Es más de media noche cuando entramos al ático. Alessandro me tira contra su cuerpo y me besa. Sus manos se planta en mi trasero. —Necesito tenerte ya. —Idem —susurro pegada a su boca. Llegamos al salón y cuando creo que vamos a subir las escaleras. Me lleva hasta el sofá del mismo. —¿Qué haces? —rio en voz baja y algo mareada. Nuestra ropa está húmeda y estamos hechos un desastre. —Abre las piernas—ordena cayendo de rodillas. Lo hago, y sus manos suben por mis piernas. Sus dedos llegar a mi clítoris y comienza a frotar con un ritmo torturador —Alessandro —digo en medio de un gemido. —Voy a comerte el coño aquí. —Si —asiento, agitada y abriendo más las piernas. Me muerdo el labio cuando esparce mi humedad y vuelve a frotar el nudo de nervios entre mis piernas. Pero, regres