Abro la puerta y me sorprendo al encontrar a Alessandro sentado en la cama. Miro la puerta, y regreso mis ojos a él. Maldigo —Tenemos que hablar. —No hay nada que hablar —espeto en tono sereno. —Lo del restaurante. —Lo dejaste claro. No hay nada que puedas decir para revertir tus palabras. —Se endereza — Es una lástima que estés ciego. —No arruinemos la convivencia —declara luego de unos segundos. Asiento. —Tienes razón —murmuro antes de salir de la habitación. A medio camino, me encuentro con Giovanni. Esté, me mira y veo que está calibrando mi estado. —Siento lo del restaurante. —El que debe disculparse, es Alessandro. —Niega —Esa desagradable mujer. —Está bien—. Le doy una suave sonrisa. Sin embargo. No estamos bien. Y, eso lo compruebo con el pasar de los días. Entre