Alejandro decidió no responder a mis palabras. Decidió que debía irse, o quizás pensaba que no tenía nada que reclamar.
—¿Se irá sin decir nada?— Pregunté haciendo que detuviera su silla de ruedas.
—No tengo nada que hacer aquí— Fueron sus palabras.
Me acerqué un poco, por alguna extraña razón me sentía conectada con él. Y sin decir nada más, mis labios hablaron con un beso cálido y tierno.
Sentía mariposas en el estómago, estaba muy insegura de lo que podía en realidad estar sintiendo en esos momentos.
—Quite sus sucios labios de mi boca, apenas acaba de besarse con su amante y quiere besarme a mi, ¿Tiene algún problema mental a caso?— Preguntó rebozado de paciencia.
—Es usted un insolente, nos e como puede hablarle así a una mujer— Le dije aún pegada de sus labios.
—Simplemente no
