7. Desnudando corazones

2764 Words
Sonó mi celular.  - Bueno – dije con voz apagada.  - Sara, ¿cómo esta Ernesto? Les he estado llamando desde hace rato, pero no tuve respuesta – al momento reconocí la voz del Señor Erik, se escuchaba muy preocupado. De seguro Leyla le dio mi número de celular.  - Señor Erik una disculpa por no haber respondido hasta ahora, mandaron a hacerle algunos estudios al Señor Ernesto para saber la causa del dolor que tiene, ahora mismo estoy en la sala de espera – dije enseguida tratando de calmarlo.  No me había dado cuenta que tenía casi veinte llamadas perdidas del señor Erik.  - Esta bien Sara, cualquier cosa no dudes en llamarme, iré enseguida.  - Gracias Señor Erik, no se preocupe, en cuánto tenga noticias de los resultados del Señor Ernesto lo llamaré… tal vez deba avisar a su familia – dije pensando en que era raro que ningún familiar estuviera ya en el hospital, llevábamos aproximadamente dos horas desde que llegamos.  - mmm… creo que deberíamos esperar a saber si Ernesto quiere que llamen a sus padres, es muy especial en ese asunto, de todos modos, estaré al tanto de la empresa mientras no está y por la tarde pasaré al hospital si aún no lo dan de alta – la voz del señor Erik ahora era calmada.  - Esta bien – asentí.  - Nos vemos Sara – su voz era dulce. Colgó.  Mientras esperaba a que me dieran noticias, pensé en lo que el señor Erik dijo sobre los padres del señor Ernesto, tal vez no se llevaban muy bien como para no querer que se les notifiqué que su hijo está enfermo. Si yo fuera la enferma mis padres correrían sin pensarlo hasta donde estuviera. Pero como dice mi papá hay de padres a padres y de hijos a hijos.  También pensé en como el señor Erik y el señor Ernesto eran tan diferentes, los dos eran muy guapos eso no había duda, pero el señor Erik era muy amable, alegre y siempre parece estar tranquilo, de hecho, he visto que le hace comentarios en broma al señor Ernesto para hacerlo enojar.  Sonrío un poco al recordar.  En cambio, el señor Ernesto impone su presencia, siempre serio, incluso cuando esta de buen humor no sonríe, indiferente a los demás, sólo piensa en el trabajo. Es como si fuera un robot, me reí en mis adentros.  Esos primos son polos opuestos, pensé divertida.  - Familiares del señor Cazares – anunció una enfermera con voz alta en medio de la sala de espera.  - Soy su asistente, vine con él – me acercó – ¿cómo se encuentra? Le pregunté con urgencia.  - El señor Cazares, ya está estable, puede pasar a verlo a la habitación 102 en el segundo piso – dijo señalando en dirección hacia donde se encontraba el elevador.  Rápidamente me dirigí hasta esa habitación. Cuando llegué toqué la puerta, pero no tuve respuesta. Giré la perilla lentamente y con cuidado de no hacer ruido, Abrí unos centímetros la puerta echando un vistazo por la pequeña rendija que se había formado. Lo vi, estaba recostado en la cama de hospital parecía estar dormido.  Abrí más la puerta y entré con cuidado de no despertarlo, me acerqué poco a poco hasta donde estaba la cama de hospital. Observé que tenía conectado un catéter a una de las venas de su mano derecha por donde pasaba un líquido transparente de una pequeña bolsa de plástico colgada de un soporte de aluminio alto. Le habían canalizado suero. Él tenía sus ojos cerrados, estaba inmóvil, detuve mi vista en su delicado rostro, tan calmado y tan hermoso a la vez. Observé sus cejas pobladas perfectas, su nariz afilada, sus lindos labios que enmarcaba su afeitada barba castaña, sus pómulos pálidos.  - ¿Qué tanto me ves? - preguntó de pronto clavando sus ojos en los míos.  Me sentí apenada.  - Señor me asustó, pensé que estaba dormido – digo llevándome una mano al pecho.  Dibujó una sonrisa pícara en su rostro, le gustaba molestarme.  