Tenías que ser tú

1384 Words
- ¡¿Te metió a la cárcel?! – Paola no podía creer lo que escuchaba de Megan, de toda su historia, esa era la más divertida poco de creer y fuera de lugar que escuchaba. Megan tenía una ligera capa de sudor en su frente y los cabellos como un nido por todo lo que había corrido hasta la cafetería donde quedó con su amiga. - Sí, me llamó terrorista y acusó de muchas cosas e incluso ordenó un juicio en mi contra. – respondió y bebió mucha agua, su cuerpo estaba deshidratado. – ahora debo de preparar mis cosas he irme. - Megan. – Paola tomó su mano, sus ojos se habían dilatado por escucharla. - ¿Por qué nunca me dijiste que Noha Walton era tu esposo? ¡Tu esposo! – Paola sólo sabía que estaba casada, Megan no dio detalles. Llegó un día con un anillo y la sorpresa de ser esposa de alguien. - Porque no lo conocía, nunca investigué. La oportunidad de pagar mis deudas se presentó y yo acepté en casarme. Era un beneficio para ambos. - Claro, preferiste casarte con el CEO a pedirle dinero a tus padres. - Si les pedía tendría que regresar y eso sólo le daba la razón a mi padre. El matrimonio fue un escape y ahora lo será el divorcio. - Megan tus ideas algún día van a terminar mal. – sonrió, su amiga era muy despistada. - Mientras ese día llega, ahora necesito que me ayudes a conseguir un departamento. Salgo de la mansión mañana a medio día. - Puedes venir a vivir conmigo, tengo una habitación extra ¡Seremos amigas de cuarto! - Acepto, siempre y cuando dividamos los gastos cuando viva contigo. – tendió la mano para tener un contrato con Paola. - De acuerdo, estaré lista para tu mudanza. - amabas manos se unieron dejando ver el contrato corporal por medio de sus cuerpos. . . . . . . . . . . . . . . . . - Señora Megan ¿Por qué llega con los zapatos en las manos y cabello desarreglado? – preguntó Otto, sus expresiones daban mucho que decir cuando la vio entrar. Era increíble ver como pasaba de ser una princesa a una mujer que fue a la guerra y se peleó con todos, donde obviamente ella era la más perjudicada. - Larga historia, Otto. – respondió y empezó a caminar en dirección a las escaleras. Antes de empezar a subir se detuvo para decirle. – mañana me iré, que Noha firme el divorcio, necesito ser soltera de nuevo. - ¿Es por la academia de Fotografía en Italia? - Si. Sí llegan a descubrir que estoy casada van a querer saber de Noha y creerán que soy una mentirosa por ocultar un matrimonio. Luché mucho por ganarme la beca. – Megan respiró con pocos ánimos. Tenía las esperanzas puestas en el divorcio, todo su futuro dependía de eso. – por favor, no se te olvide. – volvió a decir y empezó a subir hasta llegar a la habitación. . . . . . . . . . . . . . . . . . . De su armario retiró sólo sus prendas. Los vestidos de galas, trajes, zapatos altos, joyas, accesorios los dejó, no eran de ella después de todo. Colocó la poca ropa que tenía en la misma maleta con la que llegó y fue a darse un baño en la tina. Estaba segura que mañana dejaría la mansión y que dentro de un mes estaría en Italia ejerciendo su carrera para después ser reconocida como una de las grandes en la fotografía. Muy despacio su cuerpo se relajó hasta que el agua de la tina la cubrió por completo y se quedó a soñar. . . . . . . . . . . . . . . . . . El sol besó la tierra y ya Megan se encontraba en los jardines recorriendo toda la mansión. Siempre se ha destacado por tener buen físico que parecía increíble que sus pilas jamás se agotaban. No podía estar quieta, tenía que mover o hacer algo, pero quedarse en un sólo lugar, nunca. En la entrada un Mercedes Benz Gla de color n***o se dejaba ver seguido de otros cuatro. Megan no le tomó importancia, siempre habían vehículos que entraban en busca de Otto, negociabán y luego se iban. Continuó trotando mientras en sus oídos se posaban audífonos con música de su banda favorita. - Marco. – llamó Noha al ver a la terrorista desvergonzada pasearse en su propiedad. - ¿Qué hace esa mujer aquí y por qué está fuera de la cárcel? – en su rostro se formó gran enojo, la frustración lo estaba por volver loco en cualquier momento. - Lo averiguaré señor, le doy el informe en cinco minutos. – habló el hombre tratando de dar una explicación del por qué ella estaba ahí. Quizás era la sirvienta o una sobrina del mayordomo, no tenía otras respuestas. - No será necesario, yo mismo solucionaré todo esto. – sus ojos se clavaron en ella, eliminaría esa tonta sonrisa, de eso estaba seguro. – Otto tiene que saberlo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . - Señora Megan, es necesario que entre. – dijo Otto al acercarse a ella. Parecía tener algo importante por decir, algo que le interesaría a ella. - Claro, ya acabé de ejercitarme. – con la pequeña toalla limpió unas gotas de sudor de su cuerpo. Mientras caminaban juntos preguntó. - ¿Sucedió algo? - Creo que al fin podrá ser libre del matrimonio con el señor Walton. - ¡¿Ya firmó?! – la emoción se notaron en sus palabras que fue imposible no saltar. - No, pero lo hará pronto. – sonrió e indicó con sus manos. – por aquí por favor. - ¿Al despacho? – sus cejas fueron levantadas al mismo tiempo. En los tres años que ha vivido en la mansión jamás a entrado en ese lugar, le era prohibido al igual que la habitación frente a la suya. - Si, al despacho. – afirmó el hombre. Megan dejó escapar el aire de sus pulmones despacio. Caminó con Otto, quien ayudó abrir la puerta dejando ver a un hombre con un semblante serio sentado tras el escritorio, mientras revisaba unos papeles. Cuando alzó su mirada y los ojos se clavaron con los de ella, un gran escalofrío recorrió todo su cuerpo, parecía que la asesinaba con sus ojos azules, donde no había esperanzas ni rasgo de vida hasta el mismo Diablo se viera intimidado por él. Tragó saliva al quedarse paralizada por completo, aquellas situaciones donde la presión reinaba hacía que se desconectara que se desconectara por completo y todo en ella se apagara. Noha se puso de pie, quería una explicación en cuanto antes. - Otto ¿Por qué trajiste a esta mujer y no a la que se supone que es mi esposa? – preguntó más que molesto, las venas en su frente estaban por estallar – con esa terrorista hablaré después y esta vez me encargaré de encerrarla. - Señor, la señora Megan Hoffman es su esposa, es la mujer que desposó hace tres años. – respondió el hombre poco desorientado por sus palabras. Parecía ya conocerla y no estaba feliz por volverla a ver. Megan empezó a ver como todo su mundo se volvía oscuro ni siquiera pudo abrir sus labios para impedir que Otto hablara. - Esto no puede estar pasando. – dijo con una sonrisa y mirada tonta. Estando a punto de colapsar al suelo, Noha avanzó a sostenerla, evitando un golpe seguro. Lo hizo para evitar demandas dentro de la mansión. Ya eran suficientes problemas con la terrorista. - ¿Qué le sucede? - preguntó con ella en sus brazos. Se sentía extraño que él la tomara esta vez, ni siquiera sabía por qué lo hizo. La mujer perdió la razón, parecía dormida, desorientada o a un peor, muerta. - Colapsó. – respondió Otto acostumbrado a sus desmayos. – la señora Megan acaba de estresarse y su cuerpo respondió de esa manera. - De todos las mujeres que pude haberme casado, tenías que ser tú.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD