—¡Perdón!— dice Nicolas apenado. Me toma de la mano y siento un pequeño corrientazo que recorre todo mi cuerpo… me hace sentir extraña, así que me apresuro a ponerme de pie y me suelto rápidamente de su agarre. —¡No pasa nada!— digo avergonzada por la escena que acabo de dar delante de mis empleados, los clientes y los huéspedes —vuelva a su trabajo que yo sigo en lo mío— lo miro seria y no puedo evitar perderme por unos segundos en sus hermosos ojos verdes. —Con permiso— dice Nicolas, agacha su cabeza y se retira. Solo hasta que él avanza por el pasillo de las máquinas tragamonedas, yo reacciono y es tanta la vergüenza que siento al ver que me miran varias personas que hago una sonrisa postiza en mi rostro y camino apresurada a mi oficina. Entro corriendo al baño y aunque m