“Nuestras almas ya se conocen, «¿no?», Susurró. Son nuestros cuerpos los que son nuevos”.
Karen Ross.
Aquella sensación de calidez y a la vez de lujuria, hizo que Ariadna se dejará llevar, pero repentinamente Akran se separó de ella y se levantó. Ariadna reaccionó de su letargo, se incorporó nuevamente.
—Voy a pedir que nos traigan la cena a la habitación. Debiste tomar muy rápido y por eso, te cayó mal el Champagne.
—¡Vale! Como queráis.
Akran sonrió, tomó el teléfono inalámbrico, y caminó hasta el balcón, pidió que la cena fuese llevada a la habitación; ella lo observó sentada aún en la cama, mas, no podía oír lo que hablaba. ¿Estaba desconcertada? ¡Sí! Aquel hombre pudo aprovechar ese momento de debilidad en ella y hacerla suya.
Él regresó, se sentó en el sofá.
—Espero te gu
