La despedida

1608 Words
"Nos encontraremos de nuevo, no sé dónde, no sé cuándo, pero sé que nos volveremos a encontrar algún día soleado" Vera Lynn Esa noche Ariadna le hizo un lado en su cama a Lucía, por lo menos así no tendría que ir sola al aeropuerto; viajar sin tener a alguien que te despida, es tan triste como que alguien se vaya y tengas que verlo partir. Ella ya había sufrido cuando Mateo se fue a New York. Despertaron muy temprano, mientras Ariadna preparaba un poco de café para ambas, Lucía se dio un baño. Esa mañana hizo algo de calor. Por lo que era un día perfecto para viajar. Ariadna nunca ha viajado en avión, no puede negar que aquello la perturba un poco. —Ten —le brindó taza de café a su amiga, aún humeante. —Gracias que me hace falta el café para revivir una mañana. ¿Estás lista? —le pregunta Lucía ante de probar el sorbo de café. —Estoy nerviosa, ansiosa y todo lo que termine en el sufijo osa. Es la primera vez que voy a subirme a un avión. Estoy muerta de pánico. —Nunca digáis esa palabra cuando vayas a viajar. Solo tienes que orar cuando despegue y cuando aterrice. —¡Jajajaja! El viaje será de pura oración entonces. —No tía, literalmente al despegar y aterrizar. Las estadísticas dicen que los aviones generalmente se caen cuando despegan unos cinco minutos después o cinco minutos antes del aterrizaje porque es cuando están más cerca de la pista y es más inestable. —¡Joder! Gracias por la información, ahora de seguro estaré menos asustada “nótese sarcasmo en la frase” —hace el gesto de las comillas con sus dedos— No sabía que eras una experta en aviación. —Ariadna toma la maleta rodante. —Y no lo soy, tía. Solo pasé la noche averiguando sobre aviones que se caen —suelta la carcajada— ¡Ah, tiene supe que la caja negra donde guardan la información es naranja, tía! ¿Por qué putilla razón le dice negra, me explicáis? —¡Oh por Dios! No me habléis de tus estudios aéreos. Ya basta con el hueco que siento en el pecho. Lucía termina su taza de café. Salen del apartamento, rumbo al aeropuerto. Esa mañana todo es fluido, no hay largas colas en la autopista, como suele haberlas a diario. Es un lunes tranquilo y normal. Todo el mundo a su trabajo, excepto lucia que pidió el dia en el periódico para ir con su amiga y despedirla. Todo está perfectamente dispuesto para el gran viaje. Ariadna confirma el boleto de viaje. Aguardan al llamado. Lucía se distrae viendo las obras de arte en la galería del aeropuerto. Luego entra a una librería y escoge un libro para obsequiárselo a su amiga. —Te hará falta leer durante las horas de vuelo —le entrega el libro de José Silver “Un día de diciembre”. —¿Y esto? —Para que leáis mientras viajas y tal vez, te ayude en algún momento. Llega la hora de la despedida inevitable. La voz en el extoparlante anuncia “Pasajeros con destino a New York, abordar por el anden 9” Lucía mira a su amiga, abre los brazos y Ariafna se refugia en ellos. —Cuídate mucho. Y no me olvidéis. —Tú también te me cuidas. Jamás podria olvidarte. Se abrazan, las lágrimas no se hacen esperar, los corazones laten al unísono. Ariadna se aleja y Lucía sonríe con el rostro lleno de lágrimas. Minutos después Ariadna aborda el avión, Lucía regresa a su auto. Desde allí ve el avión alejarse, “todo va a estar bien, rubia, todo” Ariadna ora en esos cinco minutos como se lo pidió su amiga. Es una nueva etapa en su vida. Ya no hay vuelta atrás. En tanto, Akran está tan entusiasmado con la llegada de Ariadna, que solo se ha ocupado de ajustar los detalles para su llegada. Aminah le facilitó el dinero para que la recibiera en una lujos suite. —No te preocupes mi amor, yo te apoyo en lo que necesites. Aún sigue en pie mi idea de que la traigas aquí, sabes que vivo sola y esta casa se me hace inmensa cuando tú no estás. —Lo pensaré madre, lo pensaré. —Además sabes que me encanta amargarle la existencia a tu padre y su mujercita. Así que cuentas conmigo. Akran sonríe. Aminah no solo había sido una buena madre, sino que era realmente una gran mujer. Hay cosas que nunca entenderá de por qué su padre prefirió elegir la pasión momentánea con su amante, antes que valorar el verdadero amor Aminah abraza a su hijo. Se sienta en su sillón y se abstrae en su pasado. Ver a su hijo tendrá que casarse con una chica a la que no conoce, le recuerda cuando su padre le dijo que debía casarse con Rahim. Ella era