Fin del matrimonio

1879 Words
- Señorita Megan, felicidades. Mi señor acaba de elegirla como su esposa. - ¡¿Qué?! Megan quedó totalmente abrupta por lo que escuchaba. Ayer trataba de pagar sus deudas y hoy le proponen matrimonio. El mayordomo sonrió por ver su rostro recien despertado y con calma volvió a decir. - Firme este papel y será la esposa por tres años del señor Noha Walton. Al cumplir el tiempo estimado, usted se quedará con la mitad de la mansión. Lo único que debe de hacer es ser la señora. . . . . . . . . . . (Tres años después) - Otto, al haberse cumplido los tres años de matrimonio con Noha, te entrego el convenio del divorcio para que se lo entregues a él. El rostro del mayordomo se llenó de tanta sorpresa que por un momento pensó que se trataba de una broma, pero la mirada de Megan denotaba otra cosa. - ¿Señora, está segura de que quiere divorciarse del señor Walton? ¿Lo pensó bien? - Sí y sí. – respondió dejando ver una sonrisa. - Nos casamos sin conocernos, sólo fue una firma en el papel que usted me entregó, yo firme y hoy el contrato llegó a su fin. Ya no hay deuda, ahora yo podré rehacer mi vida. – le dio unas palmaditas en el hombro intentado limpiar algunas migajas que estaban en el traje. – me iré de la mansión dentro de quince días mientras busco departamento para vivir. - Pero la mitad de todo esto le corresponde. – habló más sorprendido sin entender a la mujer. - No me llevo nada, todos los lujos de esta casa son de Noha, no mío. Lo único que traje aquí fue una maleta con ropa y una cámara. - ¿Lo va a dejar todo así nada más? Ella asintió ante la decisión ya tomada. - De acuerdo, lo llamaré y le haré llegar el acuerdo del divorcio. - Gracias. – Megan decidió abrazarlo en agradecimiento, provocando que el hombre se sintiera extraño, pero aun así lo aceptó. Por tres años, ha estado al pendiente de ella por orden de Noha, su trabajo era darle los caprichos que ella pida, que en su mayoría eran pocos para ser una mujer de veintiseis años. – hoy tengo una exposición de mi galería de fotos en el salón de arte de California, llegaré tarde. Deséame suerte. - Toda la suerte del mundo. – estiró los labios para demostrar su aprecio ante ella, Megan asintió emocionada se dio la vuelta y salió de la sala tan rápido como le fue posible. Otto caminó hasta tomar el teléfono, arregló sus lentes, marcó los números que se sabía de memoria y llamó. – Señor Noha, hoy se venció su matrimonio, la señora Megan acaba de firmar los papeles del divorcio. No quiere nada más que eso ¿Desea que le envíe los documentos? Noha apenas recordó haber estado casado, miró la fecha y en efecto, hoy se vencía el matrimonio con ¿Cómo se llamaba? Se preguntó, pero su cerebro no le dio respuesta. Sólo recordaba la fotografía de una muchacha que se le fue entregado en una hoja de vida, que después mandó a la basura. Se vio obligado a casarse para continuar con el poder Walton, no tenía de otra y ella fue la elegida. Las condiciones fueron sencillas; le daría lujos, vivirían en lugares diferentes, no podía tener otras parejas y estarían casados por tres años, al terminar le entregaría a ella la mitad de lo que vale la mansión. Si ella incumplía estaba obligada a darle una indemnización. Restregó los ojos con la ayuda de sus dedos y respondió. - No envíes nada, hoy viajo a California, firmaré cuando esté allá. Nos vemos Otto. . . . . . . . . . . . . Faltaban diez minutos para las ocho, Megan se preparaba para su exposición. Tenía una galería de fotos que demostraban la felicidad en las personas, desde pequeños hasta grandes e incluso, algunos animales también se encontraban. Un pequeño hueco en el estómago se había formado, los nervios se estaban apoderando de ella, no podía estresarse, eso la desconectaría y perdería el sueño de su vida. Respiró una y otra vez para calmarse. - ¿Nerviosa? – escuchó preguntar la voz de una de las personas que más detestaba. No podía creer que antes era su ejemplo a seguir en el mundo de la fotografía, pero resultó ser un fraude, una copia de otra copia y de la copia, que por desgracia tenía mucha influencia en cuanto de las galerías se trataba. - Para nada. – respondió denotando seguridad. Aquel hombre provocaba en ella desagrado. El señor Cansino era una persona de mediana edad, alto y escurrido. La miró de arriba abajo, Megan por primera vez se había puesto un vestido, era de color amarillo, apegado a la cintura, corto y con vuelos al final. También tenía zapatos altos. No era para nada la muchacha con pantalones, blusas anchas, zapatos deportivos, múltiples pulseras en las manos y el cabello rojiso en una cola alta. Lo único que no había cambiado era su belleza natural, no había gota de maquillaje más que un brillo labial. - Al menos decidiste estar decente está vez. - Qué pena no decir lo mismo, señor Cansino. El hombre dejó escapar una sonrisa bufona. - Niña, no tienes oportunidad contra mí. Tengo más tiempo en esto, mis galerías son las que más se venden, es mejor que te rindas y tires la toalla. A menos, que cambies de opinión y decidas que te ayude. – su sonrisa coqueta fue