Una promesa de verano

1021 Words
“El pacto más elevado que podemos hacer con otra persona es: que siempre haya verdad entre nosotros dos.” Napoleón Hill Ariadna, esa tarde no estuvo con mucho entusiasmo para chatear con Akran. Se sentía algo triste. No entendía como Mateo, había olvidado su pacto de amor. Se levantó, tomó a guitarra y se sentó. Arpegio algunas notas y recordó la canción de Katty Perry “The one that got away” mientras la canta, las lágrimas descienden por su rostro, incontenibles. "Summer after high school when we first met We make out in your Mustang to Radiohead And on my 18th birthday we got matching tattoos Used to steal your parents' liquor and climb to the roof Talk about our future like we had a clue Never planned that one day, I'd be losing you" La voz entrecortada le impide continuar cantando. Coloca su guitarra a un lado de la cama. Como en una máquina del tiempo su mente regresa a aquella noche: Flash back *** —Ari, estoy aquí abajo. Baja a abrirme. —grita él desde la parte baja de la pensión. Ella se asoma, emocionada le avienta un beso y baja corriendo a abrirle. Se abalanza sobre él, emocionada como la primera vez cuando se hicieron novios en la universidad. —¡Uyyy! Te extrañé mucho. —le dice ella, mientras reparte todos sus besos en su rostro y su boca. —Yo también mi amor. Subamos. Tengo algo que contarte. —le comenta un tanto serio. —¡Vale! —ella sube y él va detrás de ella. Entran a la habitación, en la cual lleva dos años viviendo, luego que tuviera que irse de su casa. Se sientan en la cama, como siempre, Mateo de recuesta de sus piernas y ella acaricia su cabello lacio. Él la mira fijamente antes de darle aquella noticia, un tanto dolorosa para ambos. —Ari, la empresa de mis padres, joder, se ha ido a la quiebra. —No puede ser, ¿qué os ocurrió? —Pues que mi padre, ha hecho una mala inversión, y todo se ha ido a la mierda. —No te pongas así, verás que pronto tu padre, logra recuperarse. —Joder que no va a poder recuperarse esta vez —se levanta, frota su cabeza con ambas manos —Ari, mis padres van a mudarse a New York. —ella lo mira sin entender qué significa aquella frase. —Mi amor, sé que no es fácil que te alejes de tus padres, para mí no lo fue cuando —Mateo la interrumpe, sin dejar que ella complete la frase. —¡Qué me voy con ellos, joder! Ariadna se queda petrificada con aquella noticia. En su cabeza como en un carrusel giran las ideas “se va” “nos separaremos” “no volveré a verlo”. —¿Qué dices? —Ari, no puedo evitarlo. Mis padres, me necesitan. Soy el único que puede ayudarlo. —¿Pero, y nosotros? ¿Qué va a pasar con nosotros, joder? —Pues nada, que debemos separarnos por un tiempo. —No quiero separarme de ti, Mateo —se prende de su cuello. —No lo hagais más complicado. Debo irme con ellos. Y no te estoy pidiendo permiso, te lo estoy informando. Ariadna lo mira fijamente, no puede creer que él la esté abandonando, menos cuando ella fue capaz de dejar a su familia en Manresa para irse a vivir con él. —Pero, no podeis hacerme esto, yo dejé a mis padres por ti, ellos también me necesitaban. —Pues yo no te lo he pedido. Lo hiciste porque quisiste. —¿Estás hablando en serio? De verdad, no me lo pefiste. ¿Se te olvida que me suplicaste quedarme en Madrid para poder estar juntos? —Si lo que quereis es echarme en cara lo que habeis hecho por mí, hazlo. Pero no pienso quedarme en España y dejar a mis padres solos. —¡Lárgate ahora mismo, vete! —lo empuja con fuerza para sacarlo de su habitación. Mateo sale, sin chistar. A pesar de todo, esperaba que ella comprendiera su situación y esperara su regreso. Mas, todo salió de forma diferente. Ariadna, cerró la puerta con rabia. Se lanzó en su cama y lloró desconsoladamente. Los días siguientes fueron de absoluto caos para ella, mas, anhelaba ver a Mateo y conversar con él y hacer como siempre el amor, después de una fuerte discusión y volver a estar juntos, como si nada hubiese ocurrido entre ellos. Por sus redes, pudo saber que esa tarde, él se iría a New York, en el vuelo de las tres. Aún estaba a tiempo, quizás podría convencerlo de quedarse o por lo menos de estar juntos, aunque distantes. Tomó un Uber y llegó hasta el aeropuerto, corroo de un lado a otro para encontrarlo. Finalmente lo vio en la cola de embarque, pidió permiso al guardia, quien se negaba a dejarla pasar: —¡Mateo, por favor, espera! —grita desesperada, él logra oír su nombre y reconocer si voz. Cuando el guardia se descuidó para revisar en el detector de metales el equipaje del siguiente pasajero, Ariadna logró colarse por debajo de la barrera de seguridad y corrió hasta él. Mateo la abrazó, a pesar de todo la amaba. —No te vayas por favor. ¡Yo te amo! —No puedo hacer nada. Te prometo que al estabilizarnos, te mando para el pasaje. ¡Yo también, te amo! Se abrazaron como un moribundo se aferra a la vida, sin querer separarse uno del otro. La voz del extoparlante, y la mano fría del vigilante sujetándola por el brazo, los alejó inevitablemente. Ella lo siguió con la mirada hasta que él desapareció de su vista. Su amor, su gran amor se había ido, dejando apenas aquella promesa entre ellos. *** Ya hace un año y medio que Mateo se fue, ella aún cree en aquella promesa, mas, hoy la invade el miedo de que él la haya olvidado. Se recuesta, se pone en posición fetal y nuevamente llora, en soledad.
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