cinco años menor que él y nunca había estado con ningún hombre. Aquello de escoger a alguien sin conocerlo, era algo difícil, pero era parte de su cultura. Su padre recibió buenos dotes por ella, eso fue innegable; pero ella recibió la amargura de aceptar todo lo que Rahim le imponía hacer, incluso en el acto s****l. Flash back*** —Aminah, ha llegado la hora de que te cases. Rahim Alnajjar te pidió en matrimonio. Serás su mujer. Esa noche Aminah no durmió, pensar que a sus quince años tenía que estar al lado de un hombre con el que nunca había cruzado siquiera miradas, era parte de una pesadilla. Esa tarde su padre Bashar recibió a Ajmad, venía acompañado de su hijo Rahim. —Traedme a Aminah —le ordenó Bashar, a su sirviente. Aminah había llorado tanto que el uso del nikaj la ayudó a ocultar sus ojeras. Mientras ambos hombres conversaban, y negociaban la virginidad de la chica, Rahim se acercó a Aminah para entablar una conversación con la joven. Ella realmente no deseaba hablar con él, ni siquiera le agradaba su presencia. Él tampoco se mostró muy amable, sino altivo y convencido de que pronto la tendría en su cama. Esa misma semana fue la boda, y en pocas horas ella estaba desnuda tendida sobre la cama de Rahim. Aminah temblaba no solo por fuera, sino desde adentro, aquella sería su primera vez con un hombre, su madre Sarahí le había contado algunas cosas sobre ese primer encuentro: —Debes relajarte, y dejarte llevar; solo así podrás soportar aquel dolor breve pero inolvidable para toda mujer. —No quiero, mamá. No quiero estar con ese hombre. —Hija yo desearía tener un poder para destruir y acabar con todas estas leyes religiosas absurdas y crueles, solo para que tú no repitieras lo que yo viví. No es fácil entregarse a alguien desconocido, tenerle hijos y verlo luego con otra mujer en ti misma cama. Eso es tan cruel como descuartizar a alguien vivo. El dolor físico pasa pronto porque inclusive tu cuerpo se inmuniza al dolor, pero los dolores del alma, eso son imborrables y duran para toda la vida. Solo queda aceptar que es parte de nuestro destino. Y orar a Allah para que todo sea como en el principio. Ella trató de seguir los consejos de su madre, trató de relajarse, de dejarse llevar. Mas, Rahim, no estaba allí para hacerla feliz, sino para divertirse como hombre y cumplir con su papel de semental, dejarla embarazada. Aminah, era solo una mujer para parir y darle los posibles sucesores en su dinastía y estirpe, ella no era su amante, ni su amor, ni su compañera de viaje. Al comienzo fue doloroso para ella, ya luego con los años se fue volviendo llevadero y finalmente, una costumbre. Le dió tres hijos, Akran, Eva y Abdullah. Ella hubiese preferido que fuesen tres varones para no tener que ver aquella historia repetirse, pues no hay nada más triste que ver el destino de una hija predestinado por una cultura. Pero nació Eva, y era inevitable en aquel entonces, verla repetir su misma historia. Y eso fue lo que más le dolió de la traición de Rahim, ella le había dado, literalmente, su pureza y él la dejaba por una mujer que estaba acostumbrada a estar con cualquier hombre siempre y cuando obtuviese algo de aquella relación. *** Akran fue hasta el hotel, verificó que todo estuviese en orden, la recepcionista, le entrego las llave de la suite 9-11. Él subió a ver la habitación, pidió un hermoso ramo de rosas y una botella de Champagne, ese sería un detalle delicado y especial para su invitada y su futura esposa. De acuerdo a los pronósticos, ella debía llegar a las 6:00 de la tarde. Por lo que era evidente que llegaría a la hora de la cena. La invitaría a almorzar y luego la llevaría al hotel. Todo estaba previsto, excepto su encuentro. Pensar en ello, le provoca ansiedad y estrés. El avión aterrizó. Ariadna bajó y se dirigió a la zona de equipaje, tomó su maleta, caminó hacia la entrada del aeropuerto. Miró la hora, Akran debía estar esperando por ella, sintió un poco de nervios y fue hasta el baño. Akran vio a las personas que acaban de desembarcar en el avión donde venía Ariadna. Mira a todos, pero no logra verla. Aquello le provoca cierta sensación de temor. ¿Acaso se había arrepentido? Su corazón late apresuradamente, las manos le sudan, se pasa las manos por la cabeza. De pronto, siente una mano sobre su hombro y voltea rápidamente.
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