En ese momento entró un doctor a la habitación.  - ¿Cómo se siente Sr. Cazares? - preguntó el doctor mientras observaba el líquido fluir a través del catéter en la mano.  - El dolor va disminuyendo – dijo mi jefe llevando su mano al estómago – ¿Cuál es la causa del dolor?  - Los estudios realizados hace un momento demuestran que tiene un cuadro agudo de colitis, le haré algunas preguntas y necesito que me responda con honestidad – dijo mirándolo a los ojos.  - ¿En los últimos días ha pasado por situaciones de estrés o ansiedad?  - No siento que sea demasiado estrés - dijo fingiendo una sonrisa.  Mi jefe volteó a verme con sentencia, todo mundo sabía que estrés era su segundo nombre, se la pasaba todo el día trabajando, cuando las cosas no eran como él quería se enojaba como una fiera.  - ¿Ha estado tomando al menos sus tres comidas diarias en horario regular? - preguntó el doctor.  - Puede que alguna vez me llegué a saltar alguna durante el día – dijo falsamente.  No podía creer que mi jefe estuviera mintiendo sobre su propia salud, era claro que a veces no comía por estar trabajando, incluso tal vez ni siquiera desayunaba en su casa por llegar tan temprano.  Ahora era yo quien lo veía como madre que regaña a su hijo.  - Doctor, el señor Cazares últimamente ha tenido mucho trabajo puede que eso haya desencadenado un cuadro de estrés, y por esa cantidad excesiva de trabajo es que a veces es imposible que pueda comer en horario regular – me atreví a acusarlo mientras que él me fulminaba con la mirada.  Estando en ese estado no me provocaba miedo, parecía un niño indefenso.  - Ya veo – dijo el doctor al mismo tiempo que tomaba apuntes en el expediente que tenía en mano.  - Las indicaciones son las siguientes: estará en observación unas horas más hasta que el suero intravenoso se agote, le recetaré medicamento y debe llevar una dieta rica en vitaminas y minerales, como fruta, verdura, carne magra, pollo, etc.… nada de grasa y harinas. Si necesitan algo estaré en mi consultorio.  - No se preocupe doctor, el Sr. Cazares atenderá todas sus indicaciones al pie de la letra – le aseguré.  El doctor se despidió con una amable sonrisa.  - No recuerdo haber pedido tu opinión frente al doctor – dijo mi jefe con frialdad.  Sentí su mirada sombría sobre mí, estoy sin habla, tal vez no debí entrometerme no puedo evitar sentirme culpable.  - Lo siento, no volverá a pasar – me disculpo agachando la mirada.  Deseaba que me corriera de la habitación, pero él no decía nada sólo me veía molesto, no quería estar ahí. Me sentía indefensa ante su mirada.  Un incómodo silencio se apoderó de la habitación.  - Señor… - suspire profundo ya que estaba a punto de hacer una tontería – tal vez después de lo que le diga quiera despedirme, pero no puedo evitar sentirme preocupada por usted.  Estaba nerviosa por la reacción que él pudiera tener.  Nuestras miradas se cruzaron. Nuevamente no decía nada sólo me observaba.  - Es claro que usted siempre tiene estrés, trabaja demasiado, hay veces que se queda en la oficina después de la salida de sus empleados, tiende a enfadarse muy fácilmente, y por trabajar demasiado se salta sus comidas. De qué sirve que tenga tanto poder y dinero si su salud está en juego.  Miro sus deslumbrantes ojos oscuros mientras me preparó para uno de los peores regaños en mi vida. ***  No podía creer lo que acababa de pasar, nunca ninguno de mis empleados me había hablado como ella. Su manera de ser me irritaba, pero de una manera muy extraña. La observaba atentamente mientras tenía su mirada en el suelo, tal vez intuía que la iba a regañar. Al verla de pie junto a la cama, me di cuenta que su cuerpo era delicado y esbelto, su rostro si era como el de un ángel, sus mejillas sonrosadas llenas de vida y juventud, esos ojos que nunca me mostraban miedo sólo respeto, era una chiquilla muy valiente.  