Después de tomar una taza de té mientras conversaba con Amaya, era momento de ir a mi habitación para descansar o al menos intentarlo. Así que decidí tomar una ducha antes de dormir, eso me ayudaría quizás a relajarme un poco más. Salgo de la ducha con una pequeña toalla que casi no logra taparme completamente, me paro frente al espejo para mirarme. De repente la puerta se abre bruscamente, me asusto y la toalla se cae al suelo. No podía moverme, mi esposos estaba allí en su sillas de ruedas, sus ojos no parpadeaban. —¿Puede taparse?— Preguntó. Rápidamente tomo la toalla y me envuelvo en ella, me sentí una vez más muy avergonzada. —¡Que vergüenza!— Fue lo único que se me ocurrió decir. —No se preocupe, no que fuera la primera vez que veo a una mujer desnuda— Respondió sin rodeos. —