Ya pasaban más de las dos de la tarde y Sara no aparecía, llegué exactamente a las dos pensando que ella ya estaría aquí y no era así. “¿Por qué la tardanza?” pensé desesperado. “¿Sería posible que me fuera a dejar plantado?” esperaba que no. Al pasar de los minutos sentía como mi corazón se contraía de aflicción. Era la tercera vez que el mesero se acercaba a mí para preguntarme si ordenaría algo. - Señor, ¿desea algo de beber? - me preguntó con una mueca de sonrisa falsa. Era obvio que esperaba a alguien por eso no había ordenado, y más obvio era que ese alguien ya estaba demorando demasiado, tal vez ya me había dejado esperando. - Tráeme un whisky doble – le ordené enfadado frotando mi barbilla con la mano. - Enseguida. Apenas el mesero puso el whisky en la mesa, s