No sabía muy bien cómo reaccionar puesto que de tratarse de otro de mis empleados ya estuviera más que despedido, pero por que con ella no hacía lo mismo, había dentro de mí algo que no me dejaba descargar mi ira en contra de ella.  No pude más que voltear hacia el lado contrario de donde estaba me sentí como un niño haciendo un berrinche frente a su madre.  - ¿por qué te importa mi salud? - pregunté sin pensar, nuevamente mirándola directo a sus brillantes ojos oscuros.  Al parecer pensó por unos segundos su respuesta.  - Usted es mi jefe y no me gustaría verlo decaído o enfermo, usted es la cabeza de la empresa debe estar sano y fuerte para poder enfrentar los problemas que le surgen día con día – dijo con una sonrisa nerviosa.  Su respuesta se sentía sincera, se preocupaba por mí sólo por era su jefe.  - Entonces si me quieres ver fuerte y sano te encargarás de que tome mi medicamento a tiempo y coma en las horas que debo comer – le dije con una sonrisa traviesa al encontrar el castigo perfecto para que aprendiera a no estarse metiendo en asuntos que no le corresponden sin embargo ella asintió gustosa.  - Claro señor, yo me encargaré de todo lo que necesite – dijo con una enorme sonrisa mostrando su entusiasmo.  Por un momento se quedó pensativa, “ahí viene de nuevo con sus comentarios, ¿ahora qué?” pensé.  - Señor, el doctor dijo que se quedaría por unas horas más, tal vez lo den de alta por la noche, ¿desea que le informe a algún familiar que está en el hospital? - preguntó.  - No tengo humor para verlos – repliqué fríamente mientras veía en el reloj que eran las cuatro de la tarde, Sara tenía razón tal vez me dejarían ir hasta la noche, pero no quería llamar a mis padres, no quería verlos después de lo de ayer y lo más seguro si ellos venían es que Selin también viniera, de sólo pensarlo se me revolvió el estómago nuevamente.  - El señor Erik ha estado muy preocupado por usted – dijo.  Así que ha estado hablando con Erik, un escalofrío recorrió mi cuerpo de sólo pensarlo, le había prohibido tratarlo, pero al parecer no me hace caso, como en muchas otras cosas.  Le fulminé con la mirada.  Vi como su cuerpo se tensó.  - Dame mi celular – le ordené al recordar que se lo había dado para que me lo cuidara antes de entrar a los estudios que me realizaron.  - Aquí esta señor – lo sacó de la pequeña bolsa de su pantalón de vestir.  Marqué como pude con la mano izquierda el número de Erik.  - ¿Ernesto cómo estás? - preguntó anticipado.  - Mejor, pero me quedaré unas horas más en el hospital – dije sin ánimo.  - ¿Todo bien? - preguntó preocupado.  Aunque Erik era un par de años menor que yo, cuándo éramos pequeños siempre fuimos como hermanos, crecimos juntos, es la única persona que de verdad se preocupa por como estoy o como me siento, es un gran apoyo para mí.  - Si no te preocupes, que tal las cosas por la empresa – pregunté.  - Todo bien por acá tengo todo bajo control – dijo con entusiasmo – oye Selin me comentó que la terminaste, se fue llorando, pero dijo que necesitaba hablar contigo de algo muy importante ¿no estará embarazada verdad?  - Claro que no, no seas estúpido – lo interrumpí, ella no podía estar embarazada por que las veces que tuvimos sexo fueron contadas y la última vez fue hace meses.  - yo nada más decía, sería lo peor para ti porque sé que desde hace tiempo quieres deshacerte de ella, pero bueno, ¿necesitas que vaya?  - Yo te llamó.  - ok.  Colgué.  - ¿Vendrá el señor Erik más tarde? - preguntó mi asistente, interrumpiendo mis pensamientos sobre qué es lo que Selin quería hablar conmigo, de seguro nada bueno.  - ¿Por qué la pregunta? - le solté.  - Quiero saber que cuando me vaya se quedará con alguien que lo cuide mientras lo dan de alta – dijo, parecía sincera, pero al mismo tiempo cuando mencionaba el nombre de Erik sus ojos brillaban más de lo normal y eso no me gustaba, tal vez Erik no le era indiferente, no quiero que estos dos tengan algo que ver, no pueden y no los dejaré.  - Cuando sean las seis te puedes retirar, no te preocupes por mí – le dije mirando hacia el lado opuesto donde se encontraba ella.  - Claro que no, no lo dejaré sólo, en ese caso me quedaré con usted hasta que salga de aquí – dijo firmemente trayendo una silla que se encontraba a unos cuantos metros de donde estaba de pie, y con toda su seguridad y delicadeza se sentó en ella, ofreciéndome una dulce sonrisa.  Al momento que se sentó y cruzó las piernas deseé que llevará puesta una falda, carraspeé, que estaba pensando acaso esta chiquilla despierta interés en mí.  Suspire profundamente eliminando los pensamientos de mi cabeza.  Me gustaba la idea que se quedará aquí conmigo así podía saber más de ella, de su vida, pero a la vez no quería que se fuera sola a su casa puesto que su coche se quedó en la empresa.  - ¿No se preocuparán tus padres si llegas por la noche? - le pregunté.  - No señor, no vivo con mis padres – agachó la mirada.  - ¿por qué no? - pregunté lleno de curiosidad.  - Mis padres viven en Montenegro, mi hermano y yo vinimos a estudiar aquí a la capital – dijo al momento que sus pupilas se dilataban.  - Ya veo, eres de un pueblo – no conocía Montenegro, pero había escuchado que era un pueblo pequeño.  - No es un pueblo, es una ciudad pequeña – me corrigió haciendo una mueca de disgusto, tal parece que no le gustaba que le dijeran que venía de pueblo. Sonreí travieso.  - ¿A qué se dedican tus padres en Montenegro? - pregunté curioso una vez más, necesitaba matar el tiempo de alguna forma, que mejor que cuestionando a mi pequeña asistente.  - Mi padre es dueño de una fábrica textil y mi madre tiene un negocio de venta de dulces típicos de la región – dijo orgullosa.  - dueño de una fábrica ehh… a tu padre le ha de ir muy bien – le dije pensando en su BMW no tan reciente.  - Si le va bien, aunque la fábrica no es enorme, les da trabajo a dos tercios de la población – me explicó.  - ¿Y por qué la universidad pública? - continué preguntando.  Por un momento me olvide del dolor, tal parecía que ya casi no lo sentía. Estaba disfrutando la plática con Sara, tal que, me moví un poco sobre la cama para estar más cómodo.  Ella se veía pensativa. Veo como sus mejillas se colorean de un color rosado durazno analizó su mirada con detenimiento.  - Mi papá siempre nos ha inculcado a mi hermano y a mí que aunque puede ser que tengamos más cosas materiales que otras personas, eso no nos hace ni más valiosos ni peores, hay personas que son muy valiosas y no necesariamente tienen dinero y poder, cada persona puede escribir su propio camino y tener éxito en la vida en base al esfuerzo y dedicación a cumplir sus metas, también mi hermano estudia en una universidad pública, las personas son reales, no como en los colegios de niños ricos en lo que todo es presunción, y uno aprende muchas cosas sobre la gente – termina de hablar.  Me sorprende como alguien tan joven es tan madura emocionalmente, no es como otras mujeres que incluso ya en sus veintitantos se comportan como niñas mimadas, me pasó la imagen de Selin por la cabeza, Sara era diferente, inexplicablemente me atraía, siento como mi sangre hierve cuando nuestras miradas se cruzan, esto no está bien, es mi asistente, no puedo sentir algo por ella, como pudo pasar, que haré ahora. Volteó a ver hacia el lado contrario de la habitación, cierro los ojos con fuerza, me quedó dormido pensando en ella.
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