Sentí una línea de cálidos besos desde mi mejilla hasta mi mandíbula y después, bajó por mi cuello. No pude evitar sonreír. Es agradable despertar así. —Por fin despertaste, aunque también podrías sonreír dormida. Eso sería muy tierno —murmuró Alex sobre mi oído. —¿Qué hora es? —pregunté abriendo los ojos y acariciando su nuca como acto instintivo. —Las siete —respondió plantando un beso en mí cien. Rápidamente lo empujé y me levanté enseguida—. ¡Rápido! Vamos a llegar tarde. Me dirigí corriendo al baño para cepillarme los dientes y peinarme. Mierda, necesitaba bañarme, bien, tenía media hora. Cuando me miré al espejo, Alex estaba apoyado en el marco de la puerta mirándome. —No te has arrepentido, ¿cierto? —preguntó. Me enterneció que estuviera preocupado por eso, entonces me acerqué