de lo más atroz. - No lo haré. Jamás de los jamás voy a pedirle favores, tenga eso en claro. Ambos mantuvieron sus miradas, desafiantes y firmes que el ambiente se volvió tenso. - Un minuto y empezamos. – escucharon la voz de una de las asistentes a cargo. El señor Cansino se separó de ella muy despacio y antes de irse amenazó. - Si hoy fracasas, se te cierran las puertas en salones y museos. Ya veremos sino vienes a pedirme ayuda. – dejó ver su sonrisa malvada y se marchó. Megan apretó sus manos hasta convertirlas en puños, ese hombre iba a terminar con sus sueños hasta dejarla a fuera. Miró a los costados y observó la galería que él iba a dar a conocer. Una idea se dibujó en su mente, quizás era mala, pero sino lo hacía tenía que abandonar sus sueños. Tomó un vaso llenó de café, caminó despacio hasta la presentación del señor Cansino y sin ser vista dejó caer el líquido sobre la galería. Terminado el trabajo, dio unos pasos hasta estar en su presentación. . . . . . . . . - Bienvenidos. – dijo feliz al ver a tanta gente contemplar sus obras. – la siguiente galería representa la felicidad en los seres vivos. No importa quienes sean, sus miradas lo denotan. – un hombre joven de alrededor de veintiséis años, cabellos negros, ojos como las lagunas profundas del mar, traje impecable se acercó a observar lo que la charlatana expresaba sin desmedida alguna. Megan fijó sus ojos con los de él y notó que el ceño estaba fruncido, parecía odiar y detestar la vida. - ¿Gustaría sonreír? – preguntó al sentir que le faltaba aquello. – es gratis. – insistió. De los ojos de Noha salieron chispas, su mirada por poco la mataba ¿Cómo se atrevía a preguntar semejante barbaridad sin autorización? Se preguntaba. Hizo caso omiso a las palabras de la muchacha y prefirió marcharse de la simplicidad de la obra. Megan apretó sus labios, se dio cuenta que la felicidad no estaba en todos. Prefirió ignorarlo y continuar con las exposiciones. . . . . . . . . . . . - Felicidades, ganaste el primer lugar. – dijo el director encantado ante Megan. – tu galería fue la que más se vendió. – entregó un listón en sus manos. – sigue así, pronto serás una fotógrafa reconocida, te recomendaré con mis colegas. Megan quería saltar de la emoción, después de haber quedado en segundo y tercer lugar por dos años, al fin obtuvo el primer lugar. Feliz recogió sus cosas y empezó a caminar hasta llegar a los ascensores. - Alto ahí, Megan. – escuchó la voz molesta y enojada del señor Cansino. – sé que tuviste algo que ver con el café derramado en mis obras, perdí un cliente valioso por tu culpa, no dejaré que te vayas tan fácil, esto lo pagas con tu cuerpo. – declaró y a pasos grandes fue a alcanzarla. Megan por primera vez se arrepintió de una de sus ideas. Corrió apresurada por los pasillos y desesperada empezó a tocar los botones del ascensor, necesitaba que se abriera. Terminaron por abrirse, un hombre había dentro, el mismo que odiaba la vida u odiaba la presencia de Megan. - Por favor, bésame. – otra idea loca había entrado en su mente. - ¡¿Qué?! – Noha estaba estupefacto, los ojos de notaron gran furia ¿No era suficiente con tremendo insulto que le dijo en la exposición de fotos para pedirle un beso? – No lo haré. – habló molesto e intentó sacarla del ascensor. Las dagas en sus ojos estaban por atravesar el cuerpo de Megan. Megan al ver la cercanía del señor Cansino, se puso firme y evitó que la sacaran, tomó la delantera, con permiso o sin permiso lo iba hacer. Lo tomó de las mejillas y terminó por unir sus labios con los de Noha. Fue su primer beso, un beso curioso, sabía a menta fresca que lo disfrutó. El señor Cansino la alcanzó, y al ver a quién besaba en el ascensor, no se atrevió a interrumpir. En completo silencio se fue maldiciendo su mala suerte. Las puertas se cerraron con ellos adentros. - Ya ves que no fue tan difícil. – habló al separarse, mientras dejaba ver una gran sonrisa. – por tus servicios y el favor que me hiciste esta noche, te regalo mi listón. Es del primer lugar, lo mereces. – lo colocó en la camisa, destruyendo la tela por completo con la pequeña aguja. Noha estaba por tener una úlcera, todo su cuerpo se había puesto duro y que hablar del rostro, su mirada iba a matarla en cualquier momento y más si se seguía riendo de esa forma tonta. Él castigo para ella y su incesantes era la cárcel definitivamente, más diez años por destruir su traje favorito y veinte por atreverse a besarlo mientras lo tocaba con sus delgados dedos de bruja. - Cuando veas el listón, sonríe. – volvió a decir Megan, se dio la vuelta cuando al fin las puertas se abrieron y salió tan rápido como pudo del ascensor. Noha quedó como piedra, más la decoración que Megan había dejado en su traje lo dejó fuera de lugar, también había dejado un delgado cabello rojizo, ya arruinó su vestimenta. En una noche más de tres reglas fueron rotas por una mujer desequilibrada. Que le rogara al cielo no volverla a encontrar porque la cárcel sería su castigo. Sería el último lugar donde expondría sus obras de arte.
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