarón le pregunta en tono suave y Ellie alza su cabezita para encontrarse con el azulado de sus ojos.
Sam deja escapar un sollozo mientras ambos se miran fijamente y sorpresivamente Ellie le sonríe de manera especial, de una manera tan tierna, de una manera única que me hace estremecer porque nunca la ha compartido con ninguno de nosotros.
—Si —le susurra mi pequeña.
Aarón se acerca a nosotras y nos abraza a las dos, envolviendo sus brazos alrededor de nosotras, acción que me exalta el corazón y me hace sentir segura. Cierro mis ojos dejándome llevar por la sensación de paz que me embarga al tenerlos conmigo. Sin darme tiempo de alejarme, Aarón estampo sus labios con los míos en un cálido y tierno beso que correspondo sin hacer amagos de alejarme de la calidez que desprende, ya que me hace suspirar feliz y por un solo momento todo va bien entre nosotros.
Por sólo un momento todo es perfecto hasta que abro mis ojos y la mirada de dolor que me comparte esa persona a través del lugar me hace palidecer al instante. Mi vida se desestabiliza como si un temblor estuviera ocurriendo, uno que desmorona cada parte que me conforma. Todo se detiene a mi alrededor y me olvido de las personas que yacen en el lugar. Los recuerdos que vienen con ese par de ojos verdes me avasallan sin piedad haciendo que mi respiración se quede atascada en mi garganta y no pueda respirar con normalidad.
Mis pies no sienten el suelo, me quedo sin soporte. Todo mi cuerpo se tensa y me es imposible detener los latidos erráticos de mi corazón, que busca salirse de mi caja torácica. Todo el torrente de emociones me golpea con ímpetu y no soy capaz de controlar la situación, sólo sé que vuelvo tres años atrás al lugar y a la persona que más daño me hizo y siento que desfallezco por todas las sensaciones que eso conlleva.
Me aferro a Ellie como si mi vida dependiera de ello y lucho con todas mis fuerzas para que las lágrimas se queden adentro, esta vez tiene que ser diferente. No puedo permitir que él arrase conmigo y me vuelva a hundir como lo hizo hace tres años. No entiendo qué hace aquí pero tampoco me interesa saberlo. Su llegada sólo traerá problemas a mi vida. Las manos me escuecen de dolor y suelto un resoplido, llena de ansiedad sin saber cómo reaccionar ante la situación.
Maldita sea.
Aarón toma mi mano y la entrelaza con la suya rompiendo el hechizo que me envolvió ese demonio, regreso de golpe a mi maldita realidad, una en la que él rompió mi corazón, una en la que él me hundió en la oscuridad y ahí me dejó. Todo en mi cabeza se vuelve un lío por los pensamientos que me avasallan, pero ni así soy capaz de olvidar el hecho de que es él, esos malditos ojos verdes que me atormentaron tantos años.
Él está aquí y su mirada luce rota.
Él está aquí y siento que no respiro.
Él está aquí y no puedo moverme.
Él está aquí y se deshace todo lo que he construido en